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domingo, 13 de octubre de 2013


Y se fueron 10 días de teatro, diez días de un festivalazo!
                                             

                                            Sanos y salvos (CABA) en la explanada de la Ciudad de las Artes.

Córdoba mantuvo durante diez días, a miles de espectadores movilizados entre más de sesenta espacios de la provincia. Centenares de artistas de la Argentina y el extranjero, ofrecieron sus trabajos destacados y vivieron juntos una exitosa 9na. edición del Festival Internacional de Teatro Mercosur, aunque paradójicamente el país más representado fuera del anfitrión, fue España, con más que interesantes producciones escénicas. Los números dicen que fueron 90.000 los espectadores que supieron aprovechar el paso de teatro de calidad por esta provincia de pegadiza tonada. Durante más de una semana hubo charlas de personalidades, talleres, simposios y distintos intercambios. Este domingo se fue otro Festival del que se hablará por unos cuantos días. En el número de diciembre de LA OTRA BUTACA y La Otra Butaca, fotos, testimonios y balance de uno de los eventos más grandes del país!


Aquí compartimos una abreviada crónica, a modo de anticipo, de las funciones que pudimos vivenciar en espacios como la cárcel o la fábrica.

En fábricas y cárceles

El 9no. Festival Internacional de Teatro Mercosur llevó espectáculos como el que hacen Las despechadas (Córdoba) a lugares sombríos como la cárcel, donde el oído de los que están afuera no termina de acostumbrarse al sonido de las puertas de rejas. Allí, este martes 8 por la mañana se hizo una función para las mujeres del Complejo Penitenciario Bouwer y por la tarde, para un centenar de varones.

Con un grupo de colegas, estuvimos ahí, antes de entrar vimos una suerte de panóptico que todo lo ve, luego atravesamos una puerta, otra, otra más, caminamos pasillos con ventiluz demasiado angostos por que entran unas escuálidas franjas de luz y afuera tejidos y alambre de púa. Es una cárcel de máxima seguridad. Ese halo de todo controlado, dejó de respirarse ni bien ingresaron los músicos primero y al rato las tres mujeres que le cantan a esos varones que las abandonaron, les fueron infieles o las dejaron de querer.
Los internos fueron llegando de a dos y de a poco también, nos acercamos a dar la mano y conversar. Por qué elegían el taller de teatro, qué sentían cuando actuaban. Sí, en este penal hay talleres a pedido y gusto de quienes están allí dentro. “Porque soy buen actor. Me dicen Al Pacino”, dijo Emiliano. El joven contó que actuó para el Día del niño y entre el público estaba su hijo. “Papá sos vos, me dijo mi nene”. Feliz fue la palabra que usó para expresar lo que significó ese momento de representación. La posibilidad de ser otro, poder contar sus historias, mostrar que pueden. “Podemos alegrar a nuestra familia”, dijo por su parte Hugo.
De pronto entraron los músicos y ahí nomás, la colombiana Luza Osorno y las cordobesas Florencia Coll y Soledad San Martín, como por arte de magia, hicieron que las realidades de cada uno quedaran por buen rato, entre paréntesis.
Y lo más sorprendente, bueno, no tanto en territorio cordobés donde el humor está a flor de labios de cualquiera, los internos actuaron y retrucaron a las cantantes que proponían un intercambio con gracia y buen humor.
“A Uds. nunca les pasó que no quieren embarcarse en una relación formal y quieren tener un amor un poco más light”, tanteó Luza. Enseguida uno de los jóvenes levantó alto la mano y soltó: “Yo soy light”, y todos aplaudimos. A partir de ahí, hubo un ida y vuelta como pocas veces se ve en teatro. Las respuestas e intervenciones de los internos fueron muy ocurrentes.





La comunicación entre internos y artistas,
bien la captó el ojo del fotógrafo Sebastián del Carril.



“Una siente mucho despecho cuando recién te dejan”, reflexionó una de las muchachas. “Eso se llama alegría. Se te van todos los problemas”, le retrucó Emiliano, desde la primera fila.
Ante otra escena previa a un bolero o tango, otra de las cantantes introduce el tema de su matrimonio de largo aliento y todo lo que su marido no hace. “Eh, pero ésta pide más que un fiscal!”, apuntó el interno.
Fue una experiencia imborrable, de risa con ganas. Al término de la actuación, el público aplaudió de pie, pidió otra canción más, acaso para prolongar ese fugaz presente de disfrute. Hacia el final, escuchar un “cuándo vuelven” daba clara dimensión de la escasez de recreación y alegría que hay en estos espacios. Por eso, decimos acá, resaltamos la decisión política del Festival, de poner un pie y más aún, en territorios como las cárceles pero también en barrios humildes en los que actuaron los integrantes del Cuarteto del amor (Córdoba) y/o fábricas como la Fiat o Ananda Pack, donde los empleados bailaron al ritmo de Vivi Pozzebon (Córdoba) y Roberto Ballumbrosio (Perú).



En un alto en el trabajo diario, los empleados de 
Ananda Pack, disfrutaron y bailaron al ritmo de Vivi Pozzebon.


jueves, 10 de octubre de 2013

La voz de los adolescentes subió a escena

LA OTRA BUTACA está cubriendo la 9na. edición del Festival Internacional de Teatro Mercosur que comenzó el 4 de octubre y culmina este domingo 13. La programación de este año incluyó la muestra Patios de recreo, obras protagonizadas por estudiantes secundarios. Todas propuestas artísticas que ponen en crisis el sistema de valores aprendido, vigente. Por allí anduvimos, por la crítica dramaturgia de los recreos escolares.

