El escritor entrerriano dice “el cuerpo dicta y
el alma traduce”,
evocando al escenario lo intangible de nuestro objeto: ¿cómo es la relación entre
cuerpo y escritura en Arnaldo Calveyra? Pone en una misma frase el problema de
un cuerpo que habla y que a su vez tiene que lograr expresar mensajes
indecibles por un idioma que es ajeno al cuerpo, pareciendo así que para él escribir
es traducir; como si su rol fuera el de un trujamán.
Escuchen bien: El
cuerpo dicta y el alma traduce. Es una frase que se puede abordar según las
diferencias entre conocimiento científico y artístico, pues, según Juan L.
Ortiz, “el científico se coloca en la posición de valerse como instrumento de
la abstracción del concepto. El poeta es la sensación, la intuición y a veces
la imaginación, que es también muy importante en la captación del objeto”.
Motivo por cual, estimado público, trataremos
de integrar la visión científica y la artística para captar este objeto,
construirlo, con la dialéctica como “método para el hallazgo de nuevos
resultados, para progresar de lo conocido a lo desconocido”;
y si me refiero a lo conocido, es
porque existe lo documentable, lo publicado, en suma, lo demostrable; y si digo
lo desconocido, hago alusión a lo que
podemos arribar por medio de las conjeturas o develar por deducciones basadas
en hechos, los cuales veremos a continuación.
Sin
más preámbulo, con nosotros, dos actos de los Calveyra’s, dos maneras de ser de la relación cuerpo y escritura.
Primer
acto: Por lo biográfico. Un recorrido de vida ligada a la escritura
Mi nombre es Arnaldo César Calveyra, tengo 9 años, nací
el 23 de febrero de 1929, en el campo de Entre Ríos, en la localidad de
Mansilla, departamento Tala. Soy el séptimo hijo varón, por lo que
tranquilamente puedo ser un lobizón, y quizás esa mezcla de leyenda y fábula
marca mi vida para siempre; eso, y además que tengo un hermano sonámbulo, con
lo cual andar caminando como entre sueños me resulta normal; tanto como
escribir, porque mi casa es una escuela, es decir, una casa-escuela, dado que
mi madre es la maestra; así como los alumnos se mezclan con mis hermanos, las
tareas de la escuela lo hacen con mis juegos. De hecho, escribí esto: “abril de
1938”:
“Al
señor Director de la revista Pilufo,
De
mi mayor consideración
Tengo
el altísimo honor de dirigirme por primera vez a Ud. rogándole que quisiera
hacer el favor me corrigiera una comedia que yo hice y la quiero representar en
mi escuela”.
Con el rescate de este archivo, y lo anecdótico
anterior, lo que se quiere mostrar es que la relación escritura y el cuerpo comienza
a experimentarse desde la infancia. De ello, al imbricarlo con la visión
psicoanalítica de que el cuerpo “no es algo dado, sino algo a construir”,
digo que la experiencia de ser-en-el-mundo un escritor, es algo que venía
experimentando desde temprana edad corporal. Ahora bien, sobre todo, lo que se
quiere remarcar, es que ser escritor no es una etiqueta; ese rol se encarna “en la medida que
penetras en un trabajo de escritura”;
es decir, en otras palabras, que se es escritor si la escritura se hace con el cuerpo,
si sujeto literario se funde con el sujeto empírico y conforman un solo
cuerpo de y para la escritura.
A partir de esta carta podemos ver otra dimensión de
la relación cuerpo y escritura: la escritura relacionada también con el lugar
que ocupa el hecho de la publicación. Publicar es otra trasformación dentro de
la cadena de materialidad de la escritura; es otra manera de poner el cuerpo, sea por la representación
teatral o gráfica, pues marca una presencia en la escena de lo público.
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Documentos del archivo familiar de A. Calveyra. |
En otras palabras, se podría decir que ese “cuerpo
simbólico”,
según Gómez y el psicoanálisis, “un cuerpo vacío, sin contenido […] que se
presentara como superficie de inscripción”,
en mí caso, pasa a ser un sujeto para la
inscripción, es decir, desde temprana edad pasa a ser un sujeto para la escritura, un cuerpo
habitado por el deseo de escribir, de ser escritor, y, en consecuencia, todos
los sentidos, en vez de enajenarse, se pusieron en función de ese móvil de
vida: la escritura. En todo caso, si existe un sujeto del deseo, ese deseo es el
de habitar la escritura. Entonces, la primera corporalidad de la relación entre
cuerpo y escritura o del cuerpo a disposición de la escritura, se manifiesta
con los “Perseguidos”, que figura en el archivo que acabamos de ver.
