Balance del FTR 2023
Guillermo Meresman y
Mónica Borgogno
Cuando uno cumple 18 lo celebra.
Así podría decirse que se vivió esta 18ª edición del Festival de Teatro de
Rafaela, como una gran fiesta. Detrás de este festival -o feliztival palabra que se inventó en una edición pasada-, hay un
equipo que piensa y sostiene con ganas la potencia del teatro, la vidriera de
las artes escénicas que esta vez llegó de La Plata, Rosario, Santa Fe, CABA, Neuquén, Río
Cuarto, Córdoba, la decisión de conmover, movilizar o hacer reír.
El Festival es de Teatro, o más
ajustadamente, de las artes escénicas, y es lo suficientemente importante en el
país, como para que alrededor de quinientas compañías o grupos, según
confirmaron sus organizadores, postulen y quieran estar allí, cada año en que se
abre la convocatoria.
Pero ocurre que las plazas para
formar parte de la programación, son 33 – tal las contabilizadas en este año-,
con lo cual, los artistas tienen que mandar una y otra vez sus carpetas para,
en función del diseño de cada edición, ver si tienen una posibilidad.
Por contrapartida, las plazas de la
ciudad se repletan de gurisada, colores y voces.
Los treinta y tres trabajos programados
este 2023, con la curaduría de Gustavo Mondino, director artístico del
Festival, y su equipo, aportaron gran diversidad de estéticas y géneros, atendieron
a una amplitud de gustos, estructuras y procedimientos, para que el festejo sea
de todos.
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El desfile de apertura, protagonizado por artistas locales |
Los temas, sin embargo, como en la
gran historia del teatro (y de la humanidad), tienen edición tras edición, alguna
continuidad: el amor y el erotismo, la muerte o la finitud de la vida, las
pasiones, el sinsentido, los lenguajes, las identidades, las denuncias, los
vicios, las alegrías humanas... Todo un repertorio de clásicos y
contemporáneos, pertenecientes a la gran cultura terrestre, a la comunidad, y sedimentado
por milenios...
El arte teatral, los espectáculos,
los riesgos, se dan cita cada temporada de receso escolar, en el invierno de
Santa Fe, en uno de los pocos eventos populares, de tamaña magnitud, que van
quedando en el plano cultural y en la región centro de Argentina.
El futuro se hace, rezaba el slogan
de la actual gestión municipal, principal organizadora de este evento, y que
podía leerse en una de las puertas del Complejo Cultural del Viejo Mercado,
allí donde se llevaron adelante dos actividades especiales: las tradicionales
Rondas de Devoluciones y la entrega gratuita de ejemplares como ensayos, obras
de teatro premiadas, volúmenes referidos a la iluminación teatral o el teatro
de objetos, por citar algunos, editados por Inteatro.
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Secretos y manifestaciones, laboratorio dirigido por Juan Parodi |
Los que la rompieron
No hay
banda, de Martín Flores Cárdenas, fue uno de los montajes que
más impactó este año en Rafaela. Como nos ha pasado con otras puestas, en
pasadas ediciones del festival, este unipersonal del autor, director y actor,
tocó las fibras más emotivas de una platea que prácticamente dejó de respirar
por una hora. La liminalidad entre existencia y representación fue abordada a
través de la historia de Flores Cárdenas y su abuelo, en una de esas obras
destinadas a ser recordadas por mucho tiempo.
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No hay banda. Gentileza FTR |
Es que sus temas no son solo los atinentes
al de un profesional de la escena y la necesidad de mostrar y experimentar, sino
que giran en torno al tiempo, al ser, a la ausencia, la creación, los legados.
Merece destacarse el aporte en materia de iluminación que hace aquí Matías
Sendón, al igual que en la obra Lorca, el
teatro bajo la arena, gestando provocadores climas.
Otra de las obras que expuso un proceso
novedoso e ideas originales fue la creación colectiva De la mejor manera, de Jorge Eiro, Federico Liss y David Rubinstein.
En un espacio no convencional como La Mula Bar, esta obra rompió el aplausódromo y la
tranquilidad de calle Lamadrid, del popular barrio 9 de julio. La obra lleva
tres años de temporadas en un bar a la vuelta del cementerio de Chacarita, en
CABA, y cuenta la historia desde la exasperación y la dramaturgia del actor.
