Mónica Borgogno
Cultura, cultura, cultura. La palabra suena y puede tener un
regusto a consumo de pocos, un privilegio de algunos. Algo de eso emerge cuando
una junto a un colectivo de artistas, sale a defender la importancia de las
políticas culturales. “A quién le interesan esas pavadas” suelen definir-denostar
en las redes sociales, al teatro, el cine, la música, los libros, a modo de
virulento retruco.
El propio presidente salió a hablar de privilegios y decir
que en lugar de “poner plata en películas que no ve nadie”, hay que darle de
comer a los chicos desnutridos. Una estrategia discursiva falaz, de manipulación.
Cuando alguien señala que ´nadie` consume tal cosa, en realidad es que quien lo
pronuncia no lo consume y pretende hacerlo pasar por todo el mundo, cuando no es
así. Y hacer bandería con los niños y niñas que pasan hambre y otros
atropellos, es como mínimo perverso.
Estamos por estos días invadidos de
premisas como “el país está quebrado y no se puede gastar en eso” y el famoso “no
hay plata” que conducen a subestimar el valor del quehacer cultural.
Aparte leo el documento que la
mismísima Oficina de Presupuesto del Congreso, en su análisis de los gastos de
cada una de las modificaciones planteadas en el proyecto de ley ómnibus,
recientemente difundido, devela. Allí queda en evidencia que el pretendido
impacto fiscal que ocasionarían los cambios propuestos sobre el funcionamiento
del INT, el Fondo Nacional de las Artes, las bibliotecas populares, el Inamu,
el Incaa, representarían $ 0. Por lo tanto es una gran mentira eso de cortar
por aquí para que haya plata allá. (y allá dónde será, porque hacia dónde quieren
redireccionar, eso nadie lo explica).
“La cultura es la sonrisa que acaricia la canción, y se alegra todo el pueblo, quién le puede decir que no. Solamente alguien que quiera que tengamos triste el corazón”, resume León Gieco.
En fin, ojalá los legisladores
piensen de verdad en lo que están haciendo, hayan escuchado y anotado lo que
plantearon los tantos sectores afectados que se presentaron en las audiencias
públicas y abonen a construir un país más justo y sostenible para los jubilados,
para las presentes y futuras generaciones. Ojalá sean inteligentes y sepan defender
y dar continuidad a las normativas laborales que costó instalar y hacer que se
cumplan. Ojalá no se entregue la televisión pública y su contenido federal y de
calidad, instrumento vital para formar, transformar y llegar a cada rincón del
país. Ojalá nuestros diputados y senadores comprendan que el toqueteo al sector
cultural es un retroceso y en términos económicos… una verdadera desinversión.
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