Del 14 al 19 de julio pasado volvió a desarrollarse una nueva edición, la onceava, del Festival de Teatro de Rafaela. Un encuentro recargado de propuestas, que conservó su derrame sobre otras localidades de la región, y que como cada año es una fiesta de las artes escénicas en la que participan miles de espectadores y cientos de artistas y colaboradores de un gran equipo anfitrión.
Durante seis días, esta
localidad del oeste santafesino, luce distinta, movilizada, ávida. Durante seis
días, la Municipalidad de Rafaela, regala un evento repleto de emociones, obras
y talentos, en distintos escenarios y para todos los gustos.
Desde la apertura de
cada Festival, se altera la norma del microcentro y con ella, la vida
cotidiana. Esta vez, cientos de ciudadanos acompañaron el desfile de la Fanfarria Da Vinci de Córdoba y
siguieron al gigante dragón de globos rosados, negros y blancos, creación de
Víctor Tomate Ávalos, hasta su ingreso al Cine Teatro Belgrano. Allí fue la
inauguración oficial, donde se lo escuchó al secretario de Cultura, Marcelo
Allasino, explicar este fenómeno que ocurre en la ciudad: “Hay quienes se resisten al cambio y hay
quienes lo abrazan. Este festival es una muestra contundente de ese cambio que
estamos viviendo como comunidad. Es un ejemplo de transformación”, expresó.
Luego habló el
intendente, Luis Castellano, quien sorprendido por la cantidad de personas que
había en la sala, -más las 80 que no pudieron entrar porque estaba más que
repleto-, señaló: “La cultura es un derecho, y todos tenemos derecho a la
cultura, de la misma manera que todos tenemos derecho a la educación o a la
salud. Y el Festival de Teatro va camino a igualar ese derecho. Ahí está el
éxito que tiene”.
Tras los discursos,
comenzó La Pipetuá a desandar sus 13 años
(la edad del pavo), con el clown, el circo, la música, curiosos efectos
lumínicos y mucho humor. La antología del reconocido grupo de Buenos Aires,
atrapó a una platea colmada que rió con cada ocurrencia o peripecias de
Sebastián Amor, Fefo Selles, Diego Lejtman o Maxi Miranda, la generación de burbujas
enormes o la permanente interacción que entablaron con el público en distintos momentos
del espectáculo. Se los despidió de pie y lo mismo pasó con las otras dos obras
programadas en el primer día, en el Teatro Lasserre y en La Máscara, con Muñeca…, de Armando Discépolo en versión
libre de Pompeyo Audivert y Doberman,
de Azul Lombardía, ambas de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
En el caso del
trabajo de Audivert-Andrés Mangone, la puesta en escena pareció verse
enriquecida en un espacio tradicional en la primera salida de la sala del Centro
Cultural de la Cooperación, y potenció la interpretación de un sólido elenco
conformado por Ivana Zacharski, Diego Vegezzi, Fernando Khabié, Pablo Díaz,
Gustavo Durán, Carlos Correa, Mosquito Sancineto y el propio director y
protagonista, con la composición de un Anselmo para la memoria.
En Doberman, -que conoció el año pasado una
versión gualeguaychense- Mónica Raiola y Maruja Bustamante encarnan a dos
mujeres casadas, reconocibles en su singularidad. Las dos talentosas, en los
contrapuntos rítmicos que proponen sus personajes, causan mucha gracia y a la
vez, permiten atisbar el devenir de una historia acaso tragicómica.
Osados
El festival tuvo
varios escenarios. Este año, volvió a lucirse una carpa de circo en la que 75 watts de La Metereológica del
Circo Da Vinci, por caso, entretuvo a las familias con la misma magia de
siempre.
