Revista de artes escénicas, de distribución gratuita, producida en Entre Ríos, Argentina.
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martes, 28 de abril de 2015
sábado, 4 de abril de 2015
A propósito de Tecumbié
Por Raúl
Dayub
En
el contraluz, una espalda crecida agita olas en sus fibras musculares,
desprendiendo imágenes desnudas, mágicas.
Lentamente
despiertan los otros cuerpos hablantes, fértiles, y se entrecruzan en el
imaginario poetizado.
Fascina
la danza en el escenario del Teatro 3 de Febrero. El erotismo, aún escondido, reverbera en las sombras y el espacio,
como arcilla móvil, va fundiéndose en la forma corporal. Las figuras, metáforas, desbordan contenidos sin artificio.
Los cuerpos danzantes, despiertos,
poseídos, vibran en su cuerda física. La destreza dejar ver lo invisible. La música se purifica, entrega
una nueva respiración, un nuevo significado, y una rebelión interna provoca el estallido orgánico de los bailarines.
En esa fusión, el misterio
edifica tantos mundos como espectadores. La ilusión de la libertad filtra
sus dones en toda la sala. Hay encantamiento de ojos.
Han
danzado sobre un tablado de madera cuatro corazones. Han danzado salvaje y
amorosamente.
Quiénes son
La obra en cuestión reúne un colectivo de artistas santafesinos
y entrerrianos en el marco del Grupo Independiente RES, que desde hace 15 años
investiga sobre diferentes acciones escénicas. El proyecto, que se enmarca dentro del género denominado teatro - danza o danza de
investigación, se presentó hace unos días en el Teatro 3 de Febrero de Paraná y actualmente están girando por todo el país.
Al decir de su director, Juan Berrón, Tecumbié propone un mundo ocre, sexual y nostálgico, pero lo que se percibe es una increíble vuelta de tuerca sobre estereotipos y rutinas, que anima, reanima y contagia.
La idea y dirección está a cargo de Juan Berrón,
los intérpretes todos descollantes, son Lucas Aráoz, Varinia Zelko, Victoria
Roldán y Sergio Trevisán.
Con diseño de luces de Alfonso Ponchi Insaurralde, video y fotografía de Juan Curto, Música original de
Esteban Coutaz, asesoramiento coreográfico del Grupo Res, el espectáculo estará este 10 de abril en la
Sala Galatea de Resistencia y el 11 estarán en el Teatro de la Ciudad, de
Corrientes.
martes, 24 de marzo de 2015
Por la 30ª Fiesta Nacional
Apenas un anticipo de lo que
sucede en los escenarios salteños
Esta 30ª Fiesta Nacional del Teatro que se está
desarrollando en Salta capital y otras localidades como Cafayate, Las Lajitas o
Tartagal, San Antonio de los Cobres o Cachi, hace un generoso lugar a la
memoria.
Por caso, el lunes 23 se vio y aplaudió “Operativo Pindapoy”
(Córdoba) que recuerda el secuestro del general Pedro Aramburu y hoy, cuando se
cumplen 39 años de aquél Golpe cívico-militar que arrasó y desapareció tantas
vidas; organizó fogatas de libros y calló a demasiados cantores, actores,
escritores, subirá a escena “Un eco más”, la puesta que representa a Entre Ríos.
Precisamente, esta versión libre de la Antígona de Sófocles retrata la realidad de
Latinoamérica, esa en la que los cuerpos, víctimas de la violencia, permanecen
en la espera del rito funerario. La obra dirigida por Nadia Grandón y Oscar Lesa,
incluye microhistorias de las actrices, difíciles de olvidar y que logran reconciliar
el ánimo del espectador, sacudido por la dureza de alegóricos perros y
guardianes de los 70.
La jornada de este 24 de marzo se cerrará con “Fui”, otra
alusión a un pasado plagado de exilios y búsquedas. Una pieza interpretada y
dirigida por el talentoso César Brie. “Detrás de palabras como amor, muerte,
ausencia, dolor, alegría se anidan historias personales, rostros, malestares,
añoranzas, hechos aparentemente ínfimos que marcaron nuestra existencia. Estamos
habitados por estos hechos, nos pertenecen. Cada uno tiene un elenco de
rostros, gestos, dramas y caricias personales. Este trabajo es un viaje a
través de los hechos ocultos detrás de las palabras grandes. Indaga sobre el
niño escondido en el viejo, sobre el viejo que se deshace del niño. Busca a la
anciana oculta en el rostro de la muchacha y a la muchacha que descubre el amor
en las arrugas del tiempo. Cada uno puede volver del exilio y abrir la puerta
de su casa. Cada uno decide si se queda o no se queda ciego frente a la luz de
la anunciación”, anticipa Brie.
"El rastro" (CABA), "Niebla" (Rosario, Santa Fe) e "Irma (cierro los ojos y veo)" de Neuquén, son otras de las obras destacadas de la programación de la Fiesta, vistas hasta el momento y sobre las que se dará cuenta en nuestra próxima edición de La Otra Butaca.
Asimismo, el viernes 27, Día Internacional del Teatro, en el marco de los 30 años de la Fiesta teatral, se rendirá especial homenaje al dramaturgo y novelista Carlos Gorostiza (autor de El puente, El acompañamiento o El pan de la locura, entre otros textos dramáticos), partícipe junto con Osvaldo Dragún y Roberto Cossa del movimiento de resistencia cultural creado en 1981 -plena dictadura-, denominado "Teatro Abierto". A sus 93 años, se esperará ver a Gorostiza recibir su merecida distinción.
Un eco más. Versión libre de Antígona (Entre Ríos)
César Brie en "Fui"
domingo, 21 de diciembre de 2014
domingo, 7 de diciembre de 2014
Se va otro año...
