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lunes, 23 de julio de 2018

Anticipo.

Un festival que hace hablar a todos

Mónica Borgogno
Guillermo Meresman
LA OTRA BUTACA
(fotos gentileza de Gustavo Conti)

“Rafaela con su festival se ha convertido en una gran escuela de teatro... Decir Rafaela es decir teatro... Teatro con T mayúscula y T de tormenta, torbellino, tradición, texturas, con T de texto, trama, trampa, trueque; tolerancia y trashumancia; con T de trabajo y de tragedia; con T de típico, tópico y todo, con las T de tomate, truco y tremendo”, dijo en el acto de apertura de la 14ª edición del Festival de Teatro de Rafaela, una inspirada e histriónica ministra de Innovación y Cultura, María de los Ángeles González”. Y así invitó al juego, a la entrega, a la belleza, al estallido de ideas y sentidos.
“Me preguntan por el festival de Rafaela no solamente en Argentina sino también en el exterior. Y me preguntan qué fenómeno se da en esta ciudad, por qué todo el mundo quiere ir a Rafaela, por qué todos se van tan felices y quieren ser parte de él. El trabajo incansable de muchas instituciones y grupos a lo largo de muchas décadas, instalaron la producción teatral y educaron a un público”, señaló con temple y emoción, Marcelo Allasino, director del Instituto Nacional de Teatro. "Por cómo este festival recibe a los artistas, periodistas, productores, investigadores, con amor y respeto, es que la gente quiere venir acá", añadió.
Una y otro, son los titulares de los organismos que cogestionan junto al Municipio rafaelino, esta gran fiesta de la región que este año se desarrolló del martes 17 al domingo 22 de julio.
“Estamos nuevamente en el desafío de levantar el telón en un momento difícil, complejo, en donde parecería que lo que domina la escena es el ajuste, el recorte, la crisis, la incertidumbre, la duda de qué es lo que vendrá”, advirtió a su turno el intendente Luis Castellano.
Antes de todo eso, el teatro y la música irrumpió en la calle, sólo que por primera vez, el desfile inaugural tuvo el protagonismo de artistas locales que rindieron tributo a la obra e imaginario del plástico Beto Dentoni, a través de sus maquillajes, muñecos gigantes, la festiva y colorida música.
Ya hacia el final de los discursos inaugurales, arrancó el festival con la coproducción internacional (Chile-España) Nómadas, que generó imágenes inolvidables. Este espectáculo dejó mudos de asombro a chicos y grandes, dejó ver cierta magia de los desplazamientos, las mudanzas, los viajes, la relación con los recuerdos-objetos cosechados a lo largo de la vida, la vulnerabilidad del que se queda o se va para siempre, objetos entrañables que son parte de lo que somos y hasta parecen cobrar vida, los envoltorios, rollos de polietileno con burbujas, cajas o valijas que se convierten en fantasmas, medusas o rostros. Los maravillosos actores y actrices mostraron una suerte de poesía visual y se llevaron una intensa ovación y aplauso de pie de los espectadores que colmaron el Cine Teatro Municipal Manuel Belgrano.

Esa primera jornada siguió con 200 golpes de jamón serrano, en el Teatro Lasserre. Los protagonistas Gustavo Garzón y Marina Otero, conmovieron con sus relatos cuasi biodramáticos, el planteo de una atractiva espacialización y escenas para la memoria ya sea por el cuestionamiento y reflexión en torno al sistema teatral o la simple búsqueda del amor en la vida cotidiana. Sorprendente.
De allí, al Centro Cultural La Máscara, donde el deleite continuó con Palíndroma, otro espectáculo de muy buena factura, llegado de Buenos Aires, con una bailarina magistral, Margarita Poggi y un director talentoso, William Prociuk inspirados –vagamente- en la famosa práctica simétrica de la que el cordobés don Juan Filloy fue su recordman mundial.

