Vistas de página en total

miércoles, 23 de julio de 2025

Dos décadas alentando a nuevas generaciones de teatristas

Mónica Borgogno

Guillermo Meresman

 

Del 8 de julio al 13, en pleno receso invernal y según es ya sana tradición, se llevó adelante en la Perla del Oeste santafecino el vigésimo Festival de Teatro de Rafaela, como se sabe, un hito en las artes escénicas del país.

En el transcurso de esta especialísima edición se conoció la renuncia del Director del Instituto Nacional del Teatro, Mariano Stolkiner, apenas un síntoma de las políticas que viene instrumentando el gobierno nacional, de retaceos y ninguneos para con los hacedores del arte y la cultura. Pues éste fue el segundo año de ausencia y falta de apoyo del INT para este gran acontecimiento escénico de Argentina, agendado desde hace tiempo en las propuestas culturales de la región Centro-Litoral. Fue un dato al margen significativo pero que no opacó el espíritu festivo que primó en cada una de las actividades y funciones programadas.

La receta detrás de la gestión de un festival como éste, en el que muchos ansían estar – los más de 400 proyectos que año a año se presentan para participar así lo demuestra-, radica en la amorosidad con que los elencos, técnicos, espectadores y periodistas, son recibidos así como el despliegue exorbitante de energía, el detenerse a pensar en detalles para favorecer encuentros e intercambio de saberes y experiencias varias, en plena llanura gringa.

La curaduría de las obras presentadas siempre con cierto un hilo invisible que insiste en eso de resistir embates de todos lados, es mérito del director artístico Gustavo Mondino y un importante equipo de colaboradores.

Luciano Cáceres se llevó aplausos
de pie de un Lasserre colmado (foto de M.B)
Jornada inaugural

Tras la fiesta en la plaza principal, vecinos e invitados se trasladaron al Cine Belgrano donde fue el acto inaugural. Allí la ministra de Cultura de Santa Fe, Susana Rueda, celebró la continuidad de este festival con espectáculos de altísima calidad. “Hoy es un día importante para Rafaela y para la región porque comienza esta tarde la vigésima edición del Festival. Es un número redondo, pero también muy significativo por el contexto difícil que atraviesa el teatro y la escena nacional”, expresó la ministra.

Asimismo la funcionaria señaló que “este festival es una política de Estado. Cambiaron los gobiernos locales, cambió la ideología, pero el festival sigue y se afianza. Eso demuestra su fuerza como marca registrada a nivel nacional”.

A su turno, el joven intendente de la ciudad anfitriona Leonardo Viotti también hizo hincapié en la importancia de seguir apostando al teatro. En ese sentido, agregó: “Este aniversario no es solo una celebración del pasado. Es una reafirmación del futuro que queremos: un futuro con más cultura, más participación y más teatro. Porque el arte transforma, porque el teatro nos une, porque en cada edición, volvemos a creer que todo es posible”. En los hechos, significó volver a sumar un día más a la programación, lo cual no es poco. Por otra parte, se lo vio de espectador de las primeras funciones oficiales, un gesto que tampoco fue menor.

Inmediatamente corrido el telón, la sala desbordada del Belgrano, disfrutó de Fulanos, alguien, algunos, nadie, ninguno, de Gerardo Hochman. Una producción de la compañía La Arena, que deslumbró con sus escenas cuestionadoras de las lógicas laborales y del individualismo, con múltiples escenas dedicadas al poder de la lectura y la imaginación, historias de amor, la construcción colectiva. Un sinnúmero de metáforas desandadas con la maestría de mil destrezas y con escaleras de todos los tamaños que no son sólo para "trepar", sino para hamacarse o viajar.

Ese fue apenas el arranque. Luego en el escenario del tradicional Lasserre, vino Muerde, de Francisco Lumerman, monólogo encarnado por Luciano Cáceres. El conocido actor desplegó aquí todos los tonos posibles de un personaje ninguneado y complejo, en una puesta de pocos objetos y un notorio diseño de luces -mérito de Ricardo Sica-, que le aportó todavía más belleza a cada una de las escenas. Fue uno de los potentes unipersonales, la historia de una familia en una suerte de policial que indaga sobre el silencio, las palabras y el alcance del amor o desamor. En la plenitud de sus recursos expresivos, Cáceres fue aplaudido de pie por una platea conmocionada y agradecida.

