La tortuga, por la plataforma teatrouaifai
Mónica Borgogno
Con esta
pieza de Marcelo Allasino, se abrió el sitio teatrouaifai.com y con él, otra
dimensión y posibilidad para el teatro en tiempos de salas cerradas, otro modo
de seguir actuando y dirigiendo, otra expectación posible y otra forma de
seguir reinventando y creando y viviendo de… cuando desde hace meses, si no es
la economía es la salud la que confina y mata.
La idea de
teatrouaifai.com surgió del mismo Allasino, actor, director, ex director del
Instituto Nacional de Teatro. En la actualidad, la plataforma ya ofrece seis
obras en cartel, entre las que figuran dos coproducciones de Argentina y España
y una de México, por caso.
La propuesta
mencionada permite ver teatro en vivo pero desde la pantalla de casa, que es lo
único que (prácticamente) se puede hacer por el momento (en algunos lugares se volvió
al teatro con distancia entre butaca y butaca y barbijo mediante).
No obstante,
hasta aquí, habíamos asistido a funciones de obras filmadas a una o dos cámaras,
recuperadas, reproducidas o leídas. Más la asistencia a una función en vivo de
Los persas, de Esquilo, que emocionaba sobre todo por la calidad de las
actuaciones que se hacían en el Antiguo Teatro de Epidauro, en la cuna del
nacimiento mismo del teatro, en Atenas, Grecia. Terminé en estas últimas
experiencias confieso, sólo porque eran obras de las que muchos hablaban, que
me las había perdido, por curiosidad, pero en la mayoría de los casos, no
lograba llegar al final, me distraía demasiado, ya sea porque no se escuchaba
bien, un director de cámara decidía a quién enfocar mejor o simplemente porque
no era en tiempo presente y eso me distanciaba de la obra. Cuando precisamente,
la asistencia a una función, es convivio y territorialidad.
Pero acá, no
pasa nada de eso. Uno se prepara para el ritual del teatro en vivo, la
ceremonia de ir a una sala que por estos días tanto se extraña. Una se perfuma,
se acomoda un poco los rebeldes rulos, se cambia la calza de todos los días y
en este caso, se acomoda en el sillón más cómodo. Aunque hay quienes cuentan que
lo han vivenciado con la notebook y desde la cama. Unos desde Oro Verde y otros
desde Japón, con la misma curiosidad y ganas de volver a ser espectadores,
pasar por la misma adrenalina de presenciar ese riesgo del actuar en vivo. “En
el escenario hay siempre ese rasgo de accidente, de azar. La escena es espacio
de fragilidad humana”, recuerdo bien decir a George Banu y su apología del teatro.
Aquí, hay un sistema pergeñado para que el espectador pueda pagar la entrada y a través del envío de un link, se acceda a la función en el horario estipulado. A diferencia del ¿teatro pre pandemia?, la cita es puntualísima.
Ya
predispuestos a disfrutar, uno se ríe a carcajadas con esa boca roja de Matilde
Campilongo que ríe y parece temblar a la vez, se reconoce en la búsqueda del
contacto del otro detrás de una pantalla, se deja llevar por su sensualidad, y también
sufre con sus confesiones, sus padecimientos, sus locuras, sus miedos.
La tortuga,
unipersonal protagonizado por Matilde Campilongo, ya lleva 26 funciones y un
total de 451 espectadores.
La historia
que se cuenta es la de una mujer de más de cincuenta años y un tumor en la
matriz -o en la maternidad más bien-, que en diálogo por videoconferencia con
una vieja amiga de la adolescencia, recuerda un amor y un embarazo no deseado. Es
tal vez, la historia de viejos dolores hoy transformados en agujeros.
Campilongo
sostiene, hay que decirlo, tan en primer plano, un personaje increíble. También
se aleja de la cámara, sale del cuadro o muestra sólo sus piernas, pero cuando
se va, sólo nos hace desear que vuelva al primer plano, tenerla cerca. Es la corta
distancia y la copresencia que nos falta.
Capítulo
aparte es ese atuendo que porta y que semeja una bata pero de tan colorida y
única, impacta y luce como signo de los retazos de todo lo que fue y es este
personaje.
Una de las
cosas más sorprendentes es que el monólogo en cuestión, fue escrito mucho antes
de que las videoconferencias tengan el protagonismo que hoy tienen pero además,
es una historia que enuncia una femineidad o varias, la estela de la
adolescencia y la sexualidad mal barajada, las amistades, los amores, los hijos
y los no hijos.
Después de
la experiencia, nos quedamos a aplaudir y hablar con la actriz y el
autor-director, a través de la plataforma zoom, que termina completando la novedosa
propuesta. Primero no andaba mi audio, después sí, y finalmente pudimos establecer
contacto a la distancia, no menos real que lo vivido en la función, para decir
que nos había impactado y felicitar a sus hacedores/as.
Hagan la
experiencia, ¡se lo recomendamos!
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