Acabamos de recibir los últimos cinco libros de Mágicas
naranjas, una editorial amiga que en pocos años ha construido un catálogo de
cuidado diseño, muy originales, pensados, escritos e ilustrados “para pequeñxs
y grandes lectores de poesía”, como destacan sus hacedores Hilda Fernández
Oreiro y Gustavo Gottfried.
Sus libros tienen “voces consagradas y jóvenes promesas de la poesía contemporánea”, como Circe Maia, Arnaldo Calveyra, Irene Gruss, Natalia Méndez, Walter Cassara, Manuel Duarte, entre otros tantos.
El diseño e ilustración de cada ejemplar, merece una oración
aparte porque componen poesía visual, o algo así. No sabemos bien cómo decirlo
pero el trabajo de María Valeria Chinnici, a cargo de tal tarea, es más que
esmerado, tan bello como los poemas con los que parece componer otro texto más.
En este caso, hablaremos de Abecedario de Roberta Iannamico, Función de circo de Hilda Fernández Oreiro, ambos de pertenecientes
a la colección Semilla que “reúne series de poemas de gran unidad y potencia
que merecían ser conocidas”, como se lee en su contratapa, más aún en “estos
tiempos”, es cierto.
En estos casos, los libros incluyen un prólogo que comparte
parte de la génesis de los textos y del proceso mismo de la creación y
publicación, las idas y vueltas, corrección, recuerdos, dudas, consultas,
esperas, viajes, lecturas inspiradoras, juegos, hasta que los poemas se van al
papel y constituyen las páginas de un volumen pequeño y colorido, de modo de ir
de mano en mano.
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Una de los poemas de Abecedario |
28 letras es la
resultante de un trabajo de investigación que condensa “historias,
transformaciones, cambios y también malos entendidos” en torno a cada una de
las letras que componen un alfabeto. Hojeando estas páginas, una se topa con
otros poemas de Hilda F. Oreiro, en los que también juega con cada una de esas
piezas mínimas que tiene cada lengua. Junto a Cecilia García Corradi, las
autoras recuperan una suerte de pasado de las letras con la estrategia y la
belleza de lo simple, bien cuentan el origen y vaivenes del surgimiento de la A
–de los fenicios a los griegos y luego a los romanos-, por caso, o de la j, una
de las más jóvenes del alfabeto español, aseguran y en texto aparte agregan que
proviene de Asia, de lenguas semíticas, y que es la más pequeña “…Cuando
alguien no tiene idea de algo … solemos usar la expresión “no sabe ni jota”…
significa que no conoce ni sabe la letra más pequeña , ni la cosa más
insignificante”.
En tanto Siembra
de María Wernicke es una suerte de “resistencia poética” tal como define a este
libro nada más ni nada menos que el escritor e ilustrador Istvansch. Parece una
historia de seres en un planeta de lo inexplicable, de las puras preguntas, que
se predisponen a sembrar y construir, tal vez nuevos y mejores tiempos.
En fin, ¡celebramos la apuesta editorial de estos magníficos
librazos!