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jueves, 10 de octubre de 2013

La voz de los adolescentes subió a escena

LA OTRA BUTACA está cubriendo la 9na. edición del Festival Internacional de Teatro Mercosur que comenzó el 4 de octubre y culmina este domingo 13. La programación de este año incluyó la muestra Patios de recreo, obras protagonizadas por estudiantes secundarios. Todas propuestas artísticas que ponen en crisis el sistema de valores aprendido, vigente. Por allí anduvimos, por la crítica dramaturgia de los recreos escolares.

Mónica Borgogno


Una de las experiencias artísticas más fresca y ácida a la vez, ocurrió en la sala de la Escuela Normal Garzón Agulla, de Córdoba. Iba a ser la función de No quiero ser el Che Guevara de Gabriel Fernández Chapo, una obra representada por estudiantes del 5to. año de esta escuela secundaria, que había sido seleccionada para presentarse en el marco del 9no. Festival Internacional de Teatro Mercosur que se está desarrollando por todo el territorio cordobés. Pero finalmente decidieron mostrar ésa y dos obras más que trabajaron en el transcurso del año. Al término de las actuaciones, el diálogo entre el público compuesto en su mayoría de jóvenes y unos pocos periodistas, vino solito.



El profesor de teatro de la institución educativa, Paulo Barbariga, fue el responsable de dirigir a este grupo de estudiantes-artistas, con muchas ganas de actuar y decir lo que dicen, desde un escenario y con su propia voz adolescente y atrevida.

“El primer día el profe nos llevó distintos textos y ahí empezamos a leerlos, nos gustaron. Cuando los ensayábamos delante de nuestros compañeros, ahí era cuando más avanzábamos, íbamos retocando y agregando cosas nuestras, o haciendo algunos cambios de palabras”, contó parte del proceso creativo, una de las actrices de Nuevas prácticas comerciales.

“Qué les pareció”, preguntaron enseguida los jóvenes, luego de un cálido aplauso. Querían saber si había gustado o no lo que acaban de hacer. Los adjetivos no cabían porque la actuación y elección de las historias que representaron fueron de una osadía y crudeza mayúscula, pues eran las voces de jóvenes cuestionando el sistema educativo desde el propio sistema educativo pero de la mano del lenguaje de las artes.

En ese espacio de intercambios, contaron que en la noche de este lunes estaban viajando a Buenos Aires porque habían sido seleccionados para participar del 5to. Festival Mundial de Teatro Adolescente “Vamos que venimos”.

“¿No podemos ir a Buenos Aires?”, preguntó uno de los chicos de entre el público. “Tienen que trabajar”, no dudó en retrucar otro del elenco. Y en esa respuesta, una se topaba con una pasión, una elección y unas ganas de recorrer el camino de la actuación. Fue una respuesta conmovedora, por la convicción con la que lo dijeron y porque el trabajo que pusieron, fue evidente.

Apasionados

Esa pasión se la habían transmitido en esta escuela que ofrece una orientación artística y sabe apoyar la producción de sus alumnos a pesar de la mirada ácida de la educación que enuncian estas historias.
Por caso, Nuevas prácticas comerciales, versa sobre la realidad de dos adolescentes sometidos al interrogatorio de la autoridad escolar que filma el testimonio de algo que pasó y no debía pasar, según los mandatos del qué dirán y la falsa moral de los adultos. Dos adolescentes se animan a cuestionar esa doble moral y los modos de relacionarse que prima en este mundo y para ello, echan mano a temas como la educación, el amor, la ética del cuerpo. Es que inventan nuevas transacciones para sobrevivir, ellos también son parte de esta sociedad que les enseñó que todo se compra y se vende.
Mientras que No quiero ser el Che Guevara, cuenta una historia de discriminación y violencia, en el interior del baño de una escuela técnica de varones. El joven actor es Agustín Velazco, quien representa a Martín, un chico que quiere ser como Arnold Schwarzenegger, tener su fuerza, ser como una máquina capaz de no sentir dolor. Aparece deslizada la falta de contención familiar, la reproducción del tipo de vínculos que observa en su padre, que signan su presente y sus ideales.
Finalmente, muestran otra obra más, El andén, en la que dos jóvenes, excluidos del sistema escolar, intentan acercarse, quererse. Él recolecta basura y tiene un grupo de cumbia, ella tiene un hijo y espera a su novio que no llega. Se besan. “¿Cómo se sintieron ustedes al hacer esta obra?”, le preguntaron los compañeros de 4to. Año que fueron a ver la función, en alusión a la escena del beso. “Ya estamos acostumbrados”, dijeron primero. Y luego, “estamos representando a otro, no somos nosotros”, aclararon que fue como decir “lo nuestro es profesional”.

Metáforas


Aquí, Agustín Velazco, en No quiero ser el Che Guevara.

En las tres historias aparece como un hilván, el sonido de un tren cercano. Es el límite, la demarcación entre diferentes realidades, los incluidos y los excluidos. “Podría haber sido la cañada o un puente tal vez, para que sea más cordobés”, observó una periodista de FM Universidad de Córdoba. Así aparecía la fuerza que tiene la impronta de lo propio, en esta región de la Argentina. No obstante, para los no cordobeses, la metáfora funcionó igual.
La propuesta es rica en contenido y estética. Ojalá estos jóvenes salgan de gira hacia otras provincias, escenarios o colegios, para mostrar que el teatro en las escuelas es más que necesario.
                              Una escena de El andén, otra de las obras protagonizadas por jóvenes estudiantes.

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