En plenas vacaciones invernales, como
desde hace 13 años, el Festival de Teatro de Rafaela volvió a cumplir con las
expectativas del público, los artistas y la prensa especializada congregada
durante una semana en la Perla
del Oeste santafesino.
M.B. y G.M.
Ya no basta decir la cantidad de
habitantes que tiene la ciudad de Rafaela, para describirla. Sí, es preciso
caminarla un poco para descubrir parte de su idiosincrasia. Recorriendo sus
calles se entiende que estamos ante una ciudad inundada de artistas y oferta
cultural para todos los gustos. Esta ciudad tiene museos de entrada gratuita,
interactivos, con muestras que en cualquier época del año, lo dejan a uno
boquiabierto, por horas mirando y participando. También está Artentapiales, una
iniciativa que desde hace años embellece una esquina derruida con unos
angelitos o santos populares –como el mural que está en San Lorenzo y Necochea-
o murales abstractos que pueden descubrirse en esos viejos carteles de los
bulevares.
Pero Rafaela en julio, alberga
desde hace 13 años uno de los Festivales más entrañables, siempre de esmerada
programación y bien organizado para el encuentro de todos con todos. Y se
transforma en teatro. Todos nos convertimos un poco en actores, críticos,
directores. Eso es porque los que lo organizan apuntan precisamente al
encuentro de miradas. Así reza el eslogan de este año y así, siempre es lindo
volver a esta ciudad.
Una y otra vez, no deja de
sorprender este Festival. La 13ª edición abrió con una jornada que anunciaba
lluvia. Sin embargo, ese cielo naranja amenazante, no hizo desistir los ánimos.
Por el contrario, el colorido desfile de arlequines gigantes de Los Venecianos, ideados por Lucas Martín
Medina (Lincoln), le puso algarabía, ritmo y ganas de empezar a correr el
telón.
Los Venecianos |
Con ese espíritu, se entró al
Cine Teatro Belgrano. Allí se escucharon los discursos de los tres responsables
políticos: el director del Instituto Nacional de Teatro, Marcelo Allasino, la
ministra de Innovación y Cultura del gobierno de Santa Fe, María de los Ángeles
González y el intendente de Rafaela, Luis Castellano. A su turno, todos
valoraron el trabajo mancomunado de los tres poderes, sin lo cual no podría
hacerse este encuentro que volvió a recuperar un día más y se extendió por tres
pequeñas localidades de la zona como Suardi, Ataliva y Clucellas.
Los tres bien recordaron el
legado del gran actor rafaelino José Fanto, recientemente fallecido. El teatro,
colmado, aplaudió su recuerdo y la moción de que la Escuela Municipal
de Artes Escénicas (EMAE) lleve su nombre.
Tras las palabras oficiales llegó la
función de Los Carlinga Shakespir Show:
una rockeada obra de a tres -Nicolás Goldschmidt en voz, teclado y percusión,
Fabián Carrasco: voz, acordeón y guitarra y José Pawlin: contrabajo y coros-,
que hizo reír a las autoridades presentes y al público en general. El trabajo
versionó de manera popular y con humor distintas historias salidas de los
textos del dramaturgo inglés como Hamlet,
Romeo y Julieta, El mercader de Venecia e incluso la descarnada Tito Andrónico.
Los Carlinga |
Formatos
Christianne... |
Sorprendieron los formatos y dispositivos,
esta vez. Así como la inteligencia y belleza que regalaron un sinnúmero de espectáculos.
Por caso, Encuentro de Santiago
Gobernori, con la interpretación de Andrea Collado y Emiliano Voiro dirigidos
por Fabricio Montilla (San Juan) de 15 minutos de duración y en una pequeña
caja en la que apenas entraban los dos actores y un espectador, o Christianne, un bio-musical científico
con magistral despliegue actoral, dramatúrgico y musical de Belén Pasqualini, que
no únicamente pone en escena la vida y obra de una científica. La actriz
muestra críticamente la relación maestro-discípulo, señala con singularidad,
originalidad y gracia qué es investigar o cómo se puede ser mujer, madre y dedicarse
a experimentar y probar, entre otros aspectos.