Los primeros días


Entre las buenas obras que pudimos disfrutar en los primeros días, resaltamos Los golpes de Clara, Almacenados o Flores nuevas, entre otras. En los tres casos, sobresale la potencia y atracción que disparan las buenas actuaciones.
Carolina Guevara en Los golpes..., desanda una serie de personajes y situaciones echando mano a múltiples matices y recursos, y además la trama, evidencia con humor, el mundo femenino, las distintas violencias diarias y su combate, en un momento de trascendente debate en el país.
Un consagrado Horacio Peña se lució por igual junto a un joven Juan Luppi en Almacenados, de David Desola, bajo dirección de Susana Hornos. La obra se vio en el escenario del Lasserre, sin caja negra, lo que hizo que el universo del trabajo y las condiciones laborales para una u otra generación, los sueldos que no alcanzan o el vacío que provoca la alienación, la llegada de la jubilación, la falta de oportunidades, se amplifique y entonces, emocione más aún. "Hablamos de trabajo en esta obra -dijo al día siguiente, Horacio Peña- pero no pensamos en el teatro como trabajo y con estas políticas culturales de achique, hacer teatro se convierte en prácticamente un heroísmo".
El unipersonal Flores nuevas, con un sólido actor como Ignacio Tamagno, proveniente de Córdoba, es una obra infinita que da visibilidad a personajes rotos, de bordes, del interior de la geografía cordobesa en un registro prácticamente documental e inédito sobre ese decir tan pueblerino, cerrado, entrecortado y angustiante que exhibe el personaje principal y todos los demás a los que alude. Sobre texto de Federico Falco y con dirección de Nadir Medina –quien viene del cine como director de actores y asume el desafío de su primera dirección teatral-, la propuesta fue un golpe al mentón de unos pocos y privilegiados espectadores, pues la obra está pensada para un espacio y clima intimista.

Dios levantó polvareda
Dios, espectáculo dirigido por Lisandro Rodríguez con despliegue de unos 18 actores y el trabajo in situ del reconocido escenógrafo y artista plástico Norberto Laino, generó polémica y reacciones impronunciables –porque como decía Foucault, hay cosas que se dicen y piensan en una época determinada-, inadmisibles para los que se dicen “pro vida”.
Foto gentileza de Marcelo Castillo

La performance que trajo este Festival, pone en escena una pseudo misa con todos sus rituales, canciones, pedido de limosna, sermón y un Rodríguez que imita a un oficiante con una modulación increíble y que va guiando los procedimientos del rito católico de tal manera, que genera risa a la par que un cuestionamiento a eso que la Iglesia como institución y aparato ideológico, no ve, no quiere ver, no puede pensar, como el cuerpo, las mujeres, el dinero, las corporaciones que nos rodean, marcan, enceguecen e influyen. En paralelo, en la obra se ve al escenógrafo hacer su trabajo arriba del escenario de la Sociedad Italiana, y montar estatuas y cuadros en distintos tamaños, que constituyen –tal como se contó en las rondas de devoluciones- un homenaje al gran León Ferrari, conocido por la vergonzosa censura que sufrió su muestra en 2004. Hacia el final, un varón y una mujer, desnudos, despojados de todo podría decirse, abrazan a una estatua descomunal de Jorge Bergoglio –ahora Papa- responsable de aquella censura a Ferrari- y así parecen resumir el pedido de que la Iglesia se dedique a hacer lo que predica, amar. Pero eso no se interpretó. Todo lo contrario se ha suscitado: el odio que se lee en las redes sociales y la repercusión de esa foto del desnudo del final del espectáculo, de gente que ni siquiera la vio y que osa largar manifestaciones impunes y bárbaras, anacrónicas, inadmisibles, son pequeños grupos católicos que enseguida pidieron “la cabeza” de los organizadores. Se leen frases que superan lo imaginable.
Este Festival decimos, siempre hizo lugar a la voz de las minorías, los callados, los invisibilizados, esos que la Iglesia denigra y expulsa. En Rafaela, no sólo en esta edición sino en otras tantas, hemos visto obras que hablan de la homosexualidad, los abusos, la transexualidad, la discapacidad, la pobreza, las violencias, las mujeres. Los organizadores desde el principio, tuvieron la inteligencia y convicción de incluir, ya sea desde las obras que programa hasta los lugares a los que llega.
Es hora que el Estado que coorganiza este querido y apreciado Festival, se ponga esta camiseta y no, la de la Iglesia. No es el público del Festival el que se sintió ofendido, sino una franja minoritaria que ni siquiera vio la obra, incluido el intendente.
Es claro que el festival no fue solo la polémica que levantó en los medios locales y nacionales, la obra de teatro Dios, pero consideramos necesario, en los tiempos políticos que corren, detenernos y tomar partido al respecto para que nadie se lleve por delante un festival inclusivo y bello.
Por supuesto que hubo muchas más obras de calidad, sobre las que reseñaremos más adelante, en nuestra crónica de balance de LA OTRA BUTACA. Consideramos importante en estos momentos, repudiar el pedido de renuncia a los organizadores del festival y dar muestras de parte del Estado, de garantías de que un festival de estas características, continúe. La libertad de expresión no tiene límites, señores.