Mónica Borgogno


Una de las experiencias artísticas más fresca y ácida a la vez, ocurrió en la sala de la Escuela Normal Garzón Agulla, de Córdoba. Iba a ser la función de No quiero ser el Che Guevara de Gabriel Fernández Chapo, una obra representada por estudiantes del 5to. año de esta escuela secundaria, que había sido seleccionada para presentarse en el marco del 9no. Festival Internacional de Teatro Mercosur que se está desarrollando por todo el territorio cordobés. Pero finalmente decidieron mostrar ésa y dos obras más que trabajaron en el transcurso del año. Al término de las actuaciones, el diálogo entre el público compuesto en su mayoría de jóvenes y unos pocos periodistas, vino solito.



El profesor de teatro de la institución educativa, Paulo Barbariga, fue el responsable de dirigir a este grupo de estudiantes-artistas, con muchas ganas de actuar y decir lo que dicen, desde un escenario y con su propia voz adolescente y atrevida.

“El primer día el profe nos llevó distintos textos y ahí empezamos a leerlos, nos gustaron. Cuando los ensayábamos delante de nuestros compañeros, ahí era cuando más avanzábamos, íbamos retocando y agregando cosas nuestras, o haciendo algunos cambios de palabras”, contó parte del proceso creativo, una de las actrices de Nuevas prácticas comerciales.

“Qué les pareció”, preguntaron enseguida los jóvenes, luego de un cálido aplauso. Querían saber si había gustado o no lo que acaban de hacer. Los adjetivos no cabían porque la actuación y elección de las historias que representaron fueron de una osadía y crudeza mayúscula, pues eran las voces de jóvenes cuestionando el sistema educativo desde el propio sistema educativo pero de la mano del lenguaje de las artes.

En ese espacio de intercambios, contaron que en la noche de este lunes estaban viajando a Buenos Aires porque habían sido seleccionados para participar del 5to. Festival Mundial de Teatro Adolescente “Vamos que venimos”.

“¿No podemos ir a Buenos Aires?”, preguntó uno de los chicos de entre el público. “Tienen que trabajar”, no dudó en retrucar otro del elenco. Y en esa respuesta, una se topaba con una pasión, una elección y unas ganas de recorrer el camino de la actuación. Fue una respuesta conmovedora, por la convicción con la que lo dijeron y porque el trabajo que pusieron, fue evidente.

Apasionados

Esa pasión se la habían transmitido en esta escuela que ofrece una orientación artística y sabe apoyar la producción de sus alumnos a pesar de la mirada ácida de la educación que enuncian estas historias.
Por caso, Nuevas prácticas comerciales, versa sobre la realidad de dos adolescentes sometidos al interrogatorio de la autoridad escolar que filma el testimonio de algo que pasó y no debía pasar, según los mandatos del qué dirán y la falsa moral de los adultos. Dos adolescentes se animan a cuestionar esa doble moral y los modos de relacionarse que prima en este mundo y para ello, echan mano a temas como la educación, el amor, la ética del cuerpo. Es que inventan nuevas transacciones para sobrevivir, ellos también son parte de esta sociedad que les enseñó que todo se compra y se vende.
Mientras que No quiero ser el Che Guevara, cuenta una historia de discriminación y violencia, en el interior del baño de una escuela técnica de varones. El joven actor es Agustín Velazco, quien representa a Martín, un chico que quiere ser como Arnold Schwarzenegger, tener su fuerza, ser como una máquina capaz de no sentir dolor. Aparece deslizada la falta de contención familiar, la reproducción del tipo de vínculos que observa en su padre, que signan su presente y sus ideales.
Finalmente, muestran otra obra más, El andén, en la que dos jóvenes, excluidos del sistema escolar, intentan acercarse, quererse. Él recolecta basura y tiene un grupo de cumbia, ella tiene un hijo y espera a su novio que no llega. Se besan. “¿Cómo se sintieron ustedes al hacer esta obra?”, le preguntaron los compañeros de 4to. Año que fueron a ver la función, en alusión a la escena del beso. “Ya estamos acostumbrados”, dijeron primero. Y luego, “estamos representando a otro, no somos nosotros”, aclararon que fue como decir “lo nuestro es profesional”.

Metáforas


Aquí, Agustín Velazco, en No quiero ser el Che Guevara.

En las tres historias aparece como un hilván, el sonido de un tren cercano. Es el límite, la demarcación entre diferentes realidades, los incluidos y los excluidos. “Podría haber sido la cañada o un puente tal vez, para que sea más cordobés”, observó una periodista de FM Universidad de Córdoba. Así aparecía la fuerza que tiene la impronta de lo propio, en esta región de la Argentina. No obstante, para los no cordobeses, la metáfora funcionó igual.
La propuesta es rica en contenido y estética. Ojalá estos jóvenes salgan de gira hacia otras provincias, escenarios o colegios, para mostrar que el teatro en las escuelas es más que necesario.
                              Una escena de El andén, otra de las obras protagonizadas por jóvenes estudiantes.