Vistas de página en total

domingo, 26 de octubre de 2025

Lo que vimos

Reseña de El muerto que baila

Mónica Borgogno

Nuevas funciones de El muerto que baila, “una versión muy libre, bien litoraleña, danzada y payaseada de la novela Doña Flor y sus dos maridos, de Jorge Amado”, según define el mismísimo elenco, pudieron verse este fin de semana en Casa Boulevard.

En un registro clownesco y un ritmo que no deja respiro al espectador pero tampoco a los actores que corren entre bambalinas de un lado a otro, la pieza recrea un clásico de la literatura y cine brasileño de los años 60 y 70. El argumento, a los ojos del presente, es un hallazgo en la escena actual de Paraná, pues reactualiza y revitaliza, con humor y poesía, la perspectiva de género y las conquistas del feminismo, sin necesidad de bajar línea ni subestimar al público.

“La fantasía cómica (…) nacida de la vida y emparentada con el arte, ¿cómo no habría de decirnos también algo sobre el arte y sobre la vida?” se plantea Bergson en su estudio sobre La risa. Y más adelante, sintetiza: “Fuera de lo que es propiamente humano, no hay nada cómico. Un paisaje podrá ser bello, sublime, insignificante o feo, pero nunca ridículo”.

Por tanto, lo que nos hace reír nos hace pensarnos, podríamos agregar.

La seducción, el amor, los tropiezos o indiferencias, el roce, el sexo, el goce o su ausencia, emergen en esta reversión llena de picaresca, musicalidad y baile que contagian hasta al más desprevenido. Y nos hace reflexionar sobre lo ridículos que podemos ser en la vida social, afectiva o íntima, en lo que ofrece y quita una vida de pareja, o en la felicidad de los gestos pequeños y cotidianos.

Trabajos actorales sorprendentes,
muy bien dirigidos por E. Caridad.

Gustavo Bendersky, Nahuel Valiente y Constanza Sampietro, son aquí actores capaces de componer un sinnúmero de personajes en un verdadero santiamén, de lucirse como bailarines y hasta acróbatas por todo el escenario, arriba o detrás de un armario que por momentos es un bar de pueblo y por otros, un espacio que esconde personajes, fantasías, objetos. El despliegue escenoplástico así como el lucido y resaltado vestuario, con las telas y colores precisos, utilizados para cada ocasión o personaje nuevo, para hacerlos volar, seducir o reír aún más de lo que ya dicen los actores y la actriz con sus gestos y miradas exageradas, es mérito de Andrea Fontelles.

En tanto Ezequiel Caridad, quien desde hace años viene formándose, formando y sobre todo destacándose como actor en piezas recordadas de clown como lo fue la reciente Vida y vuelta, aquí se pone al frente del elenco en una coproducción de la Compañía teastral y De lo Urgente.

Celos, tristeza, desencanto, recato o pasión, son los motores de esta historia y cualquiera, que emerge en medio de contextos de bailes populares y celebración. La danza al compás de ritmos litoraleños y luego, del reconocible baión El negro Simón -acaso para remitir al origen de la producción del país vecino y sintetizar una escena carnavalesca-, irrumpe para el encuentro, el entramado amoroso o para una significar una soledad que también puede ser placentera, un cuerpo que no necesita hablar sino soltarse. Coreografías todas orquestadas por Constanza Sampietro y Andrés Vega.

El diseño de iluminación, vale puntualizar, por cuenta de Oscar Lescano, resalta y crea los climas de intimidad o algarabía que requiere la obra.

La obra tiene el poder de contagiar una alegría increíble, se sale de la función en un estado de sonrisa dibujada que permanece al recordar las pelucas desprolijas y los gestos alocados de un policía, un borracho o muchacha, las mil estrategias de acercamiento hasta la consumación sexual sintetizadas con tanta gracia o bien ese momento en que el clavijero de la guitarra toca sin querer o queriendo el culo de la amada como remedando el gran final de la película Doña Flor y sus dos maridos.

La próxima función a agendar es el domingo 16 de noviembre a las 20 en el Centro Cultural Juan L. Ortiz de la capital entrerriana.

domingo, 5 de octubre de 2025

Más libros

En nuestra querida sección Publicaciones recibidas, esta vez reseñamos tres volúmenes más, tres lecturas imperdibles. No se lo pierdan, búsquenlas en bibliotecas y/o librerías. 


Una década del gran autor

Rodolfo Walsh. Cartas a Donald A. Yates (1954- 1964) (Ediciones de la Flor, Bs. As., 2021), con Presentación, notas y traducciones de Juan José Delney y contratapa de Pablo De Santis, este libro recoge el extraordinario documento sobre el desarrollo del género policial en Argentina, y constituye uno de los últimos aportes a la cultura nacional del fundador de la editorial Daniel Divinsky.

Es difícil pues que esta circunstancia del reciente fallecimiento de Divinsky a los 83 años, no realce su trabajo de difusión con las obras de Walsh, Quino, Fontanarrosa o Eco. En un momento, por cierto, de gran retracción de las industrias sin humo…

En el transcurrir de las 31 cartas, en las que los veinteañeros escritores y editores amigos van forjando encuentros, opiniones y producciones fuera del cánon tradicional, nos hallamos ante el portentoso autor, creador de la No ficción, y también, de recordadas piezas teatrales como La granada y La batalla.

