Reseñas
Un Tiempo detenido
Querido Zeitlin (Eudeba) aparecido el año pasado, con un sorprendente y lúcido prólogo de Solana Schvartzman, es un trabajo excepcionalmente valioso de/sobre César Tiempo, el otrora famoso escritor, editor y periodista nacido en Ucrania en 1906 pero antes de su primer año de vida, ya radicado en Argentina junto a su familia.
Incluido dentro de la Serie de los
dos siglos -dirigida por Sylvia Saítta y José Luis de Diego-, el libro reúne
una selección de cartas escritas o recibidas por Israel Zeitlin más conocido
por su seudónimo César Tiempo, entre los años 1930 y 1976 por la que desfilan
nombres de muchos protagonistas de la cultura y el teatro argentinos y de todo
el mundo. Así este Querido Zeitlin se
derrama en las relaciones que el autor mantuvo con personalidades y artistas
del país como Juan Filloy, Enrique González Tuñón u Horacio Quiroga; de la
región litoral como Carlos Mastronardi, Alberto Gerchunoff, o el dramaturgo
Samuel Eichelbaum y sus vínculos con instituciones, territorios y creadores de
influencia nacional e internacional como Gabriela Mistral, Rafael Cansino
Assens, Ramón Sender o Alfonso Reyes, entre otros tantos. En esas cartas se
filtra el impacto de las políticas de la época y los vaivenes del país, las
condiciones de salud del autor, sus diversificadas y variadas lecturas y la circulación
de sus libros.
En el escrito que mandara al
intelectual y gestor cultural Máximo Yagupsky (nacido en La capilla, paraje del
departamento Gualeguaychú), bien describe, por caso, la situación por la que
atravesaba en 1968: “… usted no tiene idea en el zarembeque en que vivo. Debo
trabajar como una manada de animales (que trabajan) y nada alcanza en este país
donde los ricos se enriquecen vertiginosamente y los pobres estamos más pobres
que la sámara del olmo”. En otras misivas, también pueden leerse los esfuerzos
que Tiempo hizo, estando al frente entre 1952 y 1955 del suplemento cultural de
La Prensa nacionalizada y absorbida por la CGT así como en otras, surgen los
embates contra el antisemitismo y las censuras.
Autor olvidado según el texto de Schvartzman,
como Isidoro Rossi o Claudio Martínez Payva, con éste último es con quien
Tiempo más podría asociarse tal vez: ambos peronistas, ambos provenientes de
clase baja, ambos ignorados, discutidos o negados por décadas.
Las 150 cartas –género literario en
extinción, si los hay- rescatadas del fondo documental de
En el libro del poeta, periodista y
dramaturgo boedista (El teatro soy yo,
1933; Alfarda, 1935; Pan criollo, 1937; Andrómeda o La belleza victoriosa, 1939; Zazá porteña, 1945) -también director del Teatro Cervantes entre
1973 y 1976-, se develan sus aristas identitarias y sus movimientos
filiatorios, su fe judaica pero también las tensiones al interior y al exterior
de los campos de la comunidad y de los destinos políticos argentinos.
Una gran edición ésta que trae
otras viejas voces, que dialoga con los tiempos presentes y con los Tiempos que
nunca cesan.
Sobre dramas de desarraigo
¿Permanecer
o irse? Territorios e
identidades en el teatro del litoral, tal el último título de Guillermo
Meresman en la editorial independiente Azogue Libros, que llega con apoyo del
Consejo de Teatro Independiente de Entre Ríos (ConTIER), fue presentado
recientemente en
La publicación es parte resultante de la convocatoria realizada por el nuevo organismo, y del proyecto de difusión de aspectos de la historia teatral entrerriana del investigador, director y editor.
El título recupera una pregunta que
se hiciera el poeta y ensayista oriundo de Nogoyá, Antonio Turi, en un artículo allá por la década del 60, en el que hacía referencia a César Iglesias Paz y el
desarraigo o dilema que lo aquejaba al igual que a tantas generaciones de
artistas. “¿Figuraría su nombre en las merecidas páginas que le dedican las
historias del teatro argentino de haber permanecido, obediente al sedentario
consejo del viejo Vizcacha, en su nativo Yeruá?”, reflexionaba Turi. Meresman trae
a colación dicho interrogante en sus palabras preliminares, y bajo esa premisa
ensaya una mirada “no hegemónica de la historiografía del teatral nacional” en
torno a la vida y obra de otros autores de Entre Ríos y también de Santa Fe.
Así es como en un total de ocho
artículos o ensayos seleccionados, a los que se suman más de diez registros
fotográficos, muchos de ellos inéditos, repasa y analiza las trayectorias y
recorridos, orígenes, influencias, identidades de creadores como Juan Carlos
Ghiano, Miguel Ángel Pepe, Lito Senkman, Claudio Martínez Payva, Gaspar
Benavento, Isidoro Rossi.
Ya desde la tapa, el libro ofrece
una perspectiva antigua de la ciudad capital, con el protagonismo del Teatro 3
de Febrero y otros edificios urbanos aún hoy reconocibles. Pero la mirada del
autor es panóptica, cruza el Paraná e incluso avanza hacia el Uruguay, se
detiene en los rostros de los autores arriba mencionados, espía escenas de obras de Isidoro Rossi, Luis Minaglia o Gabriel Cosoy; reúne
en documentos desconocidos a los grupos Casacuberta o La escena y refresca la
memoria de los tiempos de la dictadura, de la obra de César Iglesias Paz y de
muchos teatristas de Santa Fe y la provincia.
Con este nuevo libro del investigador
Meresman, posterior a las Obras
dramáticas reunidas de Isidoro Rossi,
Azogue Libros se pone al frente del área editorial del teatro en la región. La cantidad
y calidad de los textos, abre la esperanza para que los teatristas del litoral
puedan seguir accediendo a textos dramáticos, estudios y crónicas del quehacer
escénico en la zona, así como conocer la ubicación de cada una de las figuras
en el mapa del teatro nacional de su época y el diálogo con las compañías,
salas y públicos de entonces. En efecto, en un párrafo a propósito de una de
las obras de Martínez Payva y su derrotero, parece sintetizarse ahí, algo de
los entrecruzamientos de la producción dramática y sus puestas, que se dieron entre
uno y otro rincón de esto que se define como litoral: “En relación con La isla
de Don Quijote, dirigida en Rosario del Tala por José Miguel Pais, padre del
destacado teatrista, gran autor y director santafesino Carlos Pais, permitieron
al autor compartir anteriormente el éxito de la compañía del binomio de
capocómicos, el reconocimiento en Madrid (1922) y posteriormente, que la pieza
fuera dada a conocer por numerosas ciudades de la Argentina merced al reestreno
de la compañía de Carcavallo”.
El libro en cuestión ya empezó a girar y circular por elencos de la provincia, bibliotecas y librerías de la región, en busca de sus más ávidos y específicos lectores.