La segunda materialidad, no contento con que, según
Gómez, “la primera escritura que se hace sobre el nacido es la del registro
civil”,
se realiza los quince años con “Ha nacido un hombre”,
como una manera de demostrar que, así como “el cuerpo se constituye”,
un escritor también puede elegir cuando nacer.
Paréntesis: como podrán ver —y escuchar, porque declararé
en un futuro— “yo escribo a mano, hago varios manuscritos a mano, ya cuando
escribo a maquina es porque me estoy alejando”,
con lo cual quiero decir, para reforzar la vinculación entre cuerpo y
escritura, que la materialidad de la escritura, el soporte mecánico, seguirá
siendo el cuerpo, la escritura a mano.
Y ya que estamos en el futuro, y para cerrar este
primer acto hecho de anécdotas y archivos, voy a evocar a mi yo de 2012. Cuando
apareció La Selva,
entre mis papeles traspapelados, quise que fuera incluida en Teatro reunido (Eduner, 2012). Con una
persona coordinamos encontrarnos en una estación de tren, de camino al
aeropuerto, para hacer entrega del manuscrito. Lo cierto es que dije que
estaría esperando con Monique, y, por si las dudas, llevaría puesta una corbata
roja. El pasamano sucedió con éxito y el manuscrito llegó al destino. Ahora
bien, y aquí viene lo importante, cuando Sergio Delgado me recordó que yo no
había llevado puesta la corbata roja, respondí: “yo no llevaba la corbata
porque el mozo del café que suele prestarme una hermosa corbata roja, esta vez
se negó; no importa, Cecilia me reconoció lo mismo, o acaso por la presencia de
Monique”,
lo cual genera una pregunta en Delgado “¿Dónde termina la escena y comienza lo
escrito?”. Esperamos, con lo dicho, haber
contribuido a acercarnos a una respuesta.
Segundo
acto: Por lo literario. Una presentación general de su obra
¡Simpático gurí el que fui! “Quisiera que me lo mandé
lo más antes posible”, cerraba la carta donde presentaba el primer “drama”. Así
vemos que lo primero en despertar fue lo teatral y, justamente, como dice Ana
María Vallejo de la Ossa,
“cuerpo y teatro son nociones hasta hoy inseparables”.
Para mí, como declaré en una entrevista con un estudioso del teatro
latinoamericano, Osvaldo Oregón, hablando sobre la diferencia entre el teatro
francés y el teatro latinoamericano, dije: “El teatro francés, al lado del
teatro que hacemos nosotros, es un teatro para ser dicho. […] De todos modos,
no es un teatro para ser hecho sino para ser dicho”,
con lo cual se puede deducir que el gesto, en la dramaturgia de Calveyra, viene
antes que la palabra, es decir, hay una jerarquía del cuerpo sobre la palabra,
y así lo podemos ver en La Selva:
“(Detiene el grabador, se da cuenta
del error, borra el final y vuelve a grabar)”.
Entonces,
en el teatro privilegio el gesto caporal antes que la palabra; y, además, como
dijo Claudia Rosa, los actores “se van desdoblando o duplicando: Bruja, Bruja
1, Bruja ciega, Aprendiz de Bruja”,
acaso un punto de vista similar al de Osvaldo Obregón cuando describe al teatro
latinoamericano como un espacio “donde la realidad y la ficción, la locura y la
lucidez se entrelazan constantemente, sin que los personajes puedan controlar
la ambigüedad que ellos mismos han creado”;
lo cual hace pesar que, efectivamente, en la dramaturgia de Calveyra existe una
búsqueda para que los personajes muten dentro del espectáculo: ¡Ese era el
espectáculo!, el de personajes y cuerpos en mutación todo el tiempo que dura la
obra.
A propósito de esta obra, Sergio Delgado aseguró que La Selva
puede ser leída “como un documento de la concepción de lo político, en
particular de la violencia, en los años setenta”, pero también, agrega, como
“una mirada panorámica sobre el continente”.
Todo esto concuerda con una marcada tendencia de las creaciones contemporáneas,
resaltada por Vallejo de la Ossa,
dentro de una “tensión o fusión entre escritura y cuerpo”,
donde se expone “la relación actor-cuerpo”,
y esta “se ve trasformada anunciando los cambios radicales que en ese sentido
[…] lo corporal hace parte de gramáticas particulares y primordiales”.
Eso en cuanto a la escritura dramatúrgica.
