Por suerte están las palabras
Walter fue
nuestro primer espectador de las cajitas de teatro lambe lambe que llevamos a
la 34ª Fiesta Nacional del Mate, en Paraná. Más precisamente, llegó a la plaza
de las provincias, en Laurencena y Silvano Santander, en la segunda jornada, este
sábado 8, cuando la sensación térmica marcaba 40º.
Estábamos de preparativos, desplegando y armando cuando llegó Walter que tuvo toda la paciencia de esperar para su función. Mientras, conversábamos.
Desde que se
asomó a la mirilla de Sebastiana (historia basada en el cuento La tortilla de
papas de Sandra Siemens), y cuando cerré la cortinita que daba punto final a la
breve historia y nos miramos, vi que una sonrisa le desbordaba el rostro. Hasta
con los ojos parecía que sonreía este niño de unos 10 años.
Se quedó
dando vueltas en torno a esta cajita cuyas paredes, mágicamente ilustradas por
Jaimo, recrean estampas de un barrio y una vecindad cualquiera. Dio toda una
vuelta manzana, podría decirse.
Después
saqué al títere protagonista, doña Sebastiana, se la mostré, tan chiquita, como
este niño capaz. Se la presenté y él la saludó con la yema de su dedo índice.
-¿Viste que
hace wily con la motoneta?
Saqué la
moto de varilla y probamos movimientos entre los dos.
-¿Y puede ir
rápido?, preguntó.
Siguió
merodeando y curioseando un rato más el resto de las cajas y los espectáculos
programados en el Matecito, el espacio dedicado para los más chicos.
Al rato lo
vi con los cachetes llenos de brillo y los cabellos coloreados. Había pasado
por el stand de glitter.
Andaba sólo
Walter. No era de la zona, lo habían mandado a pedir, deslizó.
Todo lo que
jugó y se divirtió en esas horas. Ojalá haya sido el mejor día de sus
vacaciones.
No hubo foto
de estas escenas, sería imposible. Por eso vine a escribirlo.
*
Planetas desalineados
El viernes
llegamos hasta Laurencena y Güemes y pedimos autorización para pasar a
descargar nuestros petates en la plaza de las provincias. En realidad, ya
habíamos dado el dato de la patente, tal como nos habían solicitado, para poder
ingresar sin problemas.
El jefe del
operativo de seguridad vial del Municipio, nos miró con cara de pocos amigos, vio
la patente pero también notó que teníamos una cubierta muy baja y nos habilitó
el paso.
Otro agente
municipal, de lástima, creo, nos dejó estacionar a 45º, frente al edificio que
está al llegar a Presidente Alfonsín.
Bajamos las mesas, las banquetas, las valijas, las guirnaldas, la botellita de agua también, cerramos el auto y fuimos a acomodarnos a la sombra. Silvia fue con Una de piratas y yo Otra Alfonsina en esa primera jornada de la concurrida Fiesta Nacional del Mate. Ya nos estaba esperando Marcelo con el equipaje de Una cajita misteriosa.
Nos
olvidamos del asunto “transporte” pero cuando al finalizar las funciones,
volvimos al auto y vimos que la cubierta, totalmente desmayada, parecía que besaba
el asfalto. Una chinche mayúscula.
Llamar al
seguro, por otras razones, se complicó. Fuimos hasta la gomería más cercana, la
de Laurencena casi Güemes. Estaba cerrada, como si nunca hubiera estado abierta.
Contamos la situación y el gomero que vivía al lado, nos auxilió.
Salvadas, fuimos
en busca de algo para cenar, lo que sea. Nos detuvimos en uno de los puestos
asignados a los clubes de la ciudad y así fue que comimos los mejores
superpanchos de nuestras vidas. En esta ocasión, le hicimos honor a la oferta del
Club San Miguel de Sudoeste, de Paraná XVI.
Llegamos
hasta la música del escenario más cercano, el Parientes del mar. Ahí escuchamos
a la banda local Latin Groove. No bailamos con su ritmo porque recién estábamos
recuperándonos de las idas y vueltas del agitado día.
“Los
planetas se alinearon a tu favor”, me había dicho más temprano Silvia, a
propósito de una librería que ni había inaugurado en Oro Verde, y nos había
hecho el favor de imprimirnos unas tarjetas que entregamos al público, al terminar
cada función. Antes, ni la computadora ni la impresora de casa, respondían a
mis órdenes y hubo que buscar tal plan B.
Luego la
noche siguió en modo disfrute con la música de la banda santafesina Sig ragga
que con una brisa de río, nos aligeró los calores y desavenencias acumuladas.
A la hora de
emprender la vuelta, osamos preguntar al mismo jefe del operativo por dónde nos
convenía salir. Resulta que nos reconoció y ahí nomás nos dijo que nos habían
llamado por alto parlante para que retiremos el vehículo de donde lo habíamos
dejado porque era el lugar de estacionamiento oficial de la intendenta, Rosario
Romero.
“Se salvaron
de que la grúa no les lleve el auto”, agregó otra municipal.
Silbando
bajito y agradeciendo la buena suerte del día, nos retiramos.
*
La vida misma
Las cajitas
de teatro lambe lambe acercan historias breves, intentan ser, para quien se
asoma por la ventanita, un pequeño paréntesis en la vida y ritmo cotidianos, un
universo plástico y fantástico, únicos.
Las
reacciones de chicos y grandes son disímiles pero en general, son miradas
sensibles a la síntesis, al detalle que propone cada uno de estos dispositivos
escénicos.
Marlene, una
nena de unos 11 años, tras la función de Otra Alfonsina, escribió en un papel: “Me
encantó. Me gustó cuando apareció la luna”.
“Es lindo
imaginar que es la historia de Alfonsina Storni que se va con ese caballito de
mar”, aportó otra espectadora.
“Hay que
cuidarla”, señaló Dulce, una adolescente, después de ver la historia de la
desmemoriada Sebastiana.
En tanto
Pamela comentó: “Es la vida que ocurre ahí dentro”.
En fin, felices
y agradecidas de haber pasado por esta edición de la Fiesta del Mate, la experiencia de hacer funciones en semejante instancia, con público de todas las edades y provenientes de distintas localidades... Contentas porque quienes se animaron a espiar cada una de estas cajitas, ¡nos regalaron hermosas devoluciones y miradas difíciles de olvidar!
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