Bajo la coordinación general de Mauricio Kartún, tuvo lugar
el Seminario Iberoamericano de Dramaturgia Creativa, que se dictó en tres intensas
jornadas en el Centro Cultural Kirchner, entre el 30 de octubre y el 1 de noviembre
pasado. Al encuentro asistió un total de 500 participantes. De a poco, iremos compartiendo
parte de lo registrado en cada una de las clases.
La primera conferencia –clase fue la del uruguayo Gabriel
Calderón. Como bien anticipaba el título
de su charla "Escribir leyendo - Lo que aprendí de la dramaturgia leyendo teatro",
este talentoso autor y director repasó diversas lecturas que resultaron
fundacionales para crear. “Sabía de teatro, de actuación, pero no sobre
escritura. Gané premios con mis textos pero siempre creía que había un
malentendido… siempre tuve desconfianza en la escritura y la vi como una
plataforma que corrigen los actores. Los errores y el conocimiento de ellos, son
importantes”, comenzó.
De su recorrido como lector se fueron desprendiendo sus
propios aprendizajes, conclusiones o metodologías a la hora de escribir.
Mencionó desde El zapallo que se hizo
cosmos, de Macedonio Fernández, el aporte del brasileño Nelson Rodríguez o
del francés Bernard-Marie Koltés. De este último leyó un fragmento de La vuelta al desierto, para ejemplificar
el agotamiento de un concepto, acaso también como posible método que despunte
una escritura.
Más adelante Calderón parafraseó a Thomas Bernard, cuando
propuso llevar todo el asco a la obra y no, la mitad.
Asimismo, propuso empezar a entrenarse en el espectador de
hoy, en un espectador interrumpido. La
novela luminosa de Levrero, fue otro de los textos citados como una de sus
lecturas reveladoras al igual que Harold Pinter o Luiggi Pirandello, autores
que “le asignan poder a la palabra pero poder para la acción. Los personajes de
Pinter, por caso, dicen, piensan y hacen no necesariamente en relación entre sí. Por
ejemplo, un personaje dice “qué sed” pero hay un vaso de agua y no toma”.
Para cerrar, eligió un texto de su coterráneo Felisberto
Hernández, en el que el autor cuenta la génesis de sus cuentos. “…A pesar de
la vigilancia constante y rigurosa de la conciencia, ésta también me es
desconocida. En un momento dado pienso que en un rincón de mí nacerá una
planta. La empiezo a acechar creyendo que en ese rincón se ha producido algo
raro, pero que podría tener porvenir artístico. Sería feliz si esta idea no
fracasara del todo. Sin embargo, debo esperar un tiempo ignorado: no sé cómo
hacer germinar la planta, ni cómo favorecer, ni cuidar su crecimiento; sólo
presiento o deseo que tenga hojas de poesía; o algo que se transforme en poesía
si la miran ciertos ojos. Debo cuidar que no ocupe mucho espacio, que no
pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté
destinada a ser, y ayudarla a que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo
a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere sugerirle demasiadas
intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía
natural, desconocida por ella misma”…