En la Sociedad Italiana, en
tanto, Jorge Villegas de la compañía Zeppelín Teatro presentó Argentina Hurra!, una propuesta de
teatro político que continúa haciendo foco en la violencia de la década del ’70,
una mirada crítica y mordaz al peronismo y los coletazos de su impronta y
personajes que rodeaban a Perón. Un espectáculo pleno de ideas y gracia que
entendemos consolida su particular poética, y que lleva al grupo cordobés a un
lugar de atención nacional por su original proyecto creador.
(fotos de Gustavo Conti)
En las primeras
jornadas se vieron también obras de Mendoza y Rosario y esta vez, la invitada
internacional fue De-vir (Brasil) que
se destacó junto con La Wagner, de
Pablo Rottenberg, entre las altas ofertas de la danza contemporánea incluidas
en una intensa programación. La danza proveniente de Brasil exhibió cuerpos
elásticos que parecían idear figuras animales o monstruos, mostró imágenes que sumergían
al espectador en un raro mundo silencioso y fantástico.
En cambio las mujeres
de La Wagner, desnudaron una técnica
impecable, crearon con sus trabajados cuerpos, una atmósfera de osadía
mayúscula, de violencia impronunciable, impensada, a partir de escenas
difíciles de digerir, imágenes que sólo compartiéndolas con otros, abren más y
más significados y ayudan a procesarlas porque sin dudas, punzan y
muestran
descarnadamente lo que no siempre queremos ver.
Nuevas miradas
La calidad de los
trabajos presentados en esta edición, volvió a sorprender. Sólo por citar unos
casos, destacamos a Boyscout, de
Dennis Smith. La voz de este artista, la singular música en escena, la historia
y cómo se la cuenta, constituyen un entramado visual y sonoro que mueve todas
las estanterías: denuncia los rótulos -“agujeros en la cabeza”, dirá el actor
en su relato- que imponen las familias y tantos nefastos actores del sistema
educativo.
Historias como éstas
y las que dejaron picando Argentina Hurra! o Un trabajo, de Lisandro Rodríguez y Elisa Carricajo, recién
estrenada en Buenos Aires, propician movimientos internos, estelas de ideas y
pensamientos que no se pueden medir ni transferir, pero nos acompañan y
enseñan. Un trabajo pone en escena,
de original modo, nuevas rutinas laborales y nuevas relaciones de poder y
mediaciones, nuevos deseos, preguntas y respuestas, un contemporáneo estado de “confusión
generalizado” en el que no se sabe qué está bien o mal, como dirá Rodríguez en
la mesa de devoluciones, junto a críticos y periodistas.
También se vio Representación nocturna del marqués de
Segrebondi (Rosario), una obra que se anima a meterse con el oscuro
universo de Osvaldo Lamborghini y su cuento “El niño proletario”.
Matías
Martínez, Martín Fumiato y Matías Tamburri, encaran la pieza con una mirada
crítica y una estética cuidada que se torna poética: se dice lo más crudo pero
el espectador no lo ve. Las palabras en boca de estos buenos actores, bastan
para denunciar e incomodar a tantos burgueses sueltos por ahí y en estos
tiempos, se agradece.
Ingue, con la versátil actuación de Yanina Frankel, bajo dirección de Darío
Levin, llegó a todos los espectadores. La clown subió y bajó del escenario para
jugar con los presentes, improvisó un falso alemán ante la presencia de un
perro que había ingresado a la vecinal Guillermo Lehmann y, -aunque el
espectáculo cuenta la frustrada y triste búsqueda de su familia, en plena
guerra- la actriz logra conquistar al público con un sinnúmero de recursos y
gestos, hace reír como pocos y consigue restituir lazos vitales y emprender una
vida nueva.
En Un gesto común de Santiago Loza, se
lucieron Iride Mockert, Diego Benedetto y José Escobar. En particular, este
último, conmovió con la creación de un personaje que con poco parlamento,
transmitió su soledad y su amor.
