lunes, 18 de abril de 2022

Por los pequeños mundos poéticos y estéticos

Mónica Borgogno

Los Festivales dan la oportunidad del encuentro y del aprendizaje con los otros, el público, los grupos, los y las organizadoras.

En esta 8va. edición del Festival de Teatro Callejero Corriendo la coneja, pasó eso. Después de tanta virtualidad llegó la hora de atravesar de nuevo el cara a cara, el aplauso, el cuchicheo, el reírse o aburrirse, el buscar el mejor lugar y acomodarse, el abrazo y el emocionarnos.

Si bien no pudo ser en su escenario natural, ya instalado y esperado, en la plaza Roque Sáenz Peña, el girar por distintas salas ubicadas en las inmediaciones de dicha plaza que ocurrió en esta versión, provocó casi sin querer, la puesta en valor de estos espacios como la sala Saltimbanquis (Feliciano 546) y la Casa Boulevard (Ituzaingó 80). En el caso del alicaído sino abandonado Centro Cultural Juan L. Ortiz, fue significativo estar ahí, ocuparlo y transitarlo con teatro, banderines, colores, muestra de fotos, espectadores, artistas.

En esta ocasión, tuve oportunidad de participar con una de mis cajitas de teatro lambe lambe, ese teatro en miniatura que propone espiar por una ventanita una historia breve cualquiera. Junto con mis compañeras del grupo Patí Pamí, de Paraná, fuimos invitadas para mostrar lo nuestro en la última jornada del Festival que tuvo lugar el sábado 16 de abril en la parte exterior de este Centro Cultural (Racedo 250).

Hasta ahí llegamos con “Un vuelo inolvidable” (Pola Ortiz), “Una de piratas” (Silvia Ayala), “Otra Alfonsina” (de mi autoría) y “Un astronauta en la luna” (Marcelo Amorosi).

Ni bien nos instalamos, enseguida se arrimaron los primeros chicos y chicas. No paramos de hacer funciones, incluso para adultos que, curiosos, también quisieron mirar por la pequeña mirilla.

Como bien señaló Yanita Pérez, actriz, vestuarista y una fervorosa militante de esta disciplina, con este teatro portátil, de pequeñas dimensiones, uno tiene al espectador cara a cara, y por lo tanto no puede olvidarse de sus reacciones. “Yo me cruzo con alguien que me dice: Te vi en ‘ ¿Qué hacemos con Ubú?`. Pero yo no vi a ese espectador. En Lambe Lambe, como las funciones son de a uno o dos, sí”, diferenció Pérez quien también es docente de la primera Diplomatura en teatro de títeres y objetos con especialidad en Lambe Lambe que empezará a dictarse en mayo, de manera virtual, organizada por La Máscara Teatro y el aval de la Universidad Nacional del Chaco Austral. 

Así, tuvimos oportunidad de conocer a un par de artistas, convocados en esta edición, que generosamente compartieron información, datos, propuestas, iniciativas para seguir creciendo en red con el Lambe Lambe. 

Pero tras el cierre del festival, con la juntada del final y charla va, charla viene, lo cierto es que me quedé pensando en todas esas reacciones que aún quedaban dando vueltas como un souvenir de esa intensa y linda tarde.

Podría repasar a cada una de ellas, acaso para recordarlas. Por caso, hubo un nene que al terminar la obra, aplaudió, porque sí, espontáneamente. Otro, vino y se fue en silencio. Una nena dijo que le encantó y otra más chiquita con su impunidad y soltura largó: “¿De qué se trata?”. Más tarde, el que había aplaudido vino con un compañero de su edad, al que parecía haber convencido para que asista a la función. Una niña llegó por segunda vez con su mamá para ver de nuevo la obra, otra preguntó si al final iba a salir el cartel de “Fin” y otra más, se interesó por la técnica y quiso ver a los personajes de cerca.


La maestra de clown y actriz Yanina Frankel, del espectáculo “Hasta siempre” de la Compañía Basta (Buenos Aires) también se arrimó a ver “Otra Alfonsina”. La escuché reírse con el churrero y su canto y al bajar la ventanita, me buscó para abrazarme.

Ese, pensaba, es uno de los encantos de esta vieja y a la vez, renovada disciplina teatral que invita al espectador/a la inmersión. En este caso la experiencia sonora y visual propone atravesar una atmósfera a orillas de un mar de broderie y puntillas azules y verdes.

Conocer y reconocer a los espectadores, fascina. Conmover al individuo y su individualidad. Pero también atrapa la creación de estos pequeños universos e historias que dejan asumir sino aflorar los mundos poéticos y estéticos, únicos e íntimos de cada uno/a.

 

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