“Artigas, el otro”, ese que te hace pensar en la libertad
La dupla
Juan Kohner-Andrés Maín está demostrado que funciona. Son dos buenos actores
que reparten y exhiben, casi obscenamente, mil y un gestos, posibilidades. Esta
vez se los vio en “Artigas, el otro”, una producción de Teatro del Bardo que
estrenó en septiembre de 2019, luego vino la pandemia y congeló las
actuaciones, giras, escenarios: no pudieron hacer más funciones hasta el sábado
13 de marzo de 2021, fecha que constituyó una suerte de “segundo estreno”, si
cabe tal figura.
Juan Kohner y Andrés Maín, dirigidos por G. Trevisani. |
Una urna en
el medio de todo y dos Blandengues en torno a los restos del prócer, para
resguardar la integridad de unos huesos o contagiar respeto por esos que
levantaron banderas y pelearon por ideales. Con esa imagen y algo más, podría
decirse que comienza esta pieza teatral. Al costado del escenario, un micrófono
y atril, indica que todo estaría listo como para un homenaje que en realidad no
sucede tal como se lo espera.
Con humor y
guiños al público, empieza a rodar otro tributo al militar y estadista
rioplatense, en el que los integrantes del cuerpo de Blandengues repasan traiciones,
amistades, gestas, acciones, palabras. En esa mirada retrospectiva no falta el
cuestionamiento a la cristalización de algunos próceres argentinos, la patria,
la identidad o las ideas de libertad o república que a los ojos del hoy suenan
tan lejanas como imperiosas a la vez.
La historia
cobra otra fuerza en esta intensa y atractiva obra, cobra vida en realidad y
eso es más que celebratorio porque nos reubica en el presente –o debería- y nos
hace pensar en el porvenir e incluso las relaciones con los otros, otras. La Historia
con mayúsculas se vivencia en la coloratura local que logran imprimir desde la
dramaturgia, la dirección y un evidente y arduo trabajo de investigación y
búsquedas de largo aliento, como marcan los actores.
Discursos y juegos
“Artigas, el
otro”, hay que decir, está plagado de buenos detalles. Uno de ellos apenas,
resulta pleno de significado y son esos huesos en escena, ya sean conservados,
desparramados o convertidos en otra cosa. Con luces rojas, huesos en el suelo,
el tumulto de unos caballos al galope que va creciendo y espesando el fragor de
la batalla, y dos cuerpos que coreográficamente se desplazan, se recrean
mágicamente unos emblemáticos combates. Hay huesos-caballos, huesos que suenan,
huesos olvidados y huesos en movimiento o mejor, que es preciso mover.
El trabajo
vocal de ambos actores, constituye otro aspecto destacable, pues sobresale en
distintos momentos. Se luce Maín cantando solo y luego, los dos, contando a dúo
otro pasaje histórico en clave de murga.
Detrás de la
organización de todo el material escénico y la estructura dramatúrgica está
Gabriela Trevisani, quien ya dejó demostrado sus dotes de directora en la
premiada “El cruce”. Allí había encarado la adaptación de un cuento, acá, la
directora hilvanó un sinnúmero de discursos de profesores e historiadores con
mirada federal como Mauricio Castaldo, periodistas, biógrafos, adversarios y
aliados de Artigas, que se adivinan con sólo mirar el espectáculo.
Hay palabras
que se hilvanan en distintas escenas y se enuncian o denuncian con gracia y
emoción para considerar en este presente que corre. Pueblo, traición, amistad,
argentinidad, federalismo versus versión porteña de la Historia, son términos que
aparecen para la reflexión de cualquier desprevenido, para seguir hablando
cuando acaba la función, para seguir leyendo o profundizando con otras tantas
lecturas más –como las del profesor Juan Vilar, por caso, un empeñado en
escribir la Historia desde acá- o estudiar y discutir en la escuela. Rebelión,
independencia, república, son otros significantes movilizadores. Y la negritud y
los negros sumados a una causa común y noble, en escena, se aprecia acá como la
reivindicación de un discurso y aportes negados por el pasado oficial. De este
modo, la dramaturgia, mordaz y crítica, enuncia y denuncia con vivaz ritmo y
hace revolear banderas acaso para que las enarbolemos de una buena vez o se nos
hagan carne.
Tras un
proceso de años de escritura y reescrituras, según contaron los actores al
final del espectáculo -arrancaron hacia 2012 con el impulso de Kohner y sus
investigaciones sobre el tema y por una u otra razón, se interrumpía el proceso
creativo-, finalmente lograron cerrar y mostrar.
En suma, arriba
de las tablas, se nota un consolidado trabajo actoral y de grupo. Quienes no la
pudieron ver aún, tienen oportunidad de hacerlo el viernes 9 y viernes 16 de
abril a las 21 en la Escuela del Bardo, sita en Almafuerte 106, Paraná.
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