Propuestas innovadoras, sugestivas y provocativas, fueron una vez más, parte del sello distintivo del FTR tanto como su variedad de géneros, poéticas, búsquedas que los teatristas no parecen resignados a perder.


Así, desfilaron sucesivamente durante los seis días y cinco noches, notables trabajos de disciplinas como el Lambe lambe con El niño fantasma (Rosario), más performáticas como Todo lo que está a mi lado, de Fernando Rubio, clásicos con la versión del cuasi cinematográfica de Las tres hermanas de Chejov que trajo el cordobés David Picotto y más modernos como Ante, de Ivor Martinic y dirección de Guillermo Cacacce.

Teatro para no olvidar

Este año, el género teatro documental irrumpió con fuerza en la edición 2025 con una serie de piezas innolvidables. Entre ellos vale destacar Flota, rapsodia santafesina, una obra que da cuenta de todas las aristas de la inundación ocurrida en Santa Fe en 2003, sus víctimas, sus recuerdos y testimonios, los centros de evacuados, los culpables, la Justicia. Mónica Álvarez junto a Juan y Manuel Venturini y sus hermosos títeres hechos con bolsas plásticas, procuran contar una historia que parece difícil de representar, tal como enuncian los actores, y sin embargo termina involucrando y haciendo participar de manera genuina, al público.

Una de las hermosas escenas de 
Mensajes a pobladores rurales

En este apartado se ubicó Mensajes a pobladores rurales de Ana Laura Cassino, una dramaturgia que da cuenta de una exhaustiva investigación sobre un programa de radio como El mensajero rural, que en la Patagonia argentina, resulta vital para vincular a personas que viven en parajes aislados, sin señal telefónica. La oveja y los rebaños emergen como síntesis de los paisajes del sur y como mirada crítica respecto de las actuales políticas en torno a las radios nacionales y su histórica función.

Seré, una obra necesaria, vigente.
Ojalá gire por todo el país
Otro trabajo conmovedor dentro de esta línea, fue Seré, protagonizada por Lautaro Delgado Tymruk, también con destacada labor de Ricardo Sica en materia de iluminación. El actor es una suerte de muñeco de ventrílocuo que habla por otra voz, es un actor que intenta representar el testimonio real de Guillermo Fernández -durante el juicio a las Juntas en 1985-, fugado del centro clandestino de detención conocido como la Mansión Seré. Revivir esa crónica con sus circuitos y cortocircuitos, como dijo el actor, las preguntas irrisorias de los fiscales del juicio, deja al espectador en un estado de necesitar salir de la sala para respirar, pensar o “empezar a actuar” como invoca Tymruk.



Hay que decir que en las rondas de devoluciones el actor contó que muchos le decían “que se cuide, que mejor no haga la obra, que no era el momento” y otros tantos, le manifestaban precisamente lo contrario, en referencia al actual contexto político nacional que entre otras cosas, relativiza el terrorismo de Estado (1976-1982).

Emotiva puesta de Ha muerto un puto
Ha muerto un puto, de Gustavo Tarrío, con María Laura Alemán, Vero Gerez y David Gudiño, inscripto como teatro documental, retomó la literatura y vida de Carlos Correas, escritor homosexual que a los 28 años termina con su vida por una injusta condena judicial. Tarrío defendió en la ronda con la prensa el título de la obra y habló de censuras, putos integrados y el recorrido de su planteo audaz que cautivó y emocionó a quienes se permitieron seguir pensando y debatiendo sobre derechos cercenados y otras troperías actuales.

Paternidades, maternidades y otras circunstancias

En cuanto a los temas que se vieron en escena, se observó el abordaje de problemáticas o circunstancias como la vejez, la salud, la pobreza o la libertad, en la historia del país, del pueblo o las personas.

Manso y Guerty, al inicio de
Cae la noche tropical

Espectáculos como Cae la noche tropical, sobre la novela de Puig, fue uno de ellos. Protagonizada por una magistral Leonor Manso, bien secundada por Eugenia Guerty y Carolina Tejada y la producción de Alejandro Charo, entretuvo, emocionó e hizo pensar sobre los vínculos, la sociedad argentina, el exilio, el destino y la Nación. La leyenda Manso, más luminosa y vital que siempre, expuso de qué trata ese extraño oficio del teatro, en escena y fuera de ella. “Lo importante es no dejar de jugar”, dijo a La Otra Butaca, en un diálogo improvisado en la vereda, tras el desayuno. Memorable.