Esta revista de artes escénicas La Otra Butaca que hacemos desde Entre Ríos, con un plantel de colaboradores locales, nacionales e internacionales, recibió recientemente el diploma a Trabajo Destacado de los Premios Teatro del Mundo 2014, que cada año otorga un grupo de investigadores y artistas del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas de la UBA desde 1998, con la coordinación de Jorge Dubatti.
En esta oportunidad, más de setenta jurados distinguieron en el rubro revista (soporte papel/digital), la producción entrerriana, que es gratuita y cuatrimestral, y cuenta con los sostenidos apoyos del Instituto Nacional del Teatro, el Ministerio de Cultura e Información, y los Gobiernos Municipales de Paraná y Oro Verde. La pequeña publicación dedicada al teatro y su historia, que nació en el año 2011 y había recibido este reconocimiento con anterioridad, ha ido creciendo y presentándose en Ferias de Libros y Festivales del Continente, tejiendo una red de estudiosos y artistas que la esperan con sorprendente puntualidad.
Sabemos que el formato papel es acotado, por eso tenemos este blog y también nuestros espacios en facebook para multiplicar lectores por todo el mundo, acercar notas sobre las artes escénicas y reseñas críticas y constructivas de lo que pasa por la ciudad de Paraná. Aquí, están todos nuestros números, y también artículos, fotos, entrevistas y coberturas que por distintos motivos quedaron fuera de los 500 ejemplares que se reparten en congresos, jornadas, encuentros y eventos culturales del país, y en la Delegación Entre Ríos del INT.
Hacemos a puro pulmón esta revista, no podemos estar en todos lados pero tratamos de que cada número sea en algo mejor que el anterior. Así hemos llegado a este número 12 que sale en diciembre, más que conformes. De destacar son algunas de las colaboraciones de La Otra Butaca en su sección Los qué, sobre los consumos culturales de creadores nacionales como José Luis Arce, Alejandro Finzi, José Luis Valenzuela, Jorge Accame, Aldo Pricco, Patricia Suárez, Gonzalo Marull, Marcelo Bertuccio y en diciembre, la santafesina Sandra Franzen, entre otros. En la doble página color central, por la que han pasado grandes maestros como Atahualpa Del Cioppo, Enrique Buenaventura, Pablo Podestá, Andrés Pérez, Elías Alippi, Víctor García, Augusto Boal, Osvaldo Dragún, Juan Carlos Gené, María Escudero y Fanny Mikey, podemos anticipar que en el número 12 se podrá leer la biografía de Armando Discépolo, iniciado como actor y a la postre descollante autor y director teatral.
Casi todos los que hacemos la revista somos docentes o ex alumnos de la Escuela de Música, Danza y Teatro Profesor Constancio Carminio, de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, pero muchos otros colaboradores que hemos tenido estos cuatro años pertenecen a otras Universidades y regiones, con las que hemos ido entrando en relación. Estamos orgullosos de que Georges Banu, Graciela Frega, Yanina Leonardi, Larisa Rivarola o Ricardo Dubatti, por caso, compartan sus trabajos y conocimientos con nuestros lectores, pero también contentos de testimoniar un poco del teatro local o más próximo, a través de la voz de realizadores como Tochy Eymann, Raúl Dayub, Osvaldo Pettinari, Andrea Fontelles, Cachito Osorio y Sergio Fabri, entre otros.
Que César Brie o Miguel Ángel Solá nos cuenten secretos y adelantos de sus realizaciones, nos hace sentir privilegiados, al igual que la posibilidad de vincularnos con esos productores de España, Colombia, Uruguay o Chile que nos alcanzan una foto exclusiva o nos agradecen la difusión de una obra, o nos invitan a visitarlos y pertenecer a una gran familia, como ha ocurrido en Córdoba y Rafaela. Nos encanta viajar y poder regalar algo del territorio, y saber que La Otra Butaca es leída en Italia, Polonia o Francia, y en Buenos Aires, Mendoza, Santiago del Estero o Federación. Que con La Otra Butaca damos lo mejor de nosotros y damos a conocer cosas nuestras.
En esta oportunidad, más de setenta jurados distinguieron en el rubro revista (soporte papel/digital), la producción entrerriana, que es gratuita y cuatrimestral, y cuenta con los sostenidos apoyos del Instituto Nacional del Teatro, el Ministerio de Cultura e Información, y los Gobiernos Municipales de Paraná y Oro Verde. La pequeña publicación dedicada al teatro y su historia, que nació en el año 2011 y había recibido este reconocimiento con anterioridad, ha ido creciendo y presentándose en Ferias de Libros y Festivales del Continente, tejiendo una red de estudiosos y artistas que la esperan con sorprendente puntualidad.
Sabemos que el formato papel es acotado, por eso tenemos este blog y también nuestros espacios en facebook para multiplicar lectores por todo el mundo, acercar notas sobre las artes escénicas y reseñas críticas y constructivas de lo que pasa por la ciudad de Paraná. Aquí, están todos nuestros números, y también artículos, fotos, entrevistas y coberturas que por distintos motivos quedaron fuera de los 500 ejemplares que se reparten en congresos, jornadas, encuentros y eventos culturales del país, y en la Delegación Entre Ríos del INT.
Hacemos a puro pulmón esta revista, no podemos estar en todos lados pero tratamos de que cada número sea en algo mejor que el anterior. Así hemos llegado a este número 12 que sale en diciembre, más que conformes. De destacar son algunas de las colaboraciones de La Otra Butaca en su sección Los qué, sobre los consumos culturales de creadores nacionales como José Luis Arce, Alejandro Finzi, José Luis Valenzuela, Jorge Accame, Aldo Pricco, Patricia Suárez, Gonzalo Marull, Marcelo Bertuccio y en diciembre, la santafesina Sandra Franzen, entre otros. En la doble página color central, por la que han pasado grandes maestros como Atahualpa Del Cioppo, Enrique Buenaventura, Pablo Podestá, Andrés Pérez, Elías Alippi, Víctor García, Augusto Boal, Osvaldo Dragún, Juan Carlos Gené, María Escudero y Fanny Mikey, podemos anticipar que en el número 12 se podrá leer la biografía de Armando Discépolo, iniciado como actor y a la postre descollante autor y director teatral.