Liss y Rubinstein –conocidos en el medio por otras actuaciones de excelencia-,
componen a dos hermanos de frontera, al borde, igual de angustiados por la
muerte de su padre y el amor a una misma mujer, y esa misma tensión sostenida
con sus cuerpos, hace que el espectador esté todo el tiempo en vilo,
sorprendido, con carcajadas que afloran en cualquier momento.
El trabajo de
Eiro, a partir de unas primeras improvisaciones, se entretejió con intertextos de
la literatura argentina y llegó a buen puerto. En la atención y costura de todos
esos materiales, resignificó contenidos y emocionó.
La
Celestina,
tragicomedia de Lita, fue una rara avis en el FTR. Creada por
David Picotto y la bufona Julieta Daga, con la asistencia de Santiago Pérez,
los cordobeses abordaron el clásico de la literatura española a partir de una
desmelenada y filosa Lita, agonizante ante el drama pasional de los
protagonistas de la obra de Fernando de Rojas. El público participó, se conmovió,
rió con las desdichas de los personajes, y acordó con que “pocas cosas son tan
peligrosas como el teatro independiente”.
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La Celestina, tragicomedia de Lita. Fotografía de M.B. |
De jerarquía esperada
Entre los clásicos presentes esta
vez estuvieron Lorca, el teatro bajo la
arena, en la gran sala del Lasserre, y Gaviota,
inspirada en la famosa pieza de Chéjov, en La Máscara.
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Una escena de Lorca... que se vio en el Lasserre |
La primera de ellas, con dirección
de Laura Paredes, fue un tributo jocoso al granadino, con certero elenco compuesto
por María Inés Sancerni, Rafael Federman, Claudia Cantero, Nicolás Levin y
Agustín Gagliardi, y sigue en cartel en El Portón de Sánchez de CABA. Fue la
única obra en gran formato y pasó justamente por una de las salas emblemáticas de
la ciudad anfitriona, con larga tradición de teatro, en donde alguna vez supo
verse, por caso, La casa de Bernarda Alba.
En tanto la libérrima versión del
talentoso Guillermo Cacacce sobre La Gaviota de Antón
Chéjov, interpretada alrededor de una mesa con el público tan cerca como
confundiéndose o fundidos en esa historia, se valió de un elenco femenino de reconocida
trayectoria que estuvo a la altura de las circunstancias. Clarisa Korovsky,
Marcela Guerty, Paula Fernández, Pilar Boyle y Romina Padoan, tras un proceso
de largo aliento que incluyó ensayos en medio de la experiencia pandémica,
recrearon ese encierro y actuaron sentadas concitando la atención con simpatía y
profundidad, propias de la obra maestra dramática.
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Los santos. |
Los santos, de los
trotamundos rosarinos Claudio Inferno y Eleazar Fanjul, irrumpieron con un
espectáculo delirante y grotesco, procedente de Neuquén, que maravilló a la
platea colmada del recién inaugurado Centro Recreativo Metropolitano La Estación.
Un altar al ingreso de la sala ya
daba pistas de algo de lo porvenir: un deleite de ingenio y talentos que ya
fueron disfrutados en Italia, España y varias plazas del país. En la Ronda de Devoluciones, ambos
defendieron lo genuino y disidente del arte circense y callejero, explicaron su
obra a partir de un cierto fetichismo por los vasos y las botellas, develaron sus
procedimientos así como sus horas de entrenamientos de acrobacia y malabares.
Los cielos
de la diabla fue otra de las piezas en las que los roles de dirección,
actuación y dramaturgia fueron asumidos por una misma artista, Vilma
Echeverría. La obra tuvo dos funciones en la Fiesta Nacional de Teatro del
Chaco a comienzos de año, y realizó otras dos funciones en este festival.
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Vilma Echeverría en Los cielos de la diabla. (FTR) |
Se trata de un espectáculo
conmovedor, inspirado en la pérdida de un padre adorador del Club Independiente
de Avellaneda. El magnetismo que la actriz insufla al personaje, la lleva a
transitar historias duras, de desposeídos y violentados, en un paisaje de
luminosidad y desasosiego a la vez.
Conurbano,
cotidiano, de Santiago Gobernori, es una comedia fresca, una
historia simple, según definieron sus actores, en la que encontraron lucimiento
Victoria Baldomir, Nicolás Giménez y Sabrina Zelaschi. Tanto en Rafaela como en
Ataliva, una de las subsedes en la que se la vio, fue festejada por el público
que pudo sentirse identificado con esas realidades del interior del interior,
en donde los más jóvenes tienen pocas oportunidades y sueñan con viajar a la capital.
