II Encuentro “Teatro y Memoria” en El Salvador
Entre el
14 y el 20 de enero de 2016 se desarrolló en San Salvador este Encuentro que,
en palabras de la teatrista Jennifer Valiente, busca proponer a la sociedad
salvadoreña, desde la práctica teatral, una instancia de reflexión sobre la
historia y su relación con la escena de su país. En efecto, el primer Encuentro
estuvo dedicado a la guerra que esta nación sufrió entre 1980 y 1992 entre las Fuerzas Armadas del Estado y el
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. El extenuante y luctuoso
conflicto concluyó hace hoy veinticuatro años, cuando se firmó el Acuerdo de
Paz de Chapultepec, dejando atrás una República devastada. Un país que, siendo
unos de los más pequeños de América Latina, es uno de los más ricos por su
exquisita tradición cultural y sus aportes artísticos contemporáneos que se traducen
en nombres como los del pintor y escritor Salarrué; el más grande caricaturista
latinoamericano del siglo XX, Toño Salazar; los poetas Claudia Lars y Roque
Dalton.
Jennifer
Valiente dedicó la primera edición del Encuentro, en 2015, a la relación entre
el espacio bélico por el que transitó El Salvador en el siglo XX y la
dramaturgia, proponiendo la lectura de obras de tres autores cuya producción
germina en las tablas en años recientes. Este segundo Encuentro, apelando
siempre a la Memoria y su visibilidad en el ejercicio teatral, fue dedicado a
Consuelo Suncín, con el montaje de tres obras, un Conversatorio y la
presentación del libro “Cicatrices de la memoria”.
Toda la
programación del evento se desarrolló en el Teatro Municipal de Cámara “Roque
Dalton” (de “cámara” no tiene nada, posee 270 butacas) que dirige la actriz y
directora Rubidia Contreras, quien me hizo conocer del valor y significación
del quehacer teatral durante el período bélico (muchos puntos de contacto
surgen entre aquella experiencia y la que vivió nuestro país durante los años
1976-83).
El primer
espectáculo fue una adaptación de “El Principito” llevada a escena por el grupo
“Cuenterete Teatro”, con la dirección de Francisco Ramos, ilustre teatrista
salvadoreño radicado en Santa Tecla y con una trayectoria escénica vinculada
desde hace décadas con la pedagogía. Su montaje, que resultó ser hogar de
diferentes técnicas escénicas, sobresale por su calidad visual y las eficaces
soluciones plásticas que encuentra en la manipulación de muñecos y objetos.
(foto de Mauricio Sánchez) |
El consuelo de la memoria
Luis Alvarenga
Encontrarnos con una mujer excepcional, libre, valiente, en los momentos
previos a su muerte es algo que se logra en la pieza de Alejandro Finzi, El último viaje de Consuelo Suncín. La
puesta en escena tuvo lugar en enero, en San Salvador, a cargo del Taller
Inestable de Experimentación Teatral, TIET, dirigido por la dramaturga Jennifer
Valiente.
Si no teníamos ni remota idea de quién era Consuelo Suncín, de su fuerza
como mujer, de su vida como artista -que es más rica que su matrimonio con
Saint-Exupéry-, la pieza de Alejandro Finzi no sólo nos da una idea, sino que nos mueve y conmueve como espectadores. El drama
está planteado desde varias perspectivas que se conjugan: la de un escritor que
está en plena labor de hacer una obra sobre la agonía de Suncín -que recurre a
la técnica del distanciamiento para hacernos consciencia de que está escribiendo
el texto en ese instante y que interpela a la propia directora del elenco
teatral para hacerle indicaciones sobre la puesta en escena- ; la de la propia
autora, que está prisionera en el sanatorio, presa de una enfermedad pulmonar
que está minando su vida y la de las dos enfermeras que la atienden, que la ven
como una paciente problemática, de procedencia incierta y de ocupaciones raras.
Consuelo Suncín emprende su último viaje desde la inminencia de la muerte,
lugar desde el cual puede ver las cumbres y los abismos de su vida. El consuelo
de la memoria ante la inminente desaparición del todo, que se hace más nítida a
medida que la nada avanza, pero que al final, como ocurre con Consuelo, ofrece
un vuelo liberador.