Casi todos los que hacemos la revista somos docentes o ex alumnos de la Escuela de Música, Danza y Teatro Profesor Constancio Carminio, de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, pero muchos otros colaboradores que hemos tenido estos cuatro años pertenecen a otras Universidades y regiones, con las que hemos ido entrando en relación. Estamos orgullosos de que Georges Banu, Graciela Frega, Yanina Leonardi, Larisa Rivarola o Ricardo Dubatti, por caso, compartan sus trabajos y conocimientos con nuestros lectores, pero también contentos de testimoniar un poco del teatro local o más próximo, a través de la voz de realizadores como Tochy Eymann, Raúl Dayub, Osvaldo Pettinari, Andrea Fontelles, Cachito Osorio y Sergio Fabri, entre otros.
Que César Brie o Miguel Ángel Solá nos cuenten secretos y adelantos de sus realizaciones, nos hace sentir privilegiados, al igual que la posibilidad de vincularnos con esos productores de España, Colombia, Uruguay o Chile que nos alcanzan una foto exclusiva o nos agradecen la difusión de una obra, o nos invitan a visitarlos y pertenecer a una gran familia, como ha ocurrido en Córdoba y Rafaela. Nos encanta viajar y poder regalar algo del territorio, y saber que La Otra Butaca es leída en Italia, Polonia o Francia, y en Buenos Aires, Mendoza, Santiago del Estero o Federación. Que con La Otra Butaca damos lo mejor de nosotros y damos a conocer cosas nuestras.
Guillermo Meresman, director de LA OTRA BUTACA
Mónica Borgogno, editora
sábado, 30 de agosto de 2014
miércoles, 23 de julio de 2014
Balance
Del 15 al 20 de julio.
Un Festival en el corazón de la gente
Un Festival en el corazón de la gente
Aquí va un apretado balance de lo que fue la décima edición del Festival de Teatro de Rafaela que un total de 22.000 espectadores en apenas seis días, supieron aprovechar. Es un singular encuentro, apreciado por la variedad de sus estéticas y propuestas para todos los gustos y un público ávido, que lo espera año a año, hace largas filas y sale de una función para meterse en otra.
Guillermo Meresman/Mónica Borgogno
Diez años en la historia de una
ciudad pueden resultar pocos para transformaciones radicales así como para
fijar políticas públicas, apuntalar gestiones o alentar irreversiblemente nuevas
miradas y conductas del público. No obstante esto, el Festival de Teatro de
Rafaela (FTR), vuelto referencia en el campo teatral argentino al cabo de la
década transcurrida, dice otra cosa: que los sueños, la inclusión y los cambios
son posibles.
La organización, a cargo de la Secretaría de Cultura
de la ciudad del oeste santafesino, con Marcelo Allasino a la cabeza, vino atendiendo
al conjunto y al detalle de una ardua logística para lograr que este año, su
edición décima se destaque una vez más, como el gran acontecimiento nacional de
las artes escénicas.
Así las cosas, el FTR adquirió
merecido renombre por incluir en su programación diversidad de artistas y
propuestas, animándose a mostrar incluso obras que pueden ser cuestionadoras de
esa “centralidad” o dominancia construida por la crítica y las academias, de
modo arbitrario. Público, artistas y periodistas invitados no se cansan de
agradecer al Festival y su gente, una semana de fuertes emociones y
experiencias inolvidables y disímiles. Las puestas experimentales conviven con
obras polémicas, junto a otras que funcionan y encantan a miles de espectadores
que año a año se congregan en los variados espacios. La apuesta y el riesgo,
son su sello característico, además de una importante agenda de actividades como
seminarios, exposiciones, presentaciones de libros, que le dan un perfil único,
valorado por propios y extraños.
Los encuentros de todas las
mañanas, entre periodistas y críticos con los creadores (autores, directores,
actores y actrices y técnicos de los espectáculos), se han ido enriqueciendo y
constituyen un espacio especialmente esperado por la mayoría de los artistas
que ven allí un lugar de diálogo y construcción a partir de la mirada del otro.
Varios presentes, pusieron énfasis en estas mesas de devoluciones que, en los
últimos años, se convirtieron en una suerte de excepción en el mundo de las
artes escénicas.
Asimismo el Festival este año
derramó buen teatro por otras 7 comunas, erigiéndolo en “un gran escenario
regional”, al decir del intendente Luis Castellano.
El balance final arrojó un total de
18.000 espectadores que circularon por Rafaela y otros 4.000 pulularon por
Ataliva, Suardi, Morteros, Pilar o pequeñas localidades como Colonia Aldao,
Ramona y Clucellas, de entre 1500 y 1600 habitantes, no más. Hasta allí
llegaron dramas, comedias, espectáculos de circo y clown.