Entre tanta variedad, Amanuenses, de Constanza Feldman, fue una elaboración de danza/comedia, o física, que llegó también de CABA y había sido elogiada en Suardi el viernes 11. Martin Bertoni, la misma Feldman, Juan Jiménez, Emmanuel Palavecino, con música de Pablo Viotti, a sala llena, ofrecieron una performance temática, en la que uno de sus temas fue el trabajo, las rutinas, el desempleo.

En el Centro Recreativo Metropolitano se vio Los bienes visibles de Juan Pablo Gómez, una obra coral y musical, de una sincronía fina, que pone el acento en los cuidados, las relaciones fraternales ante un padre que envejece, y que no es el mismo para uno u otro hijo, como desnudan en uno de los parlamentos, los intérpretes. Un numeroso elenco conformado por Anabella Bacigalupo, Carolina Saade, Andrés Granier, Patricio Aramburu, Guadalupe Otheguy y Erique Amido se lució para contar una historia que atraviesa todas las épocas.

Unipersonal


Patti Smith
, de Patricio Abadi, con Ivana Zacharski y gran equipo encabezado en iluminación por Sica, mostró a una intérprete excepcional, al servicio de la historia de la gran artista norteamericana. Redención a través de las artes, convivio, transgresión, rebeldía, en un drama de menos de una hora, que fue toda una vida de agite.

En agosto, en el C. C. Borges, según comentó la actriz, se abrirá una nueva oportunidad para disfrutar del notable trabajo inspirado en la creadora norteamericana.

De risas liberadoras

Las moiras, de Tamara Tenembaum, con Analía Couceyro, Florencia Piterman, Luciana Mastromauro y una consagratoria interpretación de Fiamma Carranza Macchi, hizo reír a carcajadas con un relato inspirado en la vasta tradición judía y especialmente en el demonio Dibuk. Matrimonios concertados, separaciones y uniones de éste y los otros mundos, concluyeron su larga temporada en Buenos Aires con una acción que dejó de manifiesto cuánto valoran los artistas invitados al festival, esta reunión anual. En efecto, el grupo donó la escenografía diseñada y construida por Matías Sendón y Ariel Vaccaro a la sala de La Máscara, para uso de otros grupos –o como se burló una de las actrices “para alquilarla para algún bart mitzvá”.

Sorprendente y desopilante versión del
clásico Las tres hermanas

De Córdoba se presentaron artistas consagrados y emergentes. Precedidos por una de las aclamadas piezas del dramaturgo médico que lleva más de una década de reposiciones y giras, y una compleja maquinaria conducida por David Piccotto, Las tres hermanas de A. Chéjov deleitaron con los personajes y tramas imaginadas por el autor de La gaviota y El jardín de los cerezos entre otras memorables creaciones dramáticas y cuentísticas. En el teatro Lasserre, una platea ovacionó la intrepidez e investigación de un grupo numeroso y festivo proveniente de La Docta.

Federales

De Rosario se presentaron dos obras (Belgrano hace bandera y le sale de primera y Dois). La primera, de la autora Adela Basch, pudo verse en la jornada del 9 de julio, lo cual potenció los sentidos de las luchas históricas, la noción de Patria, con una frescura tanto a nivel musical como por el nivel de los interpretaciones de Cecilia Li Causi, David Zaela, Juan Pablo Biselli, Germán Basta y Agostina Pozzi que asumen 15 personajes diferentes, todo bajo dirección de Nicolás Cefarelli.

Versátiles actores jóvenes,
protagonistas de Belgrano...

Dois, fue una pieza más experimental, protagonizada por Miguel Bosco y Mayra Sánchez.

De Capitán Bermúdez llegó El niño fantasma una obra delicada, de teatro en miniatura, de mucha belleza y precisión en la manipulación de cuatro personajes a través de minúsculas marionetas de entre 5 y 8 centímetros de alto. Pablo Aguiar, el artífice de esta pieza, invitó, de algún modo, a pensar el lugar que como sociedad le damos a la infancia.

Con el aporte del gobierno santafesino, en toda la última jornada del domingo 13, familias enteras pudieron disfrutar de Yo ví tu corazón, un teatro de kermese itinerante con juegos, narraciones, poesía que incentivó la creatividad, cautivando por igual a chicos y grandes por horas.

