jueves, 13 de septiembre de 2018

Rafaela 2018

La resistencia como forma de cultura

En esta segunda entrega, completamos nuestra mirada acerca de lo que vivimos en una nueva edición del Festival de Teatro de Rafaela, que tuvo lugar en julio de este convulsionado año.

M.B. y G.M.

La 14ª edición del Festival de Teatro de Rafaela que se llevó adelante del martes 17 al domingo 22 de julio, sorprendió con muchas obras dirigidas a todo tipo de público, de gran calidad, color y poesía, que pudieron apreciarse en la Carpa de Circo o bien en vecinales o plazas.
Dentro de este espectro resaltamos espectáculos como Naturaleza rota y Circo de bolsillo, dos producciones protagonizadas por José Guirado (Rosario).
Uno de los momentos participativos de Circo de bolsillo.

En la primera, el versátil y carismático clown acerca con mucha gracia y una serie de juguetes abandonados, apilados o rotos, una historia que divierte y asombra a espectadores de todas las edades, pero que también hace pensar y aceptarnos tal como somos y tal como es el otro, con lo que tenemos, nos falta o sobra. En tanto en Circo de bolsillo, el actor juega todavía más y lleva adelante una propuesta que le da increíble cabida y participación al público, sin ridiculizarlo sino lo contrario, poniendo en valor y aplaudiendo la espontaneidad y creatividad de los niñxs que quieren pasar al frente y jugar también, a la vista de la platea.
Hay un montón de escenas por demás hilarantes y tiernas a la vez, que surgen cómplices de los múltiples gestos y acrobacias de este joven clown y su corazón de niño. Momentos todos que en uno y otro caso, se abonan con una serie de objetos finamente diseñados que generan una fascinación aparte.
Yo sabo (Buenos Aires)
Yo sabo fue otra de las propuestas, simple y graciosa, que trajo esta edición. La función se hizo en un salón parroquial puesto que el mal tiempo impidió que eso ocurriera en la plaza del barrio. Los hermanos Mariano y Gastón Guerra son los responsables primeros de este trabajo clownesco, dirigido por Guillermo De Blas. Aquí todo ocurre a la vera de un camino, y mientras los dos amigos esperan, discuten sus ideas contrapuestas acerca de uno y otro destino a seguir, hacen magia y también, fotos.
Internacional (vamos a Marte), con Víctor “Tomate” Ávalos, el maestro de la globología en el país, y la acróbata Tristana Muraro y los osados malabares con clavas y fuego a cargo de Leandro Korman, completaron el reparto de una auténtica troupe cirquera acostumbrada a actuar en la Costa bonaerense, y sumaron piruetas con una red, acrobacias y humor.
Plo plo, vendedor de ilusiones ofreció en la Biblioteca Sarmiento un delicado espectáculo de teatro de objetos, una maquinaria de hilos y marionetas de la mano de grandes titiriteros de Capilla del Monte (Córdoba).
Elenco completo de El Fausto criollo.
En tanto, El Fausto criollo, fue una de las esperadas producciones del Teatro Nacional Cervantes, que anhela seguir recorriendo rutas argentinas, según confió el elenco.
Acá, cinco talentosos actores se reparten los papeles para representar una historia de amor, aunque no es así de sencillo porque algunos se rebelan. Cada nueva escena de lo que pretenden contar, trae otros personajes, nuevos y coloridos vestuarios, más humor y guiños al público. Luciano Medina, Franco Moix, German Zita, Mercedes Di Napoli, Matías Ocantos, se lucen por igual en esta inspirada versión de la obra de Estanislao del Campo.
Montaraz, que había sido presentada exitosamente en el Nacional de Rosario de este año, proveniente de La Plata, las futuristas Siniestra y Clarividentes de Javier Daulte y Mis días sin Victoria de Rodrigo Arena (CABA), completaron con otras obras más, una programación pensada por un equipo comandado por Gustavo Mondino, que una vez más sobresale por su osadía.
Las actrices de Montaraz, cabe señalar, tuvieron su función en el Centro Cultural Viejo Mercado. Esta propuesta combina el atractivo de jóvenes actuaciones, música en vivo y momentos de destrezas o hip hop. Con una estructura no convencional, las cinco muchachas: Julieta Ranno, Denisse Van der Ploeg, Natalia Maldini, Eliana Giommi y Ana Belén Recabarren imprimen un ritmo tan vertiginoso como violento mientras desandan sus historias, bajo dirección de Braian Kobla.
En tanto, el gran autor de Estás ahí, Nunca estuviste tan adorable y tantas otras obras estrenadas durante las últimas dos décadas, ofreció un taller y los dos espectáculos mencionados, ambos muy conectados con uno de sus leit motiv temáticos y procedimentales: la ciencia ficción, el esoterismo, las zonas grises de lo estrictamente representacional y del deseo. En estos tópicos, por supuesto que gravitan las relaciones humanas, los relatos fragmentarios, los frustrados o satisfechos anhelos de los personajes.

