La noche ha caído es una obra basada en textos de
Pauline Sales y Coral Aguirre, con dirección y dramaturgia de Gabriel Cosoy.
La obra, protagonizada por Raquel Freijo, Sabina Piccini y Graciela Strappa, sobresale en la escena local por la dirección de estas actrices que aquí se destacan y lucen por igual.
Los gestos
que parecen desencajar del rostro de Strappa, sus miradas punzantes e
intimidantes, la fuerza de un cuerpo que la hace madre o policía, también
incomodan tanto como lo que dice.
Junto con
Freijo y Piccini componen unas madres que se permiten –o no- los descuidos,
abandonos, olvidos, de un hijo o hija. Como en coro, sus historias se repiten,
insisten, redundan, atosigan, como lo suelen hacer las madres. “Comé otro
poquito, dale comé. Llevá abrigo, dale”.
Si la
maternidad es la redundancia, la repetición, la insistencia, aquí aparece eso
que hay que pronunciar, escuchar y gritar, para subvertirlo y hasta digerirlo.
Distanciarse
del hijo como un acto de salud, dejarlo pero no tanto, en Groenlandia -que
suena como Disney aunque más lejos- y observarlo, probar cómo sería o hacerlo
definitivamente, hacerse la pregunta o ensayar la posibilidad del acto.
Hay que
decir que es un trabajo de composición espacial y de personajes muy prolijo y a
la vez despojado, que pone el acento más en lo que se dice que en lo que se
representa, acaso porque los dardos apunten a los discursos sociales más
pacatos y a la vez, más profundamente establecidos, que son los que más
esclavitud y dolor provocan.
Un mismo
agotamiento atraviesa a las tres mujeres, de tres generaciones diferentes. Es
un cansancio tal que actúan para no ser madres por un rato, para reconciliarse
con ellas mismas, desear otra cosa que cuidar a alguien.
Mientras, una
espectadora agobiada, a sabiendas del tema de la obra, antes de entrar a la sala
se pregunta “cuándo termina esto de ser madre” y otra le responde con unas
lecturas recientes, ser madre es un trabajo esclavo, para toda la vida.
Con las
angustias de la diaria dejadas a un costado, los espectadores pueden aflojar
tensiones y reír, pero solo por momentos. La obra no pretende divertir como
hacer pensar la época, los roles, las competencias, las diferentes maneras de
amar.
El espacio
reducido de la sala más pequeña de Casa Boulevard, elegido para esta puesta, espesa
y tensa cierto clima de densidad y condensa la o las historias.
Esta
propuesta tiene la presencia constante de un muro de imágenes en movimiento que
acerca estampas más abstractas, las calles de una ciudad, el ingreso de unos niños
a la escuela desde el ojo que podría ser el de cualquier padre o madre. Este
aporte audiovisual proviene de Gustavo Hennekens y Victoria Puigcernau. En
ocasiones distrae la atención del relato y suma metáfora, complejiza, completa
y remata escenas.
La noche ha caído cuenta además con diseño de luces de
Beto Lescano, diseño de vestuario de Dani Rudel, fotografía de Ivo Betty,
diseño gráfico de Julián Villarraza, realización de utilería de Lau Claus,
comunicación a cargo de Aldana Badano y asistencia de dirección de Ángela
Martínez.