Sin
embargo, “ya no soy más un escritor que
escribe, o que ve, la historia de la literatura en términos de géneros”,
y perdón que me autocite nuevamente; mejor citaré a otro autor para volver
a hablar sobre mi literatura. Vallejo de la Ossa dice que en el teatro contemporáneo
latinoamericano “cuerpo y escritura se entretejen en un texto […] durante un
proceso de creación que dan origen a otro material: un libro”.
En mi caso, no fue solamente uno, fueron varios en los cuales la paráfrasis al
acto de escritura, es decir, al acto de la materialidad de un texto está presente.
Veamos algunos títulos dentro de la obra poética, narrativa y dramatúrgica, que
ejemplifican esta paráfrasis:
Cartas para que la alegría (1959); Cartas
a Mozart (1986); El libro de las
mariposas (2001); Apuntes para una
reencarnación (2002); El cuaderno
griego (2010); Diario del fumigador
de guardia (1986); Diario de Eleusis (2006); Diario del recluta (2012) y Diario francés (2017).
Desde
el título, en todos esos libros, se hace una ouverture hacia la imaginación del acto de escritura ya
materializado. Una de las traductoras, Florence
Delay, dijo sobre la escritura “es
autobiográfico”,
y, como se sabe, la retórica del discurso y del registro autobiográfico es
“la autorrepresentación (como) elemento intrínseco de la autopercepción del
sujeto”.
En síntesis, pareciera ser que mis textos siempre pretenden “realizar lo
imposible, esto es, narrar la historia de una primera persona que solo existe
en el presente de su enunciación”;
en otras palabras, como una singular poética del cuerpo, en donde la relación
texto-cuerpo es de exposición y designación que trasforma y forma parte del textum, de la trama narrativa de lo
cotidiano, de lo corpóreo de las cartas, los apuntes, los cuadernos, los
diarios, los libros.
Conclusiones
Adviértase que todo el tiempo estuvimos trabajando
sobre un concepto de época, sin nombrarlo, como a Foucault, para quien “una
época, una formación histórica y un saber son términos equivalentes”.
Sabiendo, además, que “no comprenderemos cabalmente lo que significa un saber,
una época o una formación histórica si no articulamos esto a otros dos
términos: el poder y el sujeto”,
centrándonos aquí en la construcción del sujeto escritor, y, principalmente, la
relación entre cuerpo y escritura.
A propósito, agregaríamos que dichas prácticas
escriturales venían siendo dominadas por la tradición de un sujeto cartesiano,
que subordina el cuerpo al poder de la mente. Por el contrario, podríamos
asegurar que Calveyra se enmarca en una literatura del “giro corporal”,
en donde el cuerpo es “materia y sentido”.
En esa apuesta, la literatura de Calveyra se encuentra en el “tránsito de una
sociedad que declina, moribunda, pero aún fuerte, y otra que nace, reclamando
su derecho a la vida, pero aún débil”.
En otras palabras, en una literatura que se está haciendo cuerpo, y a la cual
él le dedicó el cuerpo desde temprana edad, durante toda su vida, y también con
su literatura ya cuando el cuerpo trascendió.
En un sentido amplio, la literatura de Calveyra no
escapa a la general que Judith Butler analiza en El género en disputa (1990), la
cual pone en el centro de la escena al lenguaje como un vector “que arroja
manojos de realidad sobre el cuerpo social”,
puesto que, más allá de las
particularidades de Calveyra, lo importante sería ver que “hay una plasticidad
de lo real respecto del lenguaje: el lenguaje tiene una acción plástica sobre
lo real. El lenguaje acepta y cambia su poder mediante actos locutorios”,
y eso Calveyra lo practicó, como vimos, en la mutación de sus personajes dentro
de una misma obra, y en su propia vida ligada a la escritura, pues fueron
moldeando su existencia en diferentes etapas históricas.
En resumen, damas, caballero, y gentes, con los Calveyra’s se quiso montar un verdadero
“show”, en sus múltiples acepciones: posible escándalo, llamada de atención,
puesta en el centro de la escena y del interés del tópico cuerpo y escritura en
Arnaldo Calveyra (1929-2015); un personaje de la literatura que declaró “yo
sigo creyendo fervientemente en la literatura pero empiezo a creer que más vale
instalarse en una cierta manera de vida”, es decir, estableciéndose en la lengua,
haciéndose cuerpo en la memoria del lenguaje, poniendo el cuerpo a disposición
de la literatura y la literatura a disposición de su cuerpo.