Programación
La apertura por el microcentro
rafaelino, a cargo de Rodafonio (España)
-un espectáculo teatral musical de calle que ha recorrido ya numerosos
festivales de todo el mundo-, predispuso a la comunidad a aprovechar esta
semana cultural. Más tarde, Sanos y
salvos, Proyecto LANDIA y Yo te vi caer, fueron creando clima,
aportando nuevos mundos y metáforas, movilizando a protagonistas locales y de
fronteras afuera. El estreno de la pieza del cordobés Ariel Dávila, dirigido
por su coterráneo Gonzalo Marull e interpretado por el elenco local de Gustavo
Mondino, Silvit Yori, Marcelo Gieco, Marcela Bailetti, Laura Dayer, Alejandro
Barbero y Gerardo Gerez, fue un gran desafío encarado por el Teatro Nacional
Cervantes y la
Municipalidad anfitriona. Esta verdadera Babilonia de
realizadores concertados, asumió la complejidad y politicidad del texto de
Dávila y lo condujo hacia un espectáculo con hallazgos visuales que una platea
colmada agradeció de pie. Otra de las obras que asombró fue Entonces bailemos, de Martín Flores Cárdenas,
que hizo reír y apiadarse de los personajes de esas historias en las que el
sexo y el amor mantienen relaciones estrechas con la violencia y el dolor. Un gran
elenco conducido por su talentoso autor, que en el Centro Cultural La Máscara, enamoró a todos los presentes.
Disfrute
La programación del Festival fue
intensa; incluyó un total de 32 propuestas y más de 70 funciones. Obras como Pajarito y Tebas Land, llegadas respectivamente de Mendoza y Montevideo
(Uruguay), suscitaron un sinnúmero de reflexiones y emociones. La primera,
dirigida por Juan Comotti, e interpretada por Marcelo Díaz, Juan Pablo Lemos,
Marcelo Perafan y Laura Masuti, ofreció en la pequeña sala lateral del
Lasserre, una historia de excluidos, de golpeados. Un sólido elenco y la
particular poética del director hicieron que su visita a Rafaela no pasara
desapercibida para nadie. Es un teatro que no cuenta historias de la clase
media, como bien señaló el periodista y actor Julio Cejas, y por eso, se torna necesario.
Emociones
Como en pasadas ediciones, el clown
estuvo presente con grandes propuestas. Entre ellas sobresalió Payasos en familia, una versión libre
del clásico En familia de Florencio
Sánchez, con David Picotto, Julieta Daga, Laura Ortiz, Mariana Roldán y
Guillermo Vamadia, de Córdoba,
con una original puesta que mantuvo atrapados a espectadores de uno y otro lado
de la escenografía. La otra obra a destacar fue Fuera!, con Leticia Vetrano, actriz que con una trama sobre la
soledad y el amor y mucha comunicación e interacción con el público, conquistó risas,
elogios y aplausos.
Y por segundo año, la carpa de circo, esta vez con
una capacidad mayor que la de 2013, permitió que numerosos espectáculos
revivieran la vieja magia de ese espacio tan caro a la tradición teatral rioplatense
o sudamericana. 4 x 4, circo todo terreno,
Bom Bim Bam y Circo itinerante de Pablo Holgado, entre otros, divirtieron con sus
historias y destrezas.
Con talentosos actores rafaelinos, subió a escena Proyecto Landia, de Dávila, bajo dirección de Marull.
Disfrute
En tanto Tebas Land, de Sergio Blanco, estuvo entre las más admiradas y eso
que no se trata precisamente de un texto complaciente. Pese a su complejidad,
la metateatralidad de su planteo, le aporta humanidad a este encuentro entre un
autor de teatro y un parricida. Gustavo Saffores y Bruno Pereyra, actúan,
presentan y representan a la vez, con tal maestría, que parecen fundir la
figura del personaje parricida con la del actor que lo representa. El
dispositivo tecnológico visual de la obra no distrae, potencia el encierro y la
vigilancia y contribuye a poetizar diversos pasajes. Según contó su productor,
Adrián Minutti, ya recibieron conmovedores aplausos de internos en funciones
recientes y actualmente están iniciando un camino por distintos penales de su
país.
Emociones
Esta edición, cabe agregar, se
organizó bajo el lema “Festival de emociones”. Tarjetas, carteles y folletos
que concentraban un acertado juego de imperativos como “bailá”, “aplaudí” o
“sonreí”, invitaron a disfrutar de este acontecimiento artístico.
Por toda la ciudad, se observó una
multipresencia del festival: hubo grandes y pequeños molinetes, instalados en
distintos rincones de la ciudad, para identificar estos diez años de vida, acaso
para hacer girar otra vez los colores, las ilusiones, renovar el aire. Varios
invitados a este convite dieron testimonio, no sin sorpresa, de cómo la gente
se adueña y suma a esta fiesta. A propósito,
Gonzalo Marull dijo que se trata de “un festival que te sacude, interroga,
emociona, inspira, potencia, que te regala pequeños instantes de felicidad
pura”. En suma, una sucesión de días en
los que se respira felicidad y ganas de renovar.
Actuaciones
Además estuvo Querido Ibsen: soy Nora de Griselda Gambaro, una puesta que exhibió
un notable despliegue de Belén Blanco y reparto; Todos mis miedos, de Esteban Bieda y Nahuel Cano; Baby Call, de Sofía Wihelmi, la emotiva performance
Yo te vi caer, de Maricel Álvarez,
Santiago Loza y Diana Szeinblum y Ya
estoy solo, de Romina Mazzadi Arró y dirección de Paula García Jurado con la
interpretación de la rosarina Elizabet Cunsolo.
Entre los espectáculos más
aplaudidos y celebrados, figura curiosamente un drama. Es que La fiera, la leyenda de la mujer tigre,
de Mariano Tenconi Blanco, con una actuación para la memoria, de Iride Mockert,
logró conmover a las plateas de Rafaela y Suardi. Fue una obra demoledora que
por momentos pareció cortar la respiración del público como antes habría
ocurrido en funciones en Jujuy y Buenos Aires. Original y potente desde su
planteo dramatúrgico, esta obra cuenta con el desempeño extraordinario de la
joven actriz, quien acompañada por la música original, en vivo, de Sonia
Álvarez e Ian Shifres, perturba y hace reír a la vez. Pues en La fiera aparecen otros temas de los que
poco se habla en teatro como la violencia hacia las mujeres en condiciones de
pobreza, la mirada vengadora hacia los machos abusadores y la trata de
personas.
