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jueves, 25 de marzo de 2021

Reseña

 “Artigas, el otro”, ese que te hace pensar en la libertad

Mónica Borgogno 

La dupla Juan Kohner-Andrés Maín está demostrado que funciona. Son dos buenos actores que reparten y exhiben, casi obscenamente, mil y un gestos, posibilidades. Esta vez se los vio en “Artigas, el otro”, una producción de Teatro del Bardo que estrenó en septiembre de 2019, luego vino la pandemia y congeló las actuaciones, giras, escenarios: no pudieron hacer más funciones hasta el sábado 13 de marzo de 2021, fecha que constituyó una suerte de “segundo estreno”, si cabe tal figura.

Juan Kohner y Andrés Maín, dirigidos por G. Trevisani.

Una urna en el medio de todo y dos Blandengues en torno a los restos del prócer, para resguardar la integridad de unos huesos o contagiar respeto por esos que levantaron banderas y pelearon por ideales. Con esa imagen y algo más, podría decirse que comienza esta pieza teatral. Al costado del escenario, un micrófono y atril, indica que todo estaría listo como para un homenaje que en realidad no sucede tal como se lo espera.

Con humor y guiños al público, empieza a rodar otro tributo al militar y estadista rioplatense, en el que los integrantes del cuerpo de Blandengues repasan traiciones, amistades, gestas, acciones, palabras. En esa mirada retrospectiva no falta el cuestionamiento a la cristalización de algunos próceres argentinos, la patria, la identidad o las ideas de libertad o república que a los ojos del hoy suenan tan lejanas como imperiosas a la vez.

La historia cobra otra fuerza en esta intensa y atractiva obra, cobra vida en realidad y eso es más que celebratorio porque nos reubica en el presente –o debería- y nos hace pensar en el porvenir e incluso las relaciones con los otros, otras. La Historia con mayúsculas se vivencia en la coloratura local que logran imprimir desde la dramaturgia, la dirección y un evidente y arduo trabajo de investigación y búsquedas de largo aliento, como marcan los actores.

Discursos y juegos

“Artigas, el otro”, hay que decir, está plagado de buenos detalles. Uno de ellos apenas, resulta pleno de significado y son esos huesos en escena, ya sean conservados, desparramados o convertidos en otra cosa. Con luces rojas, huesos en el suelo, el tumulto de unos caballos al galope que va creciendo y espesando el fragor de la batalla, y dos cuerpos que coreográficamente se desplazan, se recrean mágicamente unos emblemáticos combates. Hay huesos-caballos, huesos que suenan, huesos olvidados y huesos en movimiento o mejor, que es preciso mover.

El trabajo vocal de ambos actores, constituye otro aspecto destacable, pues sobresale en distintos momentos. Se luce Maín cantando solo y luego, los dos, contando a dúo otro pasaje histórico en clave de murga.

Detrás de la organización de todo el material escénico y la estructura dramatúrgica está Gabriela Trevisani, quien ya dejó demostrado sus dotes de directora en la premiada “El cruce”. Allí había encarado la adaptación de un cuento, acá, la directora hilvanó un sinnúmero de discursos de profesores e historiadores con mirada federal como Mauricio Castaldo, periodistas, biógrafos, adversarios y aliados de Artigas, que se adivinan con sólo mirar el espectáculo.

Hay palabras que se hilvanan en distintas escenas y se enuncian o denuncian con gracia y emoción para considerar en este presente que corre. Pueblo, traición, amistad, argentinidad, federalismo versus versión porteña de la Historia, son términos que aparecen para la reflexión de cualquier desprevenido, para seguir hablando cuando acaba la función, para seguir leyendo o profundizando con otras tantas lecturas más –como las del profesor Juan Vilar, por caso, un empeñado en escribir la Historia desde acá- o estudiar y discutir en la escuela. Rebelión, independencia, república, son otros significantes movilizadores. Y la negritud y los negros sumados a una causa común y noble, en escena, se aprecia acá como la reivindicación de un discurso y aportes negados por el pasado oficial. De este modo, la dramaturgia, mordaz y crítica, enuncia y denuncia con vivaz ritmo y hace revolear banderas acaso para que las enarbolemos de una buena vez o se nos hagan carne.

Tras un proceso de años de escritura y reescrituras, según contaron los actores al final del espectáculo -arrancaron hacia 2012 con el impulso de Kohner y sus investigaciones sobre el tema y por una u otra razón, se interrumpía el proceso creativo-, finalmente lograron cerrar y mostrar.

En suma, arriba de las tablas, se nota un consolidado trabajo actoral y de grupo. Quienes no la pudieron ver aún, tienen oportunidad de hacerlo el viernes 9 y viernes 16 de abril a las 21 en la Escuela del Bardo, sita en Almafuerte 106, Paraná.

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