A 40 años de la muerte de Manucho
Poquito antes que se cumplieran cuatro décadas de la desaparición física del escritor Manuel Mujica Lainez, a fines del 2024, el Fondo de Cultura Económica reeditó en su Serie Viajeras/Viajeros, la atractiva antología de crónicas periodísticas titulada El arte de viajar.
Con selección y prólogo de Alejandra Laera, en un enorme trabajo de investigación que se agradece, el libro recoge gran parte de los textos escritos entre 1935 y 1977 en los recorridos por el mundo del autor de Bomarzo. Según rescata la prologuista, Mujica Láinez puso en evidencia en estas crónicas editas e inéditas, no sólo la convicción temprana acerca de su vocación, sino también su percepción del mundo y los modos de moverse en él.
Épocas de guerra, de posguerra, de
crisis y de vanguardias, son narradas desde un lugar diferente, según señala
acertadamente Laera, por el colaborador de
El autor camina fascinado entre las
ruinas (de Europa, Sudamérica o Asia), y devela en cada paseo observaciones
sobre grandes artistas, incluso de la historia del teatro universal, sus
territorialidades y personajes. Persuade sobre la eternidad de ellos, con una
mirada a veces crítica y a veces condescendiente sobre el multitudinario
turismo. En éste sentido son particularmente atractivas, las crónicas dedicadas
a Atenas, sus templos y genios; Stratford-on-Avon, sus monumentos y voces;
Weimar y los fantasmas de los poetas Goethe y Schiller en su cripta.
Acierta Manucho a inmortalizar
perfumes, brisas, paisajes y gestos de los otros pasajeros que con él van a
China, Perú, Japón o el Reino Unido; Bolivia, Suecia, España, Italia o Francia...
Pero esas ruinas y tumbas visitadas son sociales más que históricas, producidas
por la acción del hombre.
Con suma experticia, revela
informaciones, lecturas y relaciones de su tiempo y su persona,
considerablemente marginada dentro de la literatura argentina de éste nuevo
siglo (que ya va por su cuarto!).
Este es un grueso volumen de más de
360 páginas, de amena e interesante lectura del escritor viajero, tantas veces
censurado o perseguido.
A la vez que ofrece un umbral al
estilo siempre pulcro del escritor que se radicaría al final de su existencia
en la finca El Paraíso de Córdoba, donde fallecería, luego de darle la
bienvenida al entrerriano Juan Carlos Ghiano en