En el último día, se
asistió a Piedra sentada, pata corrida, escrita
y dirigida por el joven Ignacio Bartolone. Esta pieza, a través de las
vivencias de un grupo de indios de la tribu Lechiguanga, recrea un singular
vínculo con el conquistador blanco, da vuelta las crónicas e imaginarios de la
época y agrega nuevos sentidos. Aquí actores, también jóvenes y muy buenos,
revisan la Conquista –tema poco representado según señalan especialistas-, con
un humor que cuestiona y actualiza la figura del personaje blanco –y también de
los aborígenes y del ser superior…- que de pronto será la cautiva, prenda para negociar
cambios que se avecinan. El poder en manos de la mujer, la relación con lo divino
y los sueños, los diversos modos de vivir la sexualidad en medio de la nada,
son otras de las líneas que se leen no sin gracia, en esta obra.
La maratón de obras
que ocurrió cada día, nos impidió llegar a tiempo y ver Un lazo rojo de elenco rafaelino pero sí pudimos disfrutar de Las arcanas con las reconocidas actrices
Silvit Yori, María Cecilia Tonon, Mayra Armando y Marilú de la Riva.
La patria patrioootera, llegada de Córdoba,
fue un derroche de ingenio, sea por la puesta que incluye la preparación de un
guiso en vivo que luego se degusta a rabiar; la sarta de piropos que uno de los
personajes inventa y le larga a una despampanante y fresca Ayelén que atina a
frenarlo con un “ay Chiiiiche!”; el relato acerca de la argentinidad y lo
propiamente cordobés que hilvanan mediante personajes bien caracterizados.
Fauna gótica, con 18 actores en escena,
dirigidos por Matías Feldman y un público siempre de pie, conducido por los
actores, fue otra de las piezas que abonó a la metáfora, puso a jugar otra
estética y modo de hacer teatro que aquí se entremezcló con los
espectadores, los involucró.
Esta edición quedará
sin dudas en el recuerdo de muchos. Hubo riesgo e intensidad a montones. Hubo
ganas de dejarse llevar y cautivar. Hubo público de sobra aquí pero también en
Suardi, Pilar, Ataliva o un poblado como Clucellas, de no más de 915 almas. Si
bien algunas mezquindades políticas hicieron caer algunas subsedes, quitándole
la posibilidad de disfrute a muchos, desde la Municipalidad anfitriona, seguirán
dando batalla. Intuyen que este Festival ya no puede parar y tiene un solo
dueño, la gente.
Para destacar.
Niños y grandes envueltos
El lema de este año
fue “El festival te envuelve” y así resultó. Más de 18.000 espectadores se
dejaron abrazar. Una mujer sentada en la primera fila, a la espera de que
empiece la función de Soñar no cuesta
nada (Buenos Aires), en una vecinal, contó que su hijo había tenido que
hacer una larga cola, el primer día de boletería, para sacar entradas y que en esa
primera jornada ya se habían agotado varias. Después el dato lo confirmaron los
organizadores y lo reprodujo la prensa, pero la mujer no lo podía creer.
Los más pequeños, boquiabiertos ante las destrezas, acrobacias y juegos que propusieron los distintos artistas en la Carpa de Circo o en lugares como el anfiteatro del Parque de los Eucaliptos, rebasado como nunca, en donde se vio la obra RosaRrosita (Buenos Aires), fueron grandes privilegiados. Fueron invitados a jugar por los Dislocados Minimi y Rockecycle (Buenos Aires); en la obra 75 watts (Córdoba) o en Aloloco que se hizo en la plaza 25 de Mayo, entre otras propuestas.
Los más pequeños, boquiabiertos ante las destrezas, acrobacias y juegos que propusieron los distintos artistas en la Carpa de Circo o en lugares como el anfiteatro del Parque de los Eucaliptos, rebasado como nunca, en donde se vio la obra RosaRrosita (Buenos Aires), fueron grandes privilegiados. Fueron invitados a jugar por los Dislocados Minimi y Rockecycle (Buenos Aires); en la obra 75 watts (Córdoba) o en Aloloco que se hizo en la plaza 25 de Mayo, entre otras propuestas.