La sapo, de
Ignacio Tamagno, es un drama interpretado por Eva Bianco y Carolina Saade, en
el que el mágico y artesanal trabajo esceno-técnico de Maxi Bini y Estefanía De
Gennaro, le suma más poesía y una dimensión insólita y onírica a la puesta. La
novedosa iluminación creó con las actrices cordobesas, un sinnúmero de
atmósferas y bellas escenas, que la prensa congregada y el público en general
agradeció.
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Antivisita. |
Antivisita.
Formas de entrar y salir de la
ESMA, es una producción ritual que en octubre
podrá volver a ser vista en Rosario, según anticiparon sus hacedoras. La
experiencia performática que se ofrece como un recorrido emocional de Mariana
Eva Pérez y Laura Kalauz, con el acompañamiento del antropólogo Miguel
Algranti, dio carnadura a esa dimensión espectral de los cuerpos ausentes y el
horror, con ciertas proyecciones, una sesión de espiritismo y sombras que
parecían evocar a los que ya no están. Una propuesta que conduce a los
visitantes por los vericuetos de una historia personal pero también social.
Otras obras que no pasaron
desapercibidas fueron los dramas Limítrofe.
La pastora del sol, de Bosco Cayo y dirección de Florencia Bendersky, Aire de montaña, de Pilar Ruiz y Shamrock, una comedia en verso, con
buenas actuaciones y dirección de Nano Zyssholtz (CABA) que puede verse en
Beckett Teatro.
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La Pastora del sol. |
Todo público
Los más chicos tuvieron, como todos
los años, buenas propuestas y distintas, en diferentes espacios de la Perla del Oeste.
Acrobacias, malabares y más, en Casibache (La Plata) que también fue
programada en Suardi; El aviador, de
Damián Costa, o interesantes espectáculos para toda la familia como El aviso desoído, por Kika Producciones
(Río Cuarto), que como comentó Mondino invita a bajar un cambio, Tiburón XXL, por La Gorda Azul (Santa Fe)
con gran despliegue de títeres y dispositivo escenográfico, Universonoro de Tato Villanueva e Irene
Ortín; Ensalada mágica, que cerró el
FTR, el musical Algo que contar y El vuelo de Basilio, adaptación de Fedra
García sobre un cuento de Haroldo Conti, expusieron la avidez del público
infantil en plenas vacaciones escolares.
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Tiburón XXL (Santa Fe) FTR |
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El aviso desoído (Río Cuarto) FTR |
Las obras locales y los Laboratorios
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Algo que contar. |
Los Laboratorios de creación
fueron, como el año pasado, espacios de aprendizaje y creatividad muy
concurridos por teatristas y estudiantes de teatro locales. Estas instancias de
formación o perfeccionamiento, concluyeron en disímiles búsquedas estéticas, de
las manos de Juan Parodi, Luciano Del Prato, Agostina Luz López y Ana Gurbanov.
Además hubo talleres, encuentros en nuevas salas (Biblioteca Sarmiento, Escuela
de Música Remo Pignoni, entre otros) e intercambios, tan valiosos en estos
tiempos de virtualidad.
Cerca de un treinta por ciento de
la programación, comprometió producciones rafaelinas, un hito regional que
habla del sentido o uno de ellos, del FTR. En este apartado pues, no podemos
dejar de mencionar sucintamente cuatro obras muy distintas, que provocaron,
denunciaron y sacudieron a sus respectivas plateas.
El
último..., de Marcelo Allasino, ahondó en las problemáticas de los
vínculos, las violencias y el homoerotismo, con valentía y buenas
interpretaciones de Marcelo Gieco y Agustín Keller; Imaginación..., representó un buen debut de Mayra Armando y Luisina
Valenti como realizadoras; Lingua ignota,
regaló con la danza y el talento de Liza Taylor, un movimiento en equipo
integrado por Mateo de Urquiza, Vanesa Del Barco, Federico Shmidt y Cintia
Hernández, de factura acaso algo polémica y Decir
sí, de Gambaro, con dirección de Paula Boero y memorables actuaciones de Danilo
Monge y Mariano Patania, llevó a la sala chica de La Máscara el mundo opresivo
y delator de la gran autora argentina.
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Decir sí. FTR |
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Lingua ignota. |
En resumen, un festival de
prestigio que se ha ganado un lugar en el calendario de las artes escénicas
nacionales. La apertura de DeSastres,
de Cirulaxia (Córdoba), fue abrir una semana a los aprendizajes, a las emociones
y a los encuentros que propicia este feliztival
siempre.