Mientras que Mau
Mau o la tercera parte de la noche, de Santiago Loza y dirección de Juan
Parodi tuvo a Eugenia Alonso y Gabi Ferrero como dos buenas conductoras de la
historia de la célebre boite porteña.
Por fuera de los tópicos de este dramaturgo, la obra exhibe en clave de comedia
dramática un repaso de la historia reciente pero a partir de estas dos “tilingas”,
acompañadas por Juan Manuel Casavelos y una música de los 60 a los 80 bien elegida, que
la convierte en una pieza más que atractiva.
Romeo
y Julieta de bolsillo, de Emiliano Dionisi, que contó con su actuación y la
de Julia Gárriz, constituyeron una de las obras más entrañables y logradas que
se vieron en las funciones en las vecinales así como Un cuento negro, de Liliana Bodoc, por la Compañía Tres Gatos Locos.
En la última jornada, fueron muy
festejados los talentosos y graciosos trabajos de Los Fabulosos Singer, Puro
Bla Bla y Las Fábulas de Les Ivans al
igual que Kutumpra, que cerró esta
edición.
En apretado resumen de este festival
por el que pasaron artistas y sus obras de las más atrevidas y magníficas del
teatro argentino de la última década, hay que mencionar además, la exposición
“Diez años, un instante” del fotógrafo Gustavo Conti, que ofreció a los
asistentes a las devoluciones, una retrospectiva convertida en valioso
documento. Hacia el pasado, eso; hacia el futuro, todo.
Territorio
para la cultura
“El teatro se construye a partir de la
acción. Desde un sujeto que desea y se pone en movimiento para lograr su objeto
de deseo. Así entendemos nosotros a la política, desde la fuerza
arrolladora de la acción”, disparó Marcelo Allasino, director de Cultura y
principal motor de este Festival entrañable, en su discurso de inauguración
oficial.
En ese marco, también se lo escuchó describir
al festival como un espacio de resistencia. “Resistencia del público de
toda la región, que adhiere masivamente y apuesta por un teatro sin figuras
televisivas ni éxitos de taquilla. Un espacio de resistencia para
artistas de todo el continente, que lo apoyan con honda emoción, sean
programados o no. Para los críticos y periodistas, que siguen escribiendo
comprometidamente en diarios, revistas o páginas web”.
Y los que tenemos oportunidad de cubrir diversos
festivales internacionales y transitar las intensas actividades que propone la
programación del de Rafaela, podemos dar fe de esta verdad de resistencia y
persistencia. Pues sus hacedores, con una paradójica convicción en los sueños,
logran que los referentes más
grandes del teatro nacional deseen venir “a esta ciudad pequeña sin atractivos
turísticos”. Y así trabajan y siguen, hasta que hoy “el nombre de Rafaela
resuena por el país teatral y el continente y más allá”. Se inventaron estrategias y modos para dar cabida a
los artistas y entrar directo al corazón de los espectadores, ya sean avezados
o ciudadanos de a pie.
En este año de celebración y cumpleaños, se dio a conocer
la conquista de un espacio destinado a albergar distintos organismos de Cultura
de la ciudad. Se trata de la refuncionalización del Viejo Mercado, erigido en
1928 donde luego funcionaría la
Terminal de Ómnibus y que, ahora será “una especie de fábrica cultural”, según apuntó
el propio intendente. Si bien se inaugurará oficialmente en octubre, durante el
festival parte de sus instalaciones estuvieron abiertas al público para ver
instalaciones lumínicas y sonoras e incluso dos obras como Museo de Piel de lava y Laura Fernández y la mencionada Ya estoy solo.
Formar
Previo a la recorrida por el nuevo Complejo Cultural del
Viejo Mercado, se lo consultó a Allasino sobre la Escuela Municipal
de Interpretación de Artes Escénicas que se había anunciado un año atrás. Otro viejo
anhelo.
En efecto, la escuela de formación, gratuita, ya está en
marcha. Hubo 60 aspirantes, sobre los que se hizo una preselección y quedaron
20 cursando el primer año, de manera sistemática, con clases diarias, mientras
que al resto se les dio la opción de trayectos alternativos como talleres de
teatro, comentó el funcionario.
De esta manera, nuevas generaciones de actores y
bailarines prometen seguir enriqueciendo la vida de esta “Ciudad de Cultura”.lunes, 21 de julio de 2014
El gran Festival de Teatro de Rafaela 2014. Algunas estampas.
Con Rodafonio (España) paseando por el Bvard. Santa Fe, se abrió el 10º Festival de Teatro de Rafaela.
(Todas las fotografías salvo la que se menciona su autor, son producción propia de La otra butaca. Sírvanse mencionar la fuente si las usan o difunden)
En la carpa de circo se vio Bom Bim Bam.
Emiliano Dionisi y Julia Garriz, son los entrañables y múltiples personajes que exige este Romeo y Julieta de bolsillo. Una versión que encanta tanto a chicos como a grandes. Es una obra que, como señalamos en las mesas de devoluciones del Festival, constituye un elogio al mínimo detalle, ese en el que se aprecia a un personaje correr apenas un centímetro de lugar un maletín o el simple detalle del retrato de un Shakespeare sonriente.
Aquí, todos los integrantes del Circo Alboroto en 4 x 4, circo todo terreno, junto a una invitada del público que se lució y se ganó aplausos.
El público.
Los artistas de Circo Itinerante, del grupo Circo del Sur, con un sinnúmero de piruetas, acrobacias y juego con un público que participó y se divirtió en iguales dosis.