El llamado “Feliztival” congregó nuevamente
buena parte de lo más destacado de las artes escénicas de Argentina del
corriente año. Se ofrecieron más de treinta espectáculos, y del total de
funciones realizadas en la ciudad anfitriona y el resto de las subsedes, el
cincuenta por ciento fueron con entradas gratuitas, y la otra mitad, a precios
sumamente populares.
Por donde se lo mire, inclusivo. No sólo
por la programación de la obra Un viaje a
ciegas del grupo de Teatro Ciego de Buenos Aires –dirección de Martín
Bondone- que logra sumergir al público en una historia con olores y tramas
sonoras que transportan y que son lo que permite “ver teatro” sin el sentido de
la vista. La inclusión estuvo además en la voluntad de extender la oferta hacia
escuelas o nuevas vecinales, en dar lugar en la grilla a los primeros egresados
de la EMAE y en
gestar instancias gratuitas de capacitación artística.
Las ideas |
Otra característica que distingue a este
Festival, es esa capacidad de promover el pensamiento crítico, cuestionar lo
instituido. Aquí citamos a Volver a
Madryn dirigido por Rodrigo Cuesta o Algo
de Ricardo (Montevideo) de Gabriel Calderón, con actuación de Gustavo Saffores.
Sorprendente, siempre, como
inmejorablemente lo demostraron Las ideas
de Federico
León. Al decir de Ariel Farace, uno sale
de esa función “revuelto y entusiasmado”. Junto a Julián Tello, León pone en
escena un proceso de creación, el pensamiento mismo, la idea de infinito, el
sistema económico en la producción de una obra, la idea del “poli rubro” por la
que pasan actores, productores y directores, lo real y la ficción, la
experimentación, la dimensión conocida o desconocida de la tecnología. De
manera innovadora y lúcida, esta pieza pone
en diálogo técnica, estética, humor y conceptos.
Tato Villanueva |
Variedad
Edición tras edición se repiten los mismos
calificativos para este Festival, es cierto, pero no dejan de acercar válidas
definiciones sobre el evento y sobre los modos de gestionar política cultural e
incentivar el teatro.
Una programación amplia, acaso más federal
–piezas de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, San Juan- e internacional
–cuatro propuestas venidas de México, Uruguay y Chile- fue responsabilidad de
Gustavo Mondino. Una grilla de variedad y en casi todos los casos, jerarquía
por encima de la media, garantizaron el éxito de las propuestas en los
distintos espacios, llegando a niños, jóvenes y adultos amantes del buen
teatro.
Volver a jugar |
Los más pequeños y sus familias estuvieron
de parabienes con el divertido espectáculo de clown de Tato Villanueva, que
colmó el anfiteatro del Barrio Ilolay o la sala de la Sociedad Española ,
y con varios de los espectáculos que se dieron en la Carpa de Circo o en las
vecinales.
Los Corderos |
Otros de los espectáculos que tuvieron más
que buenas aceptaciones, por nutridos motivos y virtudes, son Volver a jugar con los geniales Iván
Sirczuk e Iván Zlachevsky (Les Ivans) que supieron crear una atmósfera mágica
con simpleza, y con trucos, destrezas y malabares bien hilvanados atrajeron a
chicos y grandes; así como Alboroto en
banda, Los Zarabella, Deleite circense, Mágico Rock o Kaplum! La
estampa de un público festejando las ocurrencias, riendo a carcajadas,
abducidos por un sueño o un juego, o admirados por las acrobacias o una
escenografía y un vestuario esmerados, comprobaba los méritos de cada una de
estas obras.
