Y se fueron 10 días de teatro, diez días de un festivalazo!
Sanos y salvos (CABA) en la explanada de la Ciudad de las Artes.
Córdoba mantuvo durante diez días, a miles de espectadores movilizados entre más de sesenta espacios de la provincia. Centenares de artistas de la Argentina y el extranjero, ofrecieron sus trabajos destacados y vivieron juntos una exitosa 9na. edición del Festival Internacional de Teatro Mercosur, aunque paradójicamente el país más representado fuera del anfitrión, fue España, con más que interesantes producciones escénicas. Los números dicen que fueron 90.000 los espectadores que supieron aprovechar el paso de teatro de calidad por esta provincia de pegadiza tonada. Durante más de una semana hubo charlas de personalidades, talleres, simposios y distintos intercambios. Este domingo se fue otro Festival del que se hablará por unos cuantos días. En el número de diciembre de LA OTRA BUTACA y La Otra Butaca, fotos, testimonios y balance de uno de los eventos más grandes del país!
Aquí compartimos una abreviada crónica, a modo de anticipo, de las funciones que pudimos vivenciar en espacios como la cárcel o la fábrica.
En fábricas y cárceles
El 9no. Festival Internacional de Teatro Mercosur llevó espectáculos como el que hacen Las despechadas (Córdoba) a lugares sombríos como la cárcel, donde el oído de los que están afuera no termina de acostumbrarse al sonido de las puertas de rejas. Allí, este martes 8 por la mañana se hizo una función para las mujeres del Complejo Penitenciario Bouwer y por la tarde, para un centenar de varones.
Con un grupo de colegas, estuvimos ahí, antes de entrar vimos una suerte de panóptico que todo lo ve, luego atravesamos una puerta, otra, otra más, caminamos pasillos con ventiluz demasiado angostos por que entran unas escuálidas franjas de luz y afuera tejidos y alambre de púa. Es una cárcel de máxima seguridad. Ese halo de todo controlado, dejó de respirarse ni bien ingresaron los músicos primero y al rato las tres mujeres que le cantan a esos varones que las abandonaron, les fueron infieles o las dejaron de querer.
Los internos fueron llegando de a dos y de a poco también, nos acercamos a dar la mano y conversar. Por qué elegían el taller de teatro, qué sentían cuando actuaban. Sí, en este penal hay talleres a pedido y gusto de quienes están allí dentro. “Porque soy buen actor. Me dicen Al Pacino”, dijo Emiliano. El joven contó que actuó para el Día del niño y entre el público estaba su hijo. “Papá sos vos, me dijo mi nene”. Feliz fue la palabra que usó para expresar lo que significó ese momento de representación. La posibilidad de ser otro, poder contar sus historias, mostrar que pueden. “Podemos alegrar a nuestra familia”, dijo por su parte Hugo.
De pronto entraron los músicos y ahí nomás, la colombiana Luza Osorno y las cordobesas Florencia Coll y Soledad San Martín, como por arte de magia, hicieron que las realidades de cada uno quedaran por buen rato, entre paréntesis.
Y lo más sorprendente, bueno, no tanto en territorio cordobés donde el humor está a flor de labios de cualquiera, los internos actuaron y retrucaron a las cantantes que proponían un intercambio con gracia y buen humor.
“A Uds. nunca les pasó que no quieren embarcarse en una relación formal y quieren tener un amor un poco más light”, tanteó Luza. Enseguida uno de los jóvenes levantó alto la mano y soltó: “Yo soy light”, y todos aplaudimos. A partir de ahí, hubo un ida y vuelta como pocas veces se ve en teatro. Las respuestas e intervenciones de los internos fueron muy ocurrentes.
La comunicación entre internos y artistas,
bien la captó el ojo del fotógrafo Sebastián del Carril.
“Una siente mucho despecho cuando recién te dejan”, reflexionó una de las muchachas. “Eso se llama alegría. Se te van todos los problemas”, le retrucó Emiliano, desde la primera fila.
Ante otra escena previa a un bolero o tango, otra de las cantantes introduce el tema de su matrimonio de largo aliento y todo lo que su marido no hace. “Eh, pero ésta pide más que un fiscal!”, apuntó el interno.
Fue una experiencia imborrable, de risa con ganas. Al término de la actuación, el público aplaudió de pie, pidió otra canción más, acaso para prolongar ese fugaz presente de disfrute. Hacia el final, escuchar un “cuándo vuelven” daba clara dimensión de la escasez de recreación y alegría que hay en estos espacios. Por eso, decimos acá, resaltamos la decisión política del Festival, de poner un pie y más aún, en territorios como las cárceles pero también en barrios humildes en los que actuaron los integrantes del Cuarteto del amor (Córdoba) y/o fábricas como la Fiat o Ananda Pack, donde los empleados bailaron al ritmo de Vivi Pozzebon (Córdoba) y Roberto Ballumbrosio (Perú).
En un alto en el trabajo diario, los empleados de
Ananda Pack, disfrutaron y bailaron al ritmo de Vivi Pozzebon.