Un cuento negro, de Liliana Bodoc, por los integrantes de la Compañía Teatral Tres gatos locos,
Uno de los tantos momentos graciosos que regala Leticia Vetrano en su obra Fuera!
Más público.
Elisabet Cunsolo en una conmovedora y perturbadora actuación en Ya estoy solo, del grupo Hijos de Roche, de Rosario. (fotografía gentileza de Diego Stocco)
Todas las mañanas, en el Museo Histórico Municipal, fue la cita de encuentro entre periodistas, artistas y público interesado, para compartir el proceso de producción de las obras y su recepción.
(Todas las fotografías salvo la que se menciona su autor, son producción propia de La otra butaca. Sírvanse mencionar la fuente si las usan o difunden)
En la carpa de circo se vio Bom Bim Bam.
Emiliano Dionisi y Julia Garriz, son los entrañables y múltiples personajes que exige este Romeo y Julieta de bolsillo. Una versión que encanta tanto a chicos como a grandes. Es una obra que, como señalamos en las mesas de devoluciones del Festival, constituye un elogio al mínimo detalle, ese en el que se aprecia a un personaje correr apenas un centímetro de lugar un maletín o el simple detalle del retrato de un Shakespeare sonriente.
El público.
Los artistas de Circo Itinerante, del grupo Circo del Sur, con un sinnúmero de piruetas, acrobacias y juego con un público que participó y se divirtió en iguales dosis.
Un cuento negro, de Liliana Bodoc, por los integrantes de la Compañía Teatral Tres gatos locos,
se hizo en vecinales de distintos
barrios de la Perla del Oeste santafesino. Es una obra que invita a aprovechar la vida, ese es el mensaje más contundente y metafórico de todos, que dicen teatralmente, con escenas muy divertidas, mucho juego más una precisión en los efectos sonoros que resulta increible y potencia los gestos y acciones de los tres versátiles actores. Este cuento negro se mete con temas poco habituales en la literatura infantil, como la muerte y la recrea con gracia y humor, planteando el universo del terror que tanto fascina a los más pequeños.
Uno de los tantos momentos graciosos que regala Leticia Vetrano en su obra Fuera!
Más público.
Elisabet Cunsolo en una conmovedora y perturbadora actuación en Ya estoy solo, del grupo Hijos de Roche, de Rosario. (fotografía gentileza de Diego Stocco)
Todas las mañanas, en el Museo Histórico Municipal, fue la cita de encuentro entre periodistas, artistas y público interesado, para compartir el proceso de producción de las obras y su recepción.
lunes, 5 de mayo de 2014
Lulo
Este 4 de mayo el ambiente teatral de Paraná se vio conmovido por el fallecimiento del actor Luis Lulo Aguilar. De larga trayectoria en el teatro independiente de la provincia, Lulo integró varios grupos: trabajó en Caricias, de Sergi Belbel, Cumbia, morena cumbia, de Mauricio Kartun, Risas grabadas, de Alejandro Robino, El guapo y la gorda, de José Ignacio Serralunga y Hermanitos, de Sacha Barrera Oro, entre otras obras. Lulo se hizo querer por sus compañeros y siempre supo ofrecer de sí gran compromiso por su vocación. Hoy, su partida entristece al teatro de la región.
martes, 29 de abril de 2014
Reseña
Cocinando espero y deseo
Unas palabras a propósito de Cocinando con Elisa, de Lucía Larragione, bajo la dirección de Edgardo Dib. Primero: pasen, lean y ¡vayan a verla!
Mónica Borgogno
Hacer pensar, imaginar y jugar, parecen ser las prerrogativas del teatro que le gusta hacer a Edgardo Dib. Al menos eso se vio en su Edipo y yo, donde los actores mudaban de personaje -y el público debía adivinar pero con una premisa primera-, según llevaran o no una flor roja o los pies descalzos, por caso, y en El jardín de los cerezos, donde la ilusión de ver las cerezas o ser esas cerezas, se lograba con unos gestos mínimos de parte de los actores y puntuales lucesitas rojas-. Ahora puede decirse lo mismo con esta versión de Cocinando con Elisa, de Lucía Larragione, que se estrenó en abril en la sala Marechal del Teatro 1 de Mayo y a partir del 3 de mayo, podrá verse en la sala 3068, en San Martín 3068 de Santa Fe.
En esta pieza, resulta sustancial el trabajo de las actrices Luchi Gaido y Vanina Monasterolo que generan un universo singular, de simbiosis y distanciamiento a la vez, oscuro, encarnado por dos personajes que logran atrapar la atención desde un principio. Uno por la fuerza y poder que le imprime Gaido, por ese doble filo que exhibe Nicole que en realidad es Nicolasa, incluso por ese cambio de nombre que deja ver una vida otra que busca para sí, enterrando un pasado que vuelve desde voces e historias que aparecen en el fuera de escena. El otro personaje, Elisa, cautiva por la intensidad de esa mujer que quiere pero no puede y vuelve una y otra vez a la carga, por su insistencia y voluntad, acaso por esa callada progresión y crecimiento del personaje que recrea Monesterolo.
En esta versión, los objetos escénicos escogidos juegan un rol tan protagónico quizás, como el de las dos actrices. Por caso las papas, que cobran diversos sentidos y primero son mirlos y luego el espectador puede ver que se convierten en conejos o patos a los que hay que desplumar o destripar con saña. No son zanahorias o tomates, sino papas, un elemento tan preciado en cualquier cocina latinoamericana, las que se eligieron para significar un poco más, para jugar con las posibilidades y realidades. La cocina aparece representada en un puñado de objetos escenográficos más que cuidados, precisos, podría decirse: Un botellón de vidrio, una vieja lata de dulce y un bol transparente, adornados como si fueran parte de una gran vajilla, más una olla, un banquito y un sinnúmero de cuchillas sobre las cabezas de las protagonistas, que sintetizan la escena y la potencian.
