martes, 8 de septiembre de 2020

Teatro en tiempo de pandemia

 La tortuga, por la plataforma teatrouaifai

Mónica Borgogno

Con esta pieza de Marcelo Allasino, se abrió el sitio teatrouaifai.com y con él, otra dimensión y posibilidad para el teatro en tiempos de salas cerradas, otro modo de seguir actuando y dirigiendo, otra expectación posible y otra forma de seguir reinventando y creando y viviendo de… cuando desde hace meses, si no es la economía es la salud la que confina y mata.

La idea de teatrouaifai.com surgió del mismo Allasino, actor, director, ex director del Instituto Nacional de Teatro. En la actualidad, la plataforma ya ofrece seis obras en cartel, entre las que figuran dos coproducciones de Argentina y España y una de México, por caso.

La propuesta mencionada permite ver teatro en vivo pero desde la pantalla de casa, que es lo único que (prácticamente) se puede hacer por el momento (en algunos lugares se volvió al teatro con distancia entre butaca y butaca y barbijo mediante).

No obstante, hasta aquí, habíamos asistido a funciones de obras filmadas a una o dos cámaras, recuperadas, reproducidas o leídas. Más la asistencia a una función en vivo de Los persas, de Esquilo, que emocionaba sobre todo por la calidad de las actuaciones que se hacían en el Antiguo Teatro de Epidauro, en la cuna del nacimiento mismo del teatro, en Atenas, Grecia. Terminé en estas últimas experiencias confieso, sólo porque eran obras de las que muchos hablaban, que me las había perdido, por curiosidad, pero en la mayoría de los casos, no lograba llegar al final, me distraía demasiado, ya sea porque no se escuchaba bien, un director de cámara decidía a quién enfocar mejor o simplemente porque no era en tiempo presente y eso me distanciaba de la obra. Cuando precisamente, la asistencia a una función, es convivio y territorialidad.

Pero acá, no pasa nada de eso. Uno se prepara para el ritual del teatro en vivo, la ceremonia de ir a una sala que por estos días tanto se extraña. Una se perfuma, se acomoda un poco los rebeldes rulos, se cambia la calza de todos los días y en este caso, se acomoda en el sillón más cómodo. Aunque hay quienes cuentan que lo han vivenciado con la notebook y desde la cama. Unos desde Oro Verde y otros desde Japón, con la misma curiosidad y ganas de volver a ser espectadores, pasar por la misma adrenalina de presenciar ese riesgo del actuar en vivo. “En el escenario hay siempre ese rasgo de accidente, de azar. La escena es espacio de fragilidad humana”, recuerdo bien decir a George Banu y su apología del teatro.

Aquí, hay un sistema pergeñado para que el espectador pueda pagar la entrada y a través del envío de un link, se acceda a la función en el horario estipulado. A diferencia del ¿teatro pre pandemia?, la cita es puntualísima.


Ya predispuestos a disfrutar, uno se ríe a carcajadas con esa boca roja de Matilde Campilongo que ríe y parece temblar a la vez, se reconoce en la búsqueda del contacto del otro detrás de una pantalla, se deja llevar por su sensualidad, y también sufre con sus confesiones, sus padecimientos, sus locuras, sus miedos.

La tortuga, unipersonal protagonizado por Matilde Campilongo, ya lleva 26 funciones y un total de 451 espectadores.

La historia que se cuenta es la de una mujer de más de cincuenta años y un tumor en la matriz -o en la maternidad más bien-, que en diálogo por videoconferencia con una vieja amiga de la adolescencia, recuerda un amor y un embarazo no deseado. Es tal vez, la historia de viejos dolores hoy transformados en agujeros.

Campilongo sostiene, hay que decirlo, tan en primer plano, un personaje increíble. También se aleja de la cámara, sale del cuadro o muestra sólo sus piernas, pero cuando se va, sólo nos hace desear que vuelva al primer plano, tenerla cerca. Es la corta distancia y la copresencia que nos falta.

Capítulo aparte es ese atuendo que porta y que semeja una bata pero de tan colorida y única, impacta y luce como signo de los retazos de todo lo que fue y es este personaje.

Una de las cosas más sorprendentes es que el monólogo en cuestión, fue escrito mucho antes de que las videoconferencias tengan el protagonismo que hoy tienen pero además, es una historia que enuncia una femineidad o varias, la estela de la adolescencia y la sexualidad mal barajada, las amistades, los amores, los hijos y los no hijos.

Después de la experiencia, nos quedamos a aplaudir y hablar con la actriz y el autor-director, a través de la plataforma zoom, que termina completando la novedosa propuesta. Primero no andaba mi audio, después sí, y finalmente pudimos establecer contacto a la distancia, no menos real que lo vivido en la función, para decir que nos había impactado y felicitar a sus hacedores/as.

Hagan la experiencia, ¡se lo recomendamos!

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