Rauch |
El público aplaudió y celebró sobremanera una
de las últimas funciones de Los Corderos,
de Daniel Veronese con Gonzalo Urtizberea, Luis Ziembrowsky, María Onetto, Flor
Dyszel y Patricio Aramburu; El mar de noche de Santiago Loza
con un Luis Machín que explotó gestos mínimos y conmovió -con dirección de
Guillermo Cacace- o Rauch, con
cuatros brillantes clown como Fred Raposo, Cecile Caillon, Gabriel Wolf y
Rosina Fraschina, dirigidos por Julieta Carrera, que hicieron reír como nadie y
curiosamente con una historia que desanda las arbitrariedades del mundo
laboral.
El mar de noche |
Proyectarse
Béisbol |
Algo de Ricardo |
Uno de los aspectos más novedosos del FTR
de este 2017 fue la máxima incorporación de espectáculos internacionales en lo
que va de su historia. Dos fueron las obras llegadas desde México: Béisbol, del joven autor David Gaitán,
por el elenco de la
Organización Teatral de la Universidad Veracruzana
–la más antigua agrupación teatral azteca-, que ofreció una pieza difícil de
encasillar, que puso en escena la reflexión sobre el quehacer teatral, el
cuerpo del actor, el paso de los años, las mezquindades humanas y el mismo
sistema que clasifica y jubila según sus arbitrarias reglas. Se trata de un
increíble desafío metateatral en el que el numeroso y veterano elenco aborda “causas
y azares” de la vida artística de una generación de resistentes, con la osadía
de dos desnudos, el de una joven y el de una mujer de 86 años, muy conmovedor.
El desembarco de este elenco por primera vez en Argentina y en Rafaela, fue
merced a las gestiones en conjunto del municipio rafaelino, el Centro Cultural
25 de Mayo, el Centro Cultural Recoleta, el Teatro Auditorium de Mar del Plata
y el Banfield Teatro Ensamble.
La otra pieza venida de México, igual de
atrevida puesto que también enuncia lo que nadie quiere ver, fue Lo único que necesita una gran actriz, es
una gran obra y las ganas de triunfar, creación colectiva de Vaca 35 Teatro
con dirección de Damián Cervantes, inspirada en la pieza de Genet Las criadas, con las destacadas actuaciones
de Diana Magallón y Mari Carmen Ruiz.
De Uruguay vino la mencionada versión
generada sobre la tragedia de W. Shakespeare, con dirección de Mariana
Percovich. Este unipersonal ofreció un solvente trabajo interpretativo de
Saffores, un fino texto e imágenes potentes.
En tanto de Chile, se vieron tres emotivas
y cautivantes “cajitas” que también rinden homenaje al Bardo inglés y fueron
inolvidables para cualquier espectador. Es que cada pequeño escenario montado,
más auriculares de los que salían tan en primer plano los breves pero
memorables mónologos, para un solo espectador, cautivaban y emocionaban.
Además
de las precisas y expresivas técnicas utilizadas en cada una de estas cajitas
como esos ojos viejos y tristes y las arrugas del rey Lear que le habla a su
hija Cordelia. Romina Herrera, su creadora, subyugó a decenas que encontraron
su creación en la Terminal
de Ómnibus, el Hospital local o el Complejo Cultural del Viejo Mercado. En los
diálogos matutinos, la artista precisó detalles de las producciones y adelantó
su deseo de encarar y sumar dos nuevas historias con la técnica de Lambe Lambe.
Las "cajitas" chilenas en el Hospital Jaime Ferré. |
En las últimas jornadas se sumaron las
divertidas producciones de las comedias municipales de Córdoba como Eran cinco hermanos y ella no era muy santa
de Miguel Iriarte en versión libre y cuartetera de David Picotto y de Mendoza: 120 kilos de jazz de César Brie con
dirección de Pablo Longo, que se encargaron de dejar bien parado lo que sale de
estos dos destacados espacios oficiales del país.
Y para cerrar esta semana, se eligió ADN, Algo De Nosotros, de Gerardo
Hochman, maestro de actores y acróbatas que además de la función, estuvo en Rafaela para
formar a un grupo de inquietos estudiantes.
En suma, ¡larga vida al Feliztival!
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