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lunes, 15 de febrero de 2021

Dos que trascendieron la llanura

Rafael Bruza fue actor, director, dramaturgo y también gestor de políticas públicas desde cargos que ocupó en el Instituto Nacional de Teatro (INT). El 5 de febrero de este año, fue su fallecimiento y siete días después, ocurrió la muerte de su colega y compañero de ruta durante muchos años, Jorge Ricci.

Así, la región Centro Litoral, quedó huérfana de referentes teatrales, tal como manifestaron algunos actores, actrices y estudiantes que tuvieron el gusto de conocerlos, ante una y otra pérdida.

Ambos teatristas llevaron adelante el grupo Teatro Llanura por más de 40 años desde el que montaron piezas como El clásico binomio, Actores de provincia, El encanto de las palabras, El cruce de la pampa, Café de lobos y La chatita empantanada, entre otras. Con varias de ellas salieron de gira, cruzaron el charco y pudieron verse en escenarios de Paraná.

Así la provincia de Santa Fe y la gente de la cultura, quedó de luto. No obstante, las noticias impactaron en los hacedores del teatro de toda la región, porque ambos tuvieron recorridos muy parecidos: actuaron, escribieron, dirigieron, formaron y gestionaron en diversos ámbitos y ciudades.

Bruza por caso, es bien recordado por los rafaelinos porque allí dirigió en dos oportunidades al conocido elenco del Centro Ciudad de Rafaela que funciona en el Teatro Lasserre, para montar un texto de su autoría La elección de Román (2007) y años antes, Ivonne, princesa de Borgoña de Witold Gombrowicz.

Y su composición de Tatita en Terrenal, de Mauricio Kartún, -entre otras- será difícil de olvidar por espectadores de todo el país y los lugares del mundo por los que giró esta obra.

En tanto Ricci, vino en distintas ocasiones a Paraná para participar de debates o charlas con colegas y jóvenes estudiantes entrerrianos y en los últimos años, se lo vio actuar por estos lares junto a Juan Carlos Gallego en Con el agua al cuello, dirigidos por Luciano del Prato y la asistencia de Luciana Obaid.

Teatro y universidad, cabe agregar, no fueron conceptos ajenos a estos dos hombres que aquí intentamos recordar. Los dos estaban igualmente preocupados por formar a las nuevas generaciones, así como acompañar debates productivos para el campo teatral y lo hacían desde los espacios independientes, los cargos públicos o la inserción en la docencia universitaria.

En fin, con estas someras y acotadas palabras va un sentido homenaje a estos apasionados teatristas.

sábado, 6 de febrero de 2021

Perfiles. Biografías del teatro enrerriano

 

Miguel Ángel Pepe

(Concepción del Uruguay, 10 de agosto de 1925- 1 de febrero de 2021)

Vecino destacado, distinguido en su ciudad natal el año pasado, socialista y cooperativista convencido, teatrista y escritor, docente, arqueólogo amateur, precursor independiente, este febrero pandémico ya se cobró la vida del nonagenario Miguel Ángel Pepe. Su partida motivó sentidas despedidas sobre la costa uruguaya, destacando su vitalidad pasados los ochenta, su don de gente, humor y calidez, su participación en importantes instituciones locales.

En efecto, Miguel Pepe, tercer hijo del matrimonio de inmigrantes italianos del sur, acompañado por su mujer y compañera Yiyí, hasta la partida de ella en 2014, originó innumerables iniciativas y experiencias para su comunidad, que tuvieron alcances provinciales.

Llama la atención, de todos modos, que en algunos textos biográficos actuales, no se aluda a su intensa actividad cultural y particularmente escénica, de su juventud.

Luego de completar sus estudios primarios y secundarios en la Escuela Normal de La Histórica, Miguel viaja a terminar de formarse en La Plata, donde cursa cátedras en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional y toma primeros contactos con militantes del movimiento de teatros independientes, durante cinco años. Su aprendizaje como agrimensor es pues simultáneo con la asimilación de ideas de Leónidas Barletta, Pedro Asquini y otros pioneros y pioneras teatrales, y estos años de formación intelectual serán gravitantes al regresar a su terruño en 1950.

