martes, 14 de marzo de 2023

Una lectura de “La noche ha caído”

Mónica Borgogno


La noche ha caído es una obra basada en textos de Pauline Sales y Coral Aguirre, con dirección y dramaturgia de Gabriel Cosoy.


Puede adivinarse que varios de los textos de estas escritoras, como Groenlandia (Sales) o El espejo del tiempo (Aguirre) por solo citar algunos, pueden haber sido de los más inspiradores para hilvanar esta historia de mujeres capaces de cuestionar, abandonar, resistir el deber ser o asumir un no poder, los múltiples poderes y mandatos asociados a la maternidad. 

La obra, protagonizada por Raquel Freijo, Sabina Piccini y Graciela Strappa, sobresale en la escena local por la dirección de estas actrices que aquí se destacan y lucen por igual.


Los gestos que parecen desencajar del rostro de Strappa, sus miradas punzantes e intimidantes, la fuerza de un cuerpo que la hace madre o policía, también incomodan tanto como lo que dice.
Junto con Freijo y Piccini componen unas madres que se permiten –o no- los descuidos, abandonos, olvidos, de un hijo o hija. Como en coro, sus historias se repiten, insisten, redundan, atosigan, como lo suelen hacer las madres. “Comé otro poquito, dale comé. Llevá abrigo, dale”.


Si la maternidad es la redundancia, la repetición, la insistencia, aquí aparece eso que hay que pronunciar, escuchar y gritar, para subvertirlo y hasta digerirlo.


Distanciarse del hijo como un acto de salud, dejarlo pero no tanto, en Groenlandia -que suena como Disney aunque más lejos- y observarlo, probar cómo sería o hacerlo definitivamente, hacerse la pregunta o ensayar la posibilidad del acto.


Hay que decir que es un trabajo de composición espacial y de personajes muy prolijo y a la vez despojado, que pone el acento más en lo que se dice que en lo que se representa, acaso porque los dardos apunten a los discursos sociales más pacatos y a la vez, más profundamente establecidos, que son los que más esclavitud y dolor provocan.


Un mismo agotamiento atraviesa a las tres mujeres, de tres generaciones diferentes. Es un cansancio tal que actúan para no ser madres por un rato, para reconciliarse con ellas mismas, desear otra cosa que cuidar a alguien.


Mientras, una espectadora agobiada, a sabiendas del tema de la obra, antes de entrar a la sala se pregunta “cuándo termina esto de ser madre” y otra le responde con unas lecturas recientes, ser madre es un trabajo esclavo, para toda la vida.


Con las angustias de la diaria dejadas a un costado, los espectadores pueden aflojar tensiones y reír, pero solo por momentos. La obra no pretende divertir como hacer pensar la época, los roles, las competencias, las diferentes maneras de amar.


El espacio reducido de la sala más pequeña de Casa Boulevard, elegido para esta puesta, espesa y tensa cierto clima de densidad y condensa la o las historias.


Esta propuesta tiene la presencia constante de un muro de imágenes en movimiento que acerca estampas más abstractas, las calles de una ciudad, el ingreso de unos niños a la escuela desde el ojo que podría ser el de cualquier padre o madre. Este aporte audiovisual proviene de Gustavo Hennekens y Victoria Puigcernau. En ocasiones distrae la atención del relato y suma metáfora, complejiza, completa y remata escenas.


La noche ha caído cuenta además con diseño de luces de Beto Lescano, diseño de vestuario de Dani Rudel, fotografía de Ivo Betty, diseño gráfico de Julián Villarraza, realización de utilería de Lau Claus, comunicación a cargo de Aldana Badano y asistencia de dirección de Ángela Martínez.
A partir de mayo se retomarán las funciones que se venían realizando en la sala chica de Casa Boulevard, Ituzaingó 80.

 

 

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