Walsh es pues el mismo y otro que el que unos años más tarde, abrazará la militancia peronista y concretará el guión del afamado y conmovedor film Operación masacre (1973). De Santis lo explica así: “Dos personajes merecen amplio espacio en estas páginas: Borges y Perón. A través de sus reflejos, Walsh busca retratar a la Argentina, pero secretamente se retrata a sí mismo. Su defensa de la obra de Borges (…) es inspirada y aguda. Desde el comienzo de su carrera literaria hasta su violento final, Walsh vivió muchos cambios, pero conservó el amor por la concisión y el hechizo de su prosa”.

Este rescate del archivo de Yates, es un delicioso trabajo sobre el género policial: un sorprendente puente entre el crimen en un cuarto cerrado y el fusilamiento a cielo abierto, de uno de nuestros escritores mayores del siglo pasado… y de éste.

 

De presencias y ausencias

Este año, hace pocos meses, Random House publicó de César Aira, un nuevo volumen que bajo el título Actos de presencia, reúne algunas de sus disertaciones ofrecidas entre 1989 y 2021. “Persistente candidato al Premio Nobel”, según detallan en solapa los editores, el autor de Coronel Pringles traducido a más de veinte idiomas, siguiendo el alocado ritmo de su producción, juntó aquí once textos ensayísticos o artículos más breves, que consiguen “que uno suspenda la incredulidad también leyendo crítica” (Matías Serra Bradford).

En efecto, la contratapa sin firma se afirma: “Aira exhorta a la superación de la ceguera del urbanita que sin tiempo para nada es incapaz de demorarse para observar la maravilla del mundo”. Puro juego y goce, la literatura implica un cachetazo a cualquier hábito que “amenace con adormecer la sensibilidad o impida la sorpresa”.

Acaso el cenit del libro sea precisamente la última charla brindada en Río de Janeiro en abril de 1989 con el título de “Nuestra semilla tropical”. No obstante, el también autor del Diccionario de autores latinoamericanos -reeditado el año pasado por Paidós-, ya en el breve texto precedente, sobre “La innovación” (Gualadajara, 1991), y en las conferencias ofrecidas en distintas oportunidades en Rosario o la de Oslo, en 2017, inventa, se divierte y entretiene inteligentemente a los miles de lectores diseminados por el ancho orbe.

Vanguardias, escenas y voces quedan insinuadas en la tapa del volumen, por esta adiamantada esmeralda que como un trompo, o una tromba, no deja de girar y girar y reformularse como las piecitas de un caledoicospio colorido y múltiple.

 

Lo que vimos (y lo que no)

Tal como fundamentó en la presentación en Casa de la Cultura de Entre Ríos en el marco del 40° Encuentro Entrerriano de Teatro, el fotógrafo Omar Lagraña, autor junto al escritor Fernando Belottini de la reciente aparición de la edición apoyada por el Consejo de Teatro Independiente de Entre Ríos, Lo que vimos recoge más de treinta comentarios y fotografías de espectáculos presentados en la Sala de Pueblo Viejo de Concordia en la bienal 2022/ 2023.

Si bien estas reseñas y fotos conocían una existencia digital en un medio local, y algunas de las propuestas escénicas tenían cierta antigüedad o resonancia en el medio, ahora quedan compiladas, reunidas e impresas en lo que es un valioso aporte para la memoria de la escena entrerriana reciente. 

La calidad de la publicación de la editorial Dunken, se valora en el detalle de las coloridas estampas de las obras presentadas, pero además el libro contiene un prólogo de la teatrista y psicóloga Rosario Correa, que profundiza en ideas que hacen al teatro, a los trabajos de edición y la importancia del registro de lo escénico.

"Estas reseñas desafían al teatro y su verbo evanescente", resalta Correa y más adelante agrega: "Reinvindicar la importancia del público como testigo , es uno de los ejes medulares de esta obra que entrelaza imagen, reflexión y aguda sensibilidad".

Así, hojeando las páginas del libro, podrán revivirse recuerdos de expectación de obras que recorrieron distintos escenarios de la provincia así como se podrá conocer o deducir más de las puestas o elencos de una ampliada territorialidad. Por caso, se observan hermosas tomas de Un eco más (estrenada en 2014 por el grupo Metamorfósis, distinguida como mejor producción del año), 5438. Un policial bien argentino (de Teatro del Bardo), Medea va (La rueda teatro y Edgardo Dib) y ¡Afuera! (2010, el unipersonal de Gustavo Bendersky), entre algunos de los significativos estrenos de los últimos años de Paraná, entre otras tantas, que pasaron por distintos escenarios del país y también por el espacio independiente de la Capital del Citrus. Asimismo también hay reseñas y fotografías dedicadas a producciones llegadas de Córdoba o de Rosario. Las artes escénicas locales, de Concordia, Villa Elisa, Gualeguay o Gualeguaychú, ocupan un lugar importante y dan cuenta de los recorridos de la producción entrerriana. 

Los textos de Belottini, que dan cuenta de lo visto como espectador de cada una de las 36 obras que se incluyen y se pueden rememorar una y otra vez merced a este libro, apuntan, junto con las fotos de Lagraña, a generar una mirada reflexiva sobre el teatro independiente, suman una serie de resonancias y lecturas ampliadas e interrogantes que en cierto modo, son una invitación a salir a consumir menos pantallas y más ritual teatral. Y eso se agradece.