El vestuario de las actrices –realizado por Osvaldo Pettinari- tiene una textura que recuerda la de los sacos de harina, de arpillera. Son telas pregnantes que invitan a ver otras dimensiones de los personajes. Nicole, luce un vestido a cuadros rojos furiosos pero con una falda amplia que la hace girar y volar; Elisa, en cambio lleva un vestido oscuro pero con florcitas.
Al término de la obra, uno sale conmovido por esta combinación de factores. Luego, creo que conmueve la pertinencia de esta puesta y este texto, en el actual contexto, donde los discursos y hechos de violencia son moneda corriente. En este presente, Dib decidió subir a escena estas historias de mujeres violentadas y abandonadas, que resisten. Como diría Foucault, cada época dice qué y hasta donde se puede decir, incluso lo atroz. Y el teatro, no es ajeno a la producción social de posibilidades y vidas que aunque lastimadas, tienen proyectos, o quieren saber más de lo que les tocó en suerte. Esa pertinencia ideológica de poner hoy en escena este texto de Larragione, constituye una apuesta política y estética y propone cierto diálogo con las miles de historias similares que se leen entre las noticias policiales, pero con la poesía que dan las buenas actuaciones, las variantes de un mismo bolero o la sutileza de esos pocos pero justos elementos de cocina.
La resistencia, la explotación, la libertad, el deseo, son otras líneas de sentido. Como bien observa el investigador Martín Rodríguez, a propósito de la puesta protagonizada por Norma Pons y Ana Yovin, hacia finales de los 90, “en la cocina se produce `el olvido de la dominación` que ejercen los de arriba, aunque aparecen otros mecanismos de dominación propios del `mundo de abajo`... El arte de la cocina emerge como un cruce entre la cultura alta y las culturas populares ... en ese mundo se combinan el `reino de la necesidad` y `el reino de la libertad`”.
La música, la fotografía e incluso el programa de mano, hay que remarcarlo aquí, también forman parte de este equipo de profesionales que de manera evidente, trabajó bajo una misma dirección, la de producir un espectáculo que desde cada disciplina y especialidad, aporte belleza y condense emociones que van desde la sorpresa, la transferencia, la intriga.
Foto de Juliana de Lorenzo
Una cocina en la que se sacude y revuelve la vida
Romina Arapeiz
Cocinando para Elisa puede sabernos a gusto amargo desde un principio, por lo oscuro, desorbitado e intrincado del relato. Ese arranque de tanto contraste rítmico y emocional entre una Nicole que canta y una Elisa que corre en círculos, desesperada, recitando los mandamientos, invita a una intensidad y tensión especial. No resulta fácil seguir los innumerables cambios de escena que se dan en el transcurso de la obra, desde las mínimas caminatas de las actrices en el espacio escénico central hasta las sobresaltadas corridas en círculo entre los espectadores.
Esta versión del texto de Lucía Larragione, ofrece un recorrido por distintas recetas de origen francés que van apareciendo de manera sutil, entre escena y escena, e historias profundamente oscuras de dos mujeres, Nicole y Elisa. La trama está atravesada por múltiples personajes de los cuales solo estas dos se materializan en escena, pues hay ecos de voces, un mismo bolero pero cantado por un insidioso Rubén y más allá Madame et Monsieur, y comentarios en escena que entretejen sus vidas y las completan. Ese afuera de escena no deja de ser parte fundamental del relato, sin ello sería imposible arribar al final de esta historia.
La puesta exhibe a Nicole como a una antiheroína. Este personaje sorprende a lo largo de toda la obra, en particular por su relación con los diferentes utensilios de la cocina y los innumerables cuchillos colgando sobre su cabeza -como si fuera una araña de cristal, igual de peligroso y delicado-, siempre presentes. Ella, siempre se muestra pulcra y aséptica. Elisa en cambio es torpe en la cocina, hace todo lo posible por aprender lo que Nicole le intenta transmitir, pero no. Es una mujer desalineada que sin embargo intenta salirse con la suya y demuestra tener dignidad a pesar de todo.
La puesta de Dib, hace temer al espectador como en el mejor de los thriller, por los ratones que los personajes ven –y nosotros con ellos- sorpresivamente entre sus menesteres; hace sufrir con el destripado de los patos que ahora son papas y antes conejos; en suma, regala ilusión y juego a partir del teatro.
Los espectadores, siempre agradecidos.
Unas palabras a propósito de Cocinando con Elisa, de Lucía Larragione, bajo la dirección de Edgardo Dib. Primero: pasen, lean y ¡vayan a verla!
Mónica Borgogno
Hacer pensar, imaginar y jugar, parecen ser las prerrogativas del teatro que le gusta hacer a Edgardo Dib. Al menos eso se vio en su Edipo y yo, donde los actores mudaban de personaje -y el público debía adivinar pero con una premisa primera-, según llevaran o no una flor roja o los pies descalzos, por caso, y en El jardín de los cerezos, donde la ilusión de ver las cerezas o ser esas cerezas, se lograba con unos gestos mínimos de parte de los actores y puntuales lucesitas rojas-. Ahora puede decirse lo mismo con esta versión de Cocinando con Elisa, de Lucía Larragione, que se estrenó en abril en la sala Marechal del Teatro 1 de Mayo y a partir del 3 de mayo, podrá verse en la sala 3068, en San Martín 3068 de Santa Fe.