El ensayo (Colombia)
Allende países

De Bogotá, Montevideo y Santiago de Chile llegaron producciones por demás atractivas. Los colombianos vivieron intensamente el FTR con El ensayo, que fue aplaudida a rabiar en La Máscara. Inspirada en la Medellín de los años 90, el director Johan Velandia, analizó la realidad latinoamericana y revindicó la necesidad de que el teatro de Latinoamérica sea el que se ocupe de sus temas, conflictos y dilemas.
Pensando en salirse de estereotipos, los tres buenos actores (Rafael Zea, Milton Lopezarrubla y César Álvarez), componen a tres tragicómicas mujeres –luego a sus hijos- atravesadas por el dolor, la desolación y el ensayo de una venganza posible.
Como bien señalan los propios artistas, en esta puesta se observa el deseo de “vengar la vejez, la soledad, el machismo, la religiosidad, la pobreza, la falta de oportunidades, la delincuencia, el narcotráfico, la violencia, la injusticia. Vengar la doble moral”.
Por su parte el elenco uruguayo, con Otros problemas de humanidad, perteneciente a una generación cuyo promedio de edad no supera los 30 años, llegó con un artefacto escénico notable y divertido.
Otros problemas de humanidad (Uruguay)

La propuesta es una investigación fresca y luminosa, que desborda pochoclo por toda la escenografía, acaso como símbolo de lo que está a punto de estallar en esa apretada convivencia que aquí tuvo lugar en una de las aulas del Viejo Mercado. Son escenas que logran convocar las almas y universos de Felisberto Hernández o Leo Masliah. José Pagano, Cecilia Yáñez y una magistral composición fuera de toda época de Laura Martínez, se lucieron bajo la mirada de su director Sebastián Calderón.
En tanto los chilenos llevaron al Lasserre El Dylan, la dramática historia real de un joven trans que fue asesinado. La obra pone en escena temas como la ignorancia, la discriminación, la violencia, la complicidad de todos ante estas situaciones. Este trabajo –dramaturgia de Bosco Cayo y dirección de Aliocha de la Sotta- tiene un refinado y significativo vestuario diseñado por Felipe Olivares, y toda una estética que refuerza lo que se dice o grita, acaso para que los espectadores no miremos para otro lado.

Turbulencias que potencian

Bajadas las aguas de una edición especial que agitó polémica a nivel local y nacional en torno a la obra Dios de Lisandro Rodríguez y que generó ciertas dudas, el tiempo hizo lo suyo, despejó esas inquietudes y entonces, habrá festival para rato.
Imaginamos que los más de veinte mil espectadores que disfrutaron de esta edición, no van a dejar que nadie arrase con esta fiesta. Resistir los embates, es la cuestión.
Las reacciones generadas de parte de muchos que ni siquiera habían visto el espectáculo en cuestión, sembró hipocresía. En contrapartida, el espaldarazo de la ministra de Innovación y Cultura y del propio director del Instituto Nacional del Teatro, calmó el panorama y generó optimismo.
Concurridas rondas de críticos, periodistas, público y artistas.
Pasada la turbulencia, lo que queda es la certeza del lugar que ocupa este festival en el campo cultural nacional. Periodistas y críticos que participamos activamente del FTR, firmamos una carta abierta a la sociedad rafaelina, en claro respaldo.
En uno de los párrafos se señaló: “Como profesionales en el campo de la cultura en general, y del teatro en particular, alertamos sobre estos hechos de censura que promueven un arte adocenado, revisado, controlado, prolijo, inocuo, alejado de la realidad, obsecuente, cómodo y tranquilo. Creemos que sin riesgo y sin novedad, no se promueve el arte, sino que por lo contrario, se gestiona su certificado de defunción”.
Por todo lo que produce y revoluciona, por lo que se lo distingue y reconoce y por lo que haga falta mejorar –otra comunicación con los periodistas locales, por caso-, por la inteligencia de formar públicos y artistas, por propiciar diálogos y encuentros entre unos y otros, por ofrecer obras únicas y entrañables, ¡larga vida al Festival rafaelino!

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