Ya en Concepción del Uruguay impulsa distintos emprendimientos, y especialmente funda el grupo La columna (1955- 1962), que desde su inicio considerará Teatro Libre. Integrándose a la Federación de Teatros Vocacionales Federados de Entre Ríos, que Héctor Santángelo desde Paraná, Albertina Quintana de Gualeguay, Enrique Bugnone de Gualeguaychú y otros referentes animaban, con espíritu cooperativo, sus repertorios y prácticas dan cuenta de las preocupaciones que primaban en este “frente estético- ideológico” fundamental. La función pedagógica del teatro, la solidaridad y la búsqueda política de mejorar el mundo, se encuentran entre aquellos presupuestos comunes.

En el micro audiovisual Nombres Propios, realizado en 2015 por la Universidad de Concepción del Uruguay, Pepe retoma aspectos de su trayectoria vital y confirma cómo le gustaba que lo llamaran a sus noventa años: “Maestro”.

Repertorio

Debutó este actor y director, al parecer, con La zapatera prodigiosa, (1955) de Federico García Lorca, con vestuario de María Saravia y un elenco integrado por Ana Aduco, Teresa Bergara, José María Caffa, José María Contenti y Rafael Costa, entre otros.

Con escasos medios y en general un elenco de jóvenes, la envergadura de la pieza sólo permitió algunas pocas representaciones en salas y a cielo abierto. Cinco años después, el Teatro-Estudio Casacuberta de la capital provincial reprisaría el texto de Lorca con gran despliegue en el Parque Urquiza y otros espacios entrerrianos.

Luego estrenó Miguel Pepe el drama en un acto Donde está marcada la cruz, (1956) de Eugene O’Neill, (con Omar Naveira, Raúl Chappuis, María Saravia y Omar Acosta), y más tarde La columna Teatro Libre con su dirección, ofreció la obra reflexiva existencialista Las bocas inútiles (1957) dos actos de Simone de Bouvoir, que implicó de vuelta, novedades para el sistema teatral provincial, con un elenco integrado por Alicia Angió, Héctor Argüello, Rafael Costa, Zulma Firpo, Carlos A. Martínez, el nombrado Naveira, y el matrimonio de intérpretes, entre otros aficionados.

Hacia 1958 el grupo encaró aún otro desafío ambicioso: dieron a conocer la imperecedera Mateo, el grotesco en tres cuadros de Armando Discépolo, con dirección de María Saravia, y Miguel Pepe en el personaje protagónico, secundado por la propia directora en el personaje de doña Carmen, Zulma Firpo (Lucía), Hugo Petrone (don Severino), Héctor Mascotti (Chichilo), y Leónidas Benítez (Carlos).

Posteriormente, el grupo estrenó la Arlequinada, (¿1960?) del exitoso autor británico contemporáneo Terence Rattigan, que poco antes editara Fernando Sabsay en su editorial Losange Teatro de Buenos Aires, por recomendación de Pedro Asquini. Numeroso público disfrutó en la sala, según se aprecia en unas pocas imágenes que recuerdan las plateas de aquellas funciones locales.

Con algunas de estas puestas en escena, en las que las escenografías, el vestuario y los maquillajes también eran originales y propios, no pocas veces bien logrados, el grupo visitó Gualeguaychú y otras ciudades cercanas, e hizo funciones en la Biblioteca Popular de Concepción del Uruguay.

La columna Teatro Libre, continuó probando que el teatro independiente provinciano era posible, y que éste era un gran camino para enaltecer la cultura del lugar.

En fin, con estas palabras, queremos recordar la vida de un humanista, un hombre preocupado por el devenir de la propia sociedad en la que estaba inmerso y necesitado de hacer algo para propiciar cambios, desde el teatro, desde la docencia o el trabajo cooperativo y voluntario.


Imágenes y documentos pertenecientes al Centro  de Documentación Teatral Félix Gutiérrez, Concepción del Uruguay. Agradecimientos a Carina Resnisky.