En esta pieza, resulta sustancial el trabajo de las actrices Luchi Gaido y Vanina Monasterolo que generan un universo singular, de simbiosis y distanciamiento a la vez, oscuro, encarnado por dos personajes que logran atrapar la atención desde un principio. Uno por la fuerza y poder que le imprime Gaido, por ese doble filo que exhibe Nicole que en realidad es Nicolasa, incluso por ese cambio de nombre que deja ver una vida otra que busca para sí, enterrando un pasado que vuelve desde voces e historias que aparecen en el fuera de escena. El otro personaje, Elisa, cautiva por la intensidad de esa mujer que quiere pero no puede y vuelve una y otra vez a la carga, por su insistencia y voluntad, acaso por esa callada progresión y crecimiento del personaje que recrea Monesterolo.
En esta versión, los objetos escénicos escogidos juegan un rol tan protagónico quizás, como el de las dos actrices. Por caso las papas, que cobran diversos sentidos y primero son mirlos y luego el espectador puede ver que se convierten en conejos o patos a los que hay que desplumar o destripar con saña. No son zanahorias o tomates, sino papas, un elemento tan preciado en cualquier cocina latinoamericana, las que se eligieron para significar un poco más, para jugar con las posibilidades y realidades. La cocina aparece representada en un puñado de objetos escenográficos más que cuidados, precisos, podría decirse: Un botellón de vidrio, una vieja lata de dulce y un bol transparente, adornados como si fueran parte de una gran vajilla, más una olla, un banquito y un sinnúmero de cuchillas sobre las cabezas de las protagonistas, que sintetizan la escena y la potencian.
El vestuario de las actrices –realizado por Osvaldo Pettinari- tiene una textura que recuerda la de los sacos de harina, de arpillera. Son telas pregnantes que invitan a ver otras dimensiones de los personajes. Nicole, luce un vestido a cuadros rojos furiosos pero con una falda amplia que la hace girar y volar; Elisa, en cambio lleva un vestido oscuro pero con florcitas.
Al término de la obra, uno sale conmovido por esta combinación de factores. Luego, creo que conmueve la pertinencia de esta puesta y este texto, en el actual contexto, donde los discursos y hechos de violencia son moneda corriente. En este presente, Dib decidió subir a escena estas historias de mujeres violentadas y abandonadas, que resisten. Como diría Foucault, cada época dice qué y hasta donde se puede decir, incluso lo atroz. Y el teatro, no es ajeno a la producción social de posibilidades y vidas que aunque lastimadas, tienen proyectos, o quieren saber más de lo que les tocó en suerte. Esa pertinencia ideológica de poner hoy en escena este texto de Larragione, constituye una apuesta política y estética y propone cierto diálogo con las miles de historias similares que se leen entre las noticias policiales, pero con la poesía que dan las buenas actuaciones, las variantes de un mismo bolero o la sutileza de esos pocos pero justos elementos de cocina.
La resistencia, la explotación, la libertad, el deseo, son otras líneas de sentido. Como bien observa el investigador Martín Rodríguez, a propósito de la puesta protagonizada por Norma Pons y Ana Yovin, hacia finales de los 90, “en la cocina se produce `el olvido de la dominación` que ejercen los de arriba, aunque aparecen otros mecanismos de dominación propios del `mundo de abajo`... El arte de la cocina emerge como un cruce entre la cultura alta y las culturas populares ... en ese mundo se combinan el `reino de la necesidad` y `el reino de la libertad`”.
La música, la fotografía e incluso el programa de mano, hay que remarcarlo aquí, también forman parte de este equipo de profesionales que de manera evidente, trabajó bajo una misma dirección, la de producir un espectáculo que desde cada disciplina y especialidad, aporte belleza y condense emociones que van desde la sorpresa, la transferencia, la intriga.
Foto de Juliana de Lorenzo
Una cocina en la que se sacude y revuelve la vida
Romina Arapeiz
Cocinando para Elisa puede sabernos a gusto amargo desde un principio, por lo oscuro, desorbitado e intrincado del relato. Ese arranque de tanto contraste rítmico y emocional entre una Nicole que canta y una Elisa que corre en círculos, desesperada, recitando los mandamientos, invita a una intensidad y tensión especial. No resulta fácil seguir los innumerables cambios de escena que se dan en el transcurso de la obra, desde las mínimas caminatas de las actrices en el espacio escénico central hasta las sobresaltadas corridas en círculo entre los espectadores.
Esta versión del texto de Lucía Larragione, ofrece un recorrido por distintas recetas de origen francés que van apareciendo de manera sutil, entre escena y escena, e historias profundamente oscuras de dos mujeres, Nicole y Elisa. La trama está atravesada por múltiples personajes de los cuales solo estas dos se materializan en escena, pues hay ecos de voces, un mismo bolero pero cantado por un insidioso Rubén y más allá Madame et Monsieur, y comentarios en escena que entretejen sus vidas y las completan. Ese afuera de escena no deja de ser parte fundamental del relato, sin ello sería imposible arribar al final de esta historia.
La puesta exhibe a Nicole como a una antiheroína. Este personaje sorprende a lo largo de toda la obra, en particular por su relación con los diferentes utensilios de la cocina y los innumerables cuchillos colgando sobre su cabeza -como si fuera una araña de cristal, igual de peligroso y delicado-, siempre presentes. Ella, siempre se muestra pulcra y aséptica. Elisa en cambio es torpe en la cocina, hace todo lo posible por aprender lo que Nicole le intenta transmitir, pero no. Es una mujer desalineada que sin embargo intenta salirse con la suya y demuestra tener dignidad a pesar de todo.
La puesta de Dib, hace temer al espectador como en el mejor de los thriller, por los ratones que los personajes ven –y nosotros con ellos- sorpresivamente entre sus menesteres; hace sufrir con el destripado de los patos que ahora son papas y antes conejos; en suma, regala ilusión y juego a partir del teatro.
Los espectadores, siempre agradecidos.
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