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jueves, 19 de noviembre de 2015

Seminario Iberoamericano de Dramaturgia Creativa

Bajo la coordinación general de Mauricio Kartún, tuvo lugar el Seminario Iberoamericano de Dramaturgia Creativa, que se dictó en tres intensas jornadas en el Centro Cultural Kirchner, entre el 30 de octubre y el 1 de noviembre pasado. Al encuentro asistió un total de 500 participantes. De a poco, iremos compartiendo parte de lo registrado en cada una de las clases.

La primera conferencia –clase fue la del uruguayo Gabriel Calderón.  Como bien anticipaba el título de su charla "Escribir leyendo - Lo que aprendí de la dramaturgia leyendo teatro", este talentoso autor y director repasó diversas lecturas que resultaron fundacionales para crear. “Sabía de teatro, de actuación, pero no sobre escritura. Gané premios con mis textos pero siempre creía que había un malentendido… siempre tuve desconfianza en la escritura y la vi como una plataforma que corrigen los actores. Los errores y el conocimiento de ellos, son importantes”, comenzó.
De su recorrido como lector se fueron desprendiendo sus propios aprendizajes, conclusiones o metodologías a la hora de escribir. Mencionó desde El zapallo que se hizo cosmos, de Macedonio Fernández, el aporte del brasileño Nelson Rodríguez o del francés Bernard-Marie Koltés. De este último leyó un fragmento de La vuelta al desierto, para ejemplificar el agotamiento de un concepto, acaso también como posible método que despunte una escritura.
Más adelante Calderón parafraseó a Thomas Bernard, cuando propuso llevar todo el asco a la obra y no, la mitad.
Asimismo, propuso empezar a entrenarse en el espectador de hoy, en un espectador interrumpido. La novela luminosa de Levrero, fue otro de los textos citados como una de sus lecturas reveladoras al igual que Harold Pinter o Luiggi Pirandello, autores que “le asignan poder a la palabra pero poder para la acción. Los personajes de Pinter, por caso, dicen, piensan y hacen no necesariamente en relación entre sí. Por ejemplo, un personaje dice “qué sed” pero hay un vaso de agua y no toma”.
Para cerrar, eligió un texto de su coterráneo Felisberto Hernández, en el que el autor cuenta la génesis de sus cuentos. “…A pesar de la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural, desconocida por ella misma”…