 Infancias

El zorro, el labrador y el buen hombre, de Pablo Gorlero fue la obra de títeres que se programó en esta edición número 20. Triste y bella a la vez, el espectáculo sostiene y maravilla con el títere de perro, los zorros, las mariposas y el conejo, sus estudiados y particulares movimientos y cadencias, manipulados por Gerardo Porión, Daniela Fiorentino, Santiago Lozano y Pedro Raimondi, quedaron en las retinas llorosas de niños y adultos.

Un circo renovado acercan los artistas
de Acrobacias en juego (foto de M.Borgogno)

Acrobacias en juego, de Circo Caravan, debido a la lluvia, tuvo su función al interior del patio del viejo Colegio Nacional. En este caso Daniela Dilorenzo y Charly Malleret, sobresalieron en las alturas con sus destrezas, piruetas divertidas y atrevidas, magia y una interacción respetuosa con el público. Sorprendentes vestuarios diseñados para cada cuadro agregaron más valor aún a la propuesta que regaló humor y lo mejor de la tradición del circo.

El valor de lo local

Entre las producciones de teatro rafaelino, en La Máscara estuvo Una canción para siempre de Gustavo Mondino, con divertidos personajes masculinos convocados por el rock pero atravesados de amores y frustraciones. En tanto en el Centro Cultural La Obra fue la función de Rentera o la primera cena, de Nicolás Monutti, una pieza de humor negro que habla de tiempos crueles y deshumanizados, de estrategias de supervivencia. Monutti contó luego a la prensa que se sentía “hijo de este festival” porque se formó en los laboratorios de Jorge Eiro y así se largó a escribir y luego a actuar. Asimismo compartió que tiene proyectado montar una precuela de esta obra.

Se destacó el elenco de Rentera o la primera cena


Su testimonio dejó en evidencia la importancia no solo del festival, sino del teatro en la vida de las personas y de la posibilidad de formarse en seminarios específicos y en los espacios de laboratorios que en los últimos cinco años ofrece este encuentro, para expresar lo propio.

Este año se hizo y mostró lo escrito en el laboratorio de Dramaturgia junto a Consuelo Iturraspe. Fue una lectura hilvanada, performática, que hace vislumbrar el desembarco de nuevos dramaturgos locales. Otro laboratorio fue el de teatro dirigido por Toto Castiñeira que culminó en una delirante comedia performática Caza de pájaros, con un elenco multitudinario, de movimientos y acciones muy precisas y sincronizadas, que puso en escena la pesadilla-convivencia con los pájaros de la ciudad entre otras temáticas. Max Suen coordinó un laboratorio para los más jóvenes, bajo el título de En peligro, donde la temática fueron las formas de la vulnerabilidad, la falta de oportunidades, los modos de enunciar lo íntimo, la relación con los adultos.

Y finalmente Todo lo que está a mi lado fue una intervención urbana bajo dirección de Fernando Rubio de no más de 10 minutos de una intensidad y belleza difícil de olvidar: Los espectadores, de a uno, eran invitados a pasar, descalzarse y compartir el lecho con una actriz en una de las siete camas de un blanco impoluto instaladas una al lado de otra bajo la pérgola de uno de los boulevares de Rafaela. Mientras los autos y las bicis pasaban mirando atónitos, los espectadores se sumergieron en la propuesta sin dudar y así escucharon una historia en segunda persona que hizo incomodar primero, por la poca distancia que se tenía con la actriz pero sobre todo, emocionar y conectar con los vaivenes de cualquier vida, escenas de infancias y cuidados.

Todo lo que está a mi lado, una
instalación urbana que maravilló e impactó
a espectadores y transeúntes

Un final transformador y poderoso

La última de los Sutottos, Feliz día, del desopilante dúo de actores Andrés Caminos y Gadiel Sztryk, que ya en edición pasada habían divertido tanto al público, fue la obra elegida para cerrar un FTR inolvidable y único.

El balance de los organizadores tiró enseguida números elocuentes que confirman por qué el teatro se va para Rafaela todos los inviernos.

Treinta obras, 56 funciones, veinte mil viejos y nuevos espectadores en espacios por toda la ciudad, gente agradecida por doquier, inyección económica en el territorio, transformación y poder, todos argumentos contra la necedad y el mal, y libertad de la buena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario