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martes, 9 de noviembre de 2021

Festival de Teatro de Rafaela 2021, para volver a celebrar y encontrarnos

Mónica Borgogno /Guillermo Meresman

En su 16ª edición el Festival de Teatro de Rafaela se prodigó durante una semana completa, del 29 de octubre al 7 de noviembre. Fue una edición muy particular, luego del obligado receso del año pasado, que público, artistas y prensa celebraron en la Perla del Oeste santafesino.

Como siempre, los circuitos de funciones, las instancias de formación y encuentros, dibujaron nuevos tránsitos y presentaron a los visitantes, un patrimonio cultural excepcional, del que los rafaelinos están muy orgullosos. Así, el slogan de esta edición, acertó al ser “Una ciudad en escena”.

Desde hace 15 años el FTR es un acontecimiento a escala nacional. Paulatinamente fue creciendo y mejorando hasta llegar a tener el prestigio actual. Un numeroso equipo de productores, comunicadores, gestores y colaboradores, además de la comunidad en su conjunto, son quienes prácticamente vienen garantizando hace más de una década, su “éxito”: los resultados de los que los números hablan. Pero de lo que también son elocuentes, son los momentos únicos y emociones que despiertan las obras y los diálogos con su público.

Diversidad, jerarquía escénica, solvencia organizativa –que sabe conciliar intereses públicos y privados-: casi un milagro en la realidad pandémica y la coyuntura argentina.

Programar

La Otra Butaca asistió a espectáculos inolvidables y hermosos, llegados de Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, más una propuesta liminal de audio obra que provino de Córdoba. Todo lo demás, que fue mucho, fue producción local. A las dos obras locales elegidas por un jurado, se sumaron cuatro propuestas surgidas de Laboratorios de Creación Escénica, de la que participaron unos 50 actores y actrices de la ciudad, con asistentes locales y directores invitados.

Esa fue tal vez, la característica distintiva de esta edición, la gran apuesta a la formación y profesionalización, la posibilidad de incluir a jóvenes en un proyecto creativo y el dar nuevos espacios y legitimación a un sinnúmero de talentosos artistas callejeros que hay en la ciudad y no tienen donde mostrar lo que tan bien saben hacer.

Disfrute

En la función de "Kinematos", una nena
aprovechó el palo chino libre... (foto de La Otra Butaca)
El circo estuvo presente en la programación 2021 –esta vez sin carpa- con Kinematos, de Ana Clara “Qu” Manera y Martín Umerez, una dupla de artistas marplatenses formados en la reconocida Escuela La Arena, que ya han recorrido medio mundo con sus destrezas en palo chino. En Paraná supieron actuar con el Circuito del Instituto Nacional del Teatro (INT). Ahora se aprestan a estrenar en el verano su nuevo Noso.Tres, a raíz de su hijo de meses, que los veía romper las leyes físicas desde el perímetro de la pista. Desde Mar del Plata gestionan el Festival Hazmereir y mientras tanto cautivan a su paso y ostentan una marca record: sus mil presentaciones con sus andanzas y números perfectos.

Una de las funciones se hizo en el imponente salón de la Sociedad Rural, jugaron con el público presente y deslumbraron con piruetas para nada “aburridas”. Pues en las devoluciones junto a la prensa contaron que tuvieron una maestra muy exigente, que cuando se deslizaban por el palo, si no llegaban a ras del suelo, les decía: ´aburrido´. En esas rondas, también confiaron parte de la magia que provocan: “No me interesa hacer piruetas si no me cuentan otra cosa. Nos gusta cargar una narrativa y usar el truco para el remate”, resaltó la acróbata. En otro tramo de las conversaciones aclaró que han girado mucho por Europa porque hay productores, un circuito y un mercado para artistas de circo, que Argentina carece.

Escena de "Un domingo" (foto de La Otra Butaca)
Una de las tantas escenas divertidas de la loca familia de "Un domingo" (foto de LOB).












 

En una de las jornadas, en el Lasserre, se vio Un domingo, trabajo de la cooperativa cultural Proyecto Migra (Buenos Aires). Con dirección del francés Florent Bergal, el elenco de Juan Carlos Fernández, Sofía Galliano, Gabriela Parigi, Tomás Sokolowicz, Florencia Valeri y Tato Villanueva, interpretó a una familia dudosa, donde todo parece posible. Un mundo ridículo e inquietante, que al concluir, hizo llorar a más de uno, por la emoción contenida, por la imaginación, la resiliencia y fuerza del teatro actual del país. Cada uno de los actores y actrices tiene en este espectáculo, su momento de lucimiento con malabares, equilibrio en altura, acrobacias, baile o tiro con arco, además de la gracia y singularidad de cada personaje, sea el novio tímido, el padre -patriarca que nadie respeta demasiado, esa madre atrevida y gozosa, las hijas, una amarga, la otra más querendona, y un tío u otro candidato, no se sabe, que también recala en esta colorida y disparatada familia.


De carne

Carne de consumo personal (Gustavo Conti)
En tanto en la Máscara estuvo Carne de consumo personal, un espectáculo de Jorge Thefs que se aproxima al biodrama, para contar y mostrar el dolor de un cuerpo que no responde a los estereotipos. La propuesta fue una de las que dio lugar a debates y charlas posteriores sobre la normalidad, la disidencia, la discriminación, el teatro, los cambios de época, que siempre vienen bien.


Bailemos... (foto Gustavo Conti)
Otras de las propuestas que también movilizó, fue la pergeñada por Ariel Dávila y Cris Ruf de la compañía Bineural Monokultur. Esta audio-obra, en Pasaje Carcabuey, hizo danzar a los asistentes y celebró la vida, como bien adelanta su título ¡Bailemos... que se acaba el mundo! Es un trabajo conceptual y emotivo a la vez, que invita a poner el cuerpo, a marchar, a pensar en la finitud, a tomar conciencia de lo que se tiene, de lo maquinal, espontáneos o seductores que podemos ser con un simple movimiento. Es una obra que propone escuchar en un mundo teñido de sordos y a poner en práctica el “eppur si muove”.

De lo mejor

Esa amistad de la primaria, retratada de manera magistral
y desopilante en "Perdón" de Sutottos. (Foto de LOB)
Perdón del grupo Sutottos y Que todas las vaquitas de Argentina griten mu, ambos de CABA, estuvieron entre los puntos altos de este FTR. En el primer caso, la propuesta del binomio Gadiel Sztryk y Andrés Caminos pone a jugar ciertos mitos de la argentinidad –la amistad, la primaria y sus recuerdos- y los encuentros de dos personajes desopilantes. 



El histrionismo de la pareja, como todos los demás componentes de la obra, lucen reperfilados y adecuados, en esta nueva creación, la octava, de los Sutottos. 

En la ronda de conversaciones con la prensa, los muchachos hablaron también de la culpa como material primigenio, su larga relación personal y profesional, que los llevó, los está llevando lejos. A propósito, su espectáculo Inestable ya lleva seis años en Buenos Aires, y promete más funciones.

Un momento de "Que todas las vaquitas..." (G. Conti)
En el segundo caso se trata de una producción muy divertida, llevada adelante también por intérpretes poderosos e imaginativos como Cristian Jensen, Emiliano Formia, Facundo Livia Mejías, Juan Isola, Ximena Banus y Eugenio Tourn. Así, Que todas las vaquitas..., de Juan Francisco Dasso y el grupo Mínimo, sorprendió con una gran puesta en escena que fue celebrada en dos funciones con mucho público. Al virtuosismo de los actores y Banus, el elenco valoró la capacidad de Dasso para enhebrar las tres historias de este tríptico. La primera, inspirada en el Ayax de Sófocles, la segunda en el Stefano de Discépolo y la tercera en la farándula de los ’70. Desde la parodia y el registro del varieté, con los aportes del director, Grupo Mínimo llegó al “máximo” de su producción, como dijeron en chiste en la ronda de intercambios de pareceres.

Laboratorios

Merece un capítulo aparte, además de los seminarios que se suelen incluir en cada festival, la incorporación por primera vez al programa oficial, de las puestas resultantes de los cuatro Laboratorios de Creación Escénica dictados por distintos referentes, que conquistaron la participación de artistas locales provenientes del arte callejero, de la danza, la plástica, la música o el teatro más convencional. Tras ese trabajo, se estrenaron las piezas finales Tierra de nadie (Emiliano Dionisi), Frutos del bosque (Emmanuel Calderón), Noches blancas (Jorge Eiro) y Los encuentros (María y Paula Marull) que prometen continuar durante el próximo verano. En todos los casos, el proceso permitió diferentes grados de experimentación y habilitó la creación de los artistas de la ciudad. Sembraron ganas, curiosidad, necesidad de continuidad, en una ciudad que quiere robustecer su campo teatral así como su equidad distributiva. Estos trabajos sumaron además otros espacios, espectadores y energías, lo que no dejó de ser valorado por el secretario de Cultura del Municipio, Claudio Stepffer y el director del festival, Gustavo Mondino.

Todos los artistas en escena, arriba del
Cine Teatro Belgrano (Foto de LOB)

Entre esos trabajos, uno de los más más intensos y bellos quizás fue Tierra de nadie, dirigida por Emiliano Dionisi, donde el mismo público rafaelino pudo identificar a sus artistas callejeros, de pronto en medio del escenario del Cine Teatro Belgrano, y reírse y deslumbrarse con ellos, verlos con otros ojos y aplaudirlos de pie. En una ciudad –que como en otras tantas- tiene una ordenanza municipal que prohíbe y persigue el trabajo de los artistas en la calle, la pieza reivindica, dignifica y como ninguna, le da un protagonismo al arte callejero, las acrobacias y la magia, que emociona.

Al aire libre

Dionisi además sumó su versión de la comedia Sueños de una noche de verano de Shakespeare, en el escenario del Parque Educativo Municipal Norberto Besaccia. En esta adaptación del clásico mostró una trama plagada de enredos, guiños, complicidades, con su particular estilo y su dramaturgia en rima.

El versátil elenco de "Sueño" (Foto La Otra Butaca).
La solvencia de cada uno de los integrantes de la Cía. Criolla: Lucía Baya Casal, Ramiro Delgado, Julia Garriz y el propio Dionisi, en el despliegue, casi sin respiro, de un sinnúmero de personajes desopilantes, hacen reír a chicos y grandes.

Hay que destacar la actuación de la Comedia Municipal de Rosario que se hizo presente con La medicina de Molière, con dirección de Adrián Giampani en el Predio Roque Sáenz que estuvo al cierre de la edición y Las vengadoras, de Bernardo Cappa, con cuatro actrices, en las primeras jornadas en el Anfiteatro Alfredo Williner, una y otra celebradas por los espectadores.

Eso no fue todo. La propuesta de este año se completó con Ana y Wiwi, de Lorena Romanin, Destino insular, La elegida, La casa de las Palomas, Nombrarte recuerdo, Qué hermosa kermesse y El danzón de Alejandro Viola y Los amados, que reunió a cientos de espectadores que disfrutaron de sus músicas e interpretaciones al aire libre.

Las localidades de Suardi y Ataliva, fueron una vez más, los otros brazos con los que el Festival logró expandirse, arrimando una parte de su programación.

En suma, el regreso a los festivales de teatro, y de éste en particular, demuestra que el encuentro con el arte, los artistas y